Francis Cuberos | obituario

Ha fallecido Francis Cuberos, creador del festival Espárrago Rock

  • Después de luchar contra una penosa enfermedad, hoy nos ha dejado Francis Cuberos, el empresario musical que creó el Espárrago Rock y gestionó durante una década la programación del Auditorio Rocío Jurado

Francis Cubero

Francis Cubero / D.S.

Siempre nos quedará su legado. A todos nos ha enseñado muchísimo de lo que sabemos del negocio musical y de él seguíamos aprendiendo a pesar de que ya se consideraba a sí mismo un carcamal que tenía que dejar paso a las nuevas generaciones, portadoras de nuevas ideas. Francisco Cuberos Jiménez era el más ilustre de los panciverdes, como la gente de la granadina ciudad de Loja llama a sus vecinos de Huétor Tajar, la localidad que vio nacer a Francis el 18 de octubre de 1963. Nos ha dejado hoy, después de enfrentarse durante mucho tiempo a una larga enfermedad, que no le quitaba del todo su buen humor -siempre le recuerdo sonriendo- ni le impedía asistir a conciertos y encuentros con amigos hasta hace muy poco.

La salud le había ido retirando de su compromiso con el Auditorio Rocío Jurado, en el que fue durante diez años responsable de la programación y comunicación, junto a Paco Bustamante, sin llegar a conseguir la meta de convertirlo en uno de los tres espacios escénicos más importantes de España, junto al Wizink Center y el Palau Sant Jordi, y de los lazos que mantenía con La Tarambana, La Pompa Jonda y La Selva Sur, las tres bandas que representaba a través de su agencia Música es Amor -bautizada con el mismo nombre de una canción de sus admirados Aterciopelados-, con la que también programaba conciertos. Pero, sobre todo, a Francis siempre se le recordará por haber sido el creador del festival Espárrago Rock, su gran aventura en la vida.

A los catedráticos de Huelva que le suspendieron dos veces en las oposiciones a maestro de escuela, la vocación que nunca ejerció, después de haberse diplomado en Magisterio, le debemos que Francis haya entrado con letras mayúsculas en la historia de la música andaluza. Hasta que cumplió 23 años no abandonó la vega de Huétor, donde cultivaba espárragos, cebollas, patatas, cuidaba la vaquería familiar, sin saber qué significaban el descanso dominical ni las vacaciones, para buscarse la vida en Granada con trabajos que le llevaban a servir copas en los bares o vender libros casa por casa, además de completar en 1980 el curso en el INEM de animador sociocultural, que le inyectó el veneno de organizar conciertos. En verano siempre volvía al campo para poder ahorrar dinero en los dos meses de cosecha, donde fue testigo de cómo el espárrago autóctono de Huétor Tajar, delgado, pequeñito, estrecho, morado, pasó a cultivarse a gran escala cuando lo descubrieron los grandes empresarios navarros y comenzaron a insuflar dinero a espuertas en la comarca. Francis pensó, con gran acierto y buena disposición, que un pellizco de ese dinero tenía que destinarse a la cultura.

En 1988 ayudó al equipo de gobierno de Huétor a organizar una feria agrícola, basada en el auge del espárrago, que ayudase a conseguirle la denominación de origen que mantiene. Los conciertos con un par de bandas locales que organizó en el pabellón deportivo cubierto fueron el germen del Espárrago Rock que comenzó el año siguiente, una vez que los ediles, encantados con el éxito, le ofreciesen un contrato municipal. En el primer festival, para el que trajo a Dementes e Ilegales, esperaba mil asistentes y ese fue el número de entradas impresas. Un número que tuvo que doblar sobre la marcha, fotocopiando las demás a medida que se vendían. En 1990, con el reclamo de Enemigos y Barricada, la primera vez que un grupo vasco venía a tocar a Andalucía, la cantidad de asistentes se elevó a los 5.500, llegando al pueblo 35 autobuses organizados. Con la masificación comenzó el miedo de los responsables del ayuntamiento a que todo se les fuera de las manos y, a pesar del enorme impacto económico que el festival significaba, comenzaron las discordias, hasta que en la cuarta edición, la de 1992, con Extremoduro de estrellas, el miedo fue superior a las ventajas que veían y le dijeron a Francis que no podía seguir celebrando allí el festival.

Así comenzó la etapa de Granada del Espárrago Rock, que siguió conservando el nombre porque el ayuntamiento de Huétor le cedió la marca. Francis también cambió su estatus de trabajador por cuenta ajena a empresario y fue haciendo crecer al festival: varios escenarios, dos días de celebración, presupuestos que pasaron de los 4 a los 120 millones de pesetas, internacionalización después de su asociación con el vasco Javier González, que traía grupos ingleses, americanos, australianos… después de la décima edición del festival, Francis era una figura ampliamente reconocida y perseguida por managers y promotores de todas partes. Hasta que se quedó escasa la capacidad de 14.000 espectadores del recinto de la feria de muestras y la cortedad de miras del consistorio granadino le impidió seguir creciendo.

Muchos vieron su traslado a Jerez como una traición, sin tener en cuenta lo que había supuesto para la ciudad de Granada el auge musical que le deparó el festival en cuanto a crecimiento de grupos, empresas, promotores, salas. Pero en realidad era Francis quien se sentía dolido por el maltrato administrativo. Y Pedro Pacheco se mostró insistente hasta llegar a cansino en su afán de llevarse el Espárrago Rock a Jerez, sobre todo después de que Francis organizase allí, coincidiendo con la vendimia en octubre, un pequeño festival paralelo, al que acudieron más de 8.000 espectadores.

Un contrato por cinco años, 20 millones de pesetas y la disposición sin reservas de todas las instalaciones del circuito de velocidad acabaron con las dudas de Francis y sus socios. Se fueron al festival de Reading a aprender todo lo que era necesario saber sobre un montaje de estas características en cuanto a producción, seguridad, avituallamiento, zona de acampada; en otro festival inglés, T in the Park, se dieron cuenta de la necesidad de ampliar con más escenarios, dedicados a la música electrónica y a la autóctona, creando así el escenario Flamenco Viene del Sur, dedicado a nuestro cante, del que él mismo se enamoró sin prejuicio alguno, a pesar de que durante toda su vida se había considerado un punky, al que poco le faltó para dejarse cresta incluso.

Pero se encontró con el mismo problema que Felipe II, que no envió a sus barcos a luchar contra los elementos. Francis no contaba con que en esta zona tan cercana a Grazalema llueve muchísimo, sobre todo en abril -aguas mil- que era el mes de celebración del Espárrago Rock. Unido al enorme incremento de costes que implicaba el amplísimo espacio usado, que elevaron los gastos por encima de las previsiones, condenó al festival a un declive del que le fue imposible salir después de que la gran empresa que debía sacarle a flote lo traicionó para quedarse con el 75% de la propiedad del festival. El único apoyo del ayuntamiento de Jerez ya no bastaba para cubrir las deudas, que se paliaron un poco con la última edición.

Los sevillanos fuimos los que ganamos con el cambio, porque desde entonces Francis se convirtió en vecino nuestro, honrándonos con su amistad a todos los que hemos tenido que ver algo con la escena musical sevillana en algún momento y transmitiéndonos un legado que permanecerá en nuestras cabezas emprendedoras y en nuestros corazones melómanos durante muchos, muchos años. Que su alma vuele muy alto.

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