La vida en oro y plata

Joyera

La vida en oro y plata
La vida en oro y plata
R.M.M.

11 de octubre 2008 - 01:00

Ha visto pasar ante sus ojos a generaciones de maridos, novios, madres y enamorados varios de la joyería, y se queda con un clásico: "Un brillante nunca pasa de moda". Llegó a Huelva hace 34 años en busca de un futuro laboral mejor para su marido, que en Cumbres de San Bartolomé no encontraba la forma de aplicar sus estudios, y desde entonces Pasión Fernández se ha dedicado a la venta de joyas, primero en la calle y después en su propio establecimiento.

Primero fue la venta casa a casa, en una época en la que predominaba el oro y en la que, a pesar del valor de lo que llevaba en su maletín, "no me asustaba caminar por la calle". Tenía su clientela fija y asegura que nunca le han fallado las ventas, pero la valentía con la que ella caminaba con sus joyas se convertía en miedo para su marido, a pesar de que "por suerte nunca me ha pasado nada". Por eso, hace once años, cuando otra joyera decidió traspasar su negocio, se decidió a quedarse con el establecimiento que ahora regenta en la avenida de las Adoratrices.

También allí le ha sonreído la fortuna (y el trabajo) y se ha hecho con la clientela de un "barrio muy bueno", que prefiere la atención personalizada del pequeño comercio (suerte que no han tenido otras ramas comerciales) a la hora de comprar un objeto precioso. Y de nuevo allí, frente a las continuas noticias de atracos a joyerías, ha conseguido trabajar durante más de una década sin ningún susto de consideración, sufriendo algún robo de escasa cuantía y siempre cuando no estaba en la tienda.

Por tanto, no es de extrañar que a Pasión le guste tanto su negocio, en el que piensa permanecer los años que le quedan hasta la jubilación. Para entonces "me gustaría que la joyería se quedase dentro de casa", pero se encuentra con la dificultad de que sus hijos ya tienen trabajo y un pequeño negocio familiar como el suyo exige dedicación plena. Hasta que llegue el momento, sigue dedicando su mejor sonrisa a sus clientes y comprobando que las joyas no tienen edad ni saben de crisis.

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