Volver a la rutina después del verano
Psicología y Salud: Todo está en ti
El 'síndrome postvacacional' hace referencia a un conjunto de síntomas emocionales, físicos y conductuales que algunas personas experimentan al reincorporarse a sus actividades laborales o académicas después de un período de descanso prolongado
Con la llegada del final del verano, muchas personas experimentan una sensación de nostalgia, resistencia o incluso ansiedad ante la inminente vuelta a la rutina. El contraste entre el ritmo relajado de las vacaciones y las exigencias del día a día puede generar un estado de ánimo bajo, conocido popularmente como el “síndrome postvacacional”. Desde la psicología, este fenómeno ofrece una oportunidad para reflexionar sobre cómo manejamos el equilibrio entre el descanso y las responsabilidades, y cómo podemos facilitar una transición más saludable a nuestra vida cotidiana.
El famoso “síndrome postvacacional”, aunque no se trata de un trastorno clínico reconocido en los manuales diagnósticos como el DSM-5, el “síndrome postvacacional” hace referencia a un conjunto de síntomas emocionales, físicos y conductuales que algunas personas experimentan al reincorporarse a sus actividades laborales o académicas después de un período de descanso prolongado.
Síntomas comunes:Cansancio excesivo o apatía, dificultad para concentrarse, alteraciones del sueño iIrritabilidad o tristeza, leve desmotivación o sensación de vacío.
Es importante recalcar que, en la mayoría de los casos, estos síntomas son transitorios y desaparecen en un plazo de entre una y dos semanas. Sin embargo, si persisten o interfieren de forma significativa con el funcionamiento diario, puede ser indicativo de un malestar más profundo, como el burnout o la insatisfacción laboral crónica.
Desde la psicología del bienestar, las vacaciones cumplen un papel crucial: permiten desconectar, recargar recursos psicológicos y reestablecer el equilibrio entre trabajo y vida personal. Durante el verano, muchas personas reducen el ritmo, pasan más tiempo con sus seres queridos, duermen mejor, hacen ejercicio y se exponen a la luz natural, todos factores directamente relacionados con un mejor estado de ánimo.
El contraste con la rutina puede ser tan marcado que no es extraño experimentar una especie de “shock de realidad” al regresar. En este sentido, más que un trastorno, la dificultad para volver a la rutina puede interpretarse como una señal de que el estilo de vida habitual podría no estar alineado con nuestras necesidades psicológicas más básicas.
Procesos psicológicos implicados en la vuelta a la rutina
Adaptación emocional, al igual que necesitamos tiempo para adaptarnos a las vacaciones, también necesitamos un período de ajuste para retomar nuestras obligaciones. La psicología emocional señala que el ser humano tiende a resistirse a los cambios abruptos, incluso cuando son previsibles. Esta resistencia es natural y suele ir acompañada de emociones desagradables que no deben reprimirse, sino comprenderse como parte del proceso.
Gestión de expectativas,durante las vacaciones, es común idealizar cómo será nuestro retorno,nos decimos frases como “esta vez me organizaré mejor” o “voy a mantener mis hábitos saludables”. Cuando la realidad no se ajusta a estas expectativas, puede surgir frustración o culpa. Desde la psicología cognitiva, esto se interpreta como una disonancia entre lo esperado y lo vivido, que puede corregirse ajustando las metas y aprendiendo a ser más flexibles con uno mismo.
Regulación del estrés,volver a la rutina puede activar respuestas de estrés, especialmente si el entorno laboral o académico es exigente. La teoría del estrés de Lazarus y Folkman sostiene que no es tanto la situación en sí la que genera malestar, sino la evaluación que hacemos de nuestros recursos para afrontarla. Por eso, desarrollar habilidades de afrontamiento es clave para una vuelta saludable.
Desde distintas corrientes psicológicas, se identifican varios factores que explican este fenómeno:
Cambio repentino de entorno y ritmo: durante las vacaciones, disminuye el estrés, aumentan los niveles de descanso, se incrementa la exposición al ocio y se reduce la presión de los horarios. El regreso a la rutina rompe abruptamente con ese equilibrio. Desde la teoría del estrés por cambio de rol (role transition), este cambio de contexto puede generar una sobrecarga emocional.
El malestar se produce por el contraste entre la experiencia positiva de las vacaciones y la percepción negativa del entorno laboral. Surgen pensamientos automáticos como: “No quiero volver a esto”, “No descanso lo suficiente”, “Otra vez lo mismo”, que aumentan la insatisfacción y el rechazo a la rutina.
Pérdida de autonomía y placer,la teoría de la autodeterminación (Deci & Ryan) señala que los seres humanos necesitamos tres cosas para sentirnos bien: autonomía, competencia y relación. Durante las vacaciones, estas tres necesidades suelen satisfacerse con mayor facilidad. Al volver a la rutina, muchas personas sienten que pierden autonomía sobre su tiempo, pierden sentido de competencia o enfrentan relaciones tensas, lo cual puede generar frustración.
Desequilibrio entre expectativas y realidad,si las vacaciones han sido muy ideales o si se regresa con la expectativa de que todo cambiará para mejor, el choque con la realidad cotidiana puede acentuar la frustración. Esta disonancia entre lo esperado y lo vivido puede generar emociones de decepción, desgano y ansiedad.
¿Que tipo de personas son más vulnerables a este síndrome?
No todas las personas experimentan el síndrome postvacacional de la misma manera. Desde la psicología diferencial, se ha observado que ciertos perfiles pueden ser más vulnerables:
Personas con trabajos muy demandantes o insatisfactorios
Personas con poca flexibilidad cognitiva (que tienen dificultad para adaptarse a los cambios)
Trabajadores con escaso control sobre sus horarios o tareas
Perfeccionistas o personas con alta autoexigencia
Quienes no han descansado realmente durante las vacaciones (por estrés familiar, viajes agotadores, etc.)
La vuelta a la rutina tras las vacaciones de verano no tiene por qué vivirse como un castigo. Desde la psicología, este momento de transición puede aprovecharse como una oportunidad para revisar nuestros hábitos, reajustar prioridades y reconectar con lo que nos da sentido. Si bien es natural experimentar cierta resistencia, el desafío está en cómo nos relacionamos con ese malestar: si lo entendemos como un mensaje del cuerpo y la mente, podremos hacer los ajustes necesarios para que nuestra rutina sea más amable, significativa y sostenible.
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