Una vecina de Huelva asegura sentir a su perro fallecido en casa
Huelva Paranormal
Tras la muerte de su perro Toby, una vecina de Isla Chica asegura sentir aún su presencia en casa, entre recuerdos, huellas invisibles y un vínculo imposible de romper
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María Luisa Ramos, vecina del barrio de Isla Chica en Huelva, todavía baja la mirada antes de entrar en su dormitorio, como si esperara que detrás de la puerta su inseparable compañero, un pequeño yorkshire llamado Toby corriera a recibirla. El perro murió hace casi cuatro meses, pero ella asegura que su presencia sigue viva en cada rincón del hogar.
“Yo sé que suena raro y que habrá quien piense que son imaginaciones mías”, comenta, con la voz quebrada. “Pero lo siento… lo siento de verdad. Lo he escuchado olisquear, he notado sus patitas correteando por el pasillo y hasta, en alguna ocasión, he sentido cómo me lamía la mano cuando estaba distraída viendo la tele. Es como si no se hubiera ido”.
Toby llegó a la vida de María Luisa en 2011, cuando un familiar se lo regaló siendo apenas un cachorro. De pelo sedoso y orejas divertidas, el pequeño yorkshire se convirtió rápidamente en el centro de la casa.
“Era muy inteligente y cariñoso. Siempre estaba pendiente de mí, me acompañaba a todas partes… incluso se sentaba junto a la puerta del baño esperando a que saliera”, recuerda María Luisa con una sonrisa entre lágrimas. “Yo vivía sola y él era mi familia, mi apoyo, mi alegría diaria”.
Con el paso del tiempo, la salud de Toby se resintió, tenía unos problemas en las articulaciones, pérdida de visión y finalmente un fallo renal que se agravó en cuestión de meses. El 12 de abril de 2025, falleció en la clínica veterinaria donde había sido tratado desde cachorro.
“Sentí que se me caía el mundo. Me fui a casa con su correa y su mantita… y un silencio que me dolía más que cualquier otra cosa”.
Los primeros indicios de lo paranormal
Una semana después de la pérdida, comenzaron los sucesos extraños. Una noche, mientras leía en el salón, María Luisa escuchó un sonido inconfundible: el “tic-tic” de las uñas de Toby sobre el suelo de mármol.
“Pensé que me estaba volviendo loca, que era mi mente jugándome una mala pasada. Pero el ruido era claro, como si viniera del pasillo. Me levanté para mirar y, obviamente, no había nada. Aun así, me quedé con esa sensación rara… como si me hubiera cruzado con él”.
En los días siguientes, asegura que notó respiraciones cerca de su cama, un roce en las piernas mientras cocinaba y, en otra ocasión, el cosquilleo húmedo de una lengua sobre su mano.
“No es algo que pueda confundir. Después de 14 años, conozco perfectamente cómo era la forma en la que él me tocaba o se apoyaba en mí. No es lo mismo que imaginarlo: es sentirlo físicamente”.
Especialistas en psicología coinciden en que, tras la pérdida de una mascota, son comunes las llamadas alucinaciones de duelo o presencias sensoriales post-mortem. Estas experiencias, explican, son proyecciones del cerebro para procesar la ausencia.
“En los primeros meses después de una pérdida significativa, el cerebro está tan habituado a la presencia del ser querido —sea humano o animal— que puede generar sensaciones de continuidad”, señala el psicólogo onubense Carlos Ortega. “Es una forma de procesar la ausencia y reducir el impacto emocional”.
Sin embargo, admite que no todos los casos encajan en esa explicación: “Hay testimonios que escapan a la explicación convencional, y para quienes los viven, no son simples ilusiones, sino parte de su realidad cotidiana”.
El hogar como ancla emocional
En la casa de María Luisa todavía están los objetos de Toby: su cama en el salón, su comedero junto a la cocina y una cesta con sus juguetes.
“Algunos me dicen que debería guardarlo todo, pero no puedo. Si lo quito, es como si borrara una parte de mi vida”, confiesa, acariciando un muñeco de peluche mordido en una oreja.
Afirma que en ocasiones ese juguete aparece en lugares distintos, pese a que vive sola. “No voy a decir que lo he visto moverlo, pero sí que estaba en un sitio y luego apareció en otro. Puede que haya una explicación lógica, pero… ¿y si es él?”.
En su entorno, las reacciones son dispares. Algunos creen que Toby sigue cuidando de ella, otros atribuyen sus experiencias al duelo.
“Me da igual lo que piensen. Yo sé lo que siento. Y aunque algún día deje de pasar, me quedo con la idea de que, al menos por un tiempo, no me dejó sola”.
La historia se ha difundido en el barrio, donde otros vecinos han compartido relatos similares de mascotas fallecidas que parecían seguir presentes en casa.
Relatos de “mascotas fantasma” aparecen en distintas culturas. En Japón, por ejemplo, se habla del shugorei, un espíritu protector. En Occidente, libros y películas han reflejado la idea de que el amor hacia los animales puede sobrevivir a la muerte.
Para María Luisa, sin embargo, no se trata de folclore ni de ciencia, sino de vivencia personal: “No me importa si los demás lo entienden o no. Yo siento a Toby aquí, y eso me da paz”.
Han pasado cuatro meses desde la partida de Toby y María Luisa asegura que sus “visitas” todavía ocurren, sobre todo en momentos de silencio o soledad.
“Sé que algún día dejaré de sentirlo. O tal vez no. Pero mientras tanto, cada vez que noto sus patitas o su lengüetazo, es como si me dijera: ‘Estoy bien, no te preocupes’”.
El testimonio plantea una pregunta: ¿hasta dónde llega el vínculo entre humanos y animales, y qué huellas deja cuando el ser querido ya no está físicamente? Quizá, como concluye María Luisa, “las huellas de sus patitas no se borran, ni siquiera con el tiempo”.
*Si tienes una experiencia paranormal o has sido testigo de un fenómeno inexplicable, escríbeme a contacto@josemanuelgarcíabautista.net
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