Huelva

Un triunfo a golpe de acero y fe

Andrés Romero sale a hombros del coso mercedario tras cortar las dos orejas del sexto de la tarde.

Andrés Romero sale a hombros del coso mercedario tras cortar las dos orejas del sexto de la tarde. / josué correa

Subiendo a la redacción leo en la pantalla del ascensor que la velocidad media de los caballos es de 44 kilómetros a la hora. Me quedo perplejo. Yo los vi ayer tarde en La Merced correr a mucho más de eso. Alguien está equivocado. De hoy no pasa que llame a mantenimiento a ver qué pueden hacer.

Por lo pronto tengo por delante está página vacía aún de sensaciones toreras de una tarde de rejoneo que deja un triunfador en la figura de Andrés Romero. Dos orejas le arrancó al último toro de la feria. Legítimas deben ser porque nada se dejó Romero en ese esportón del alma que un torero siempre debe tener para buscar por los caminos más leales el premio del triunfo. Los buscó de verdad Andrés con dos caballos importantes ayer en su tarde como fueron Caimán y Guajiro como dos toros antes lo había intentado con Kabul sin que aquello brotara en una faena frente a un toro complicado, bruto y difícil cortándole los caminos al caballo. Solidario Romero con los compañeros que le antecedieron, también pinchó antes de enterrar por completo el acero con cierto desprendimiento.

Andrés Romero se llevó el triunfo en una tarde en la que los aceros mermaron méritos

Dentro de los cánones Andrés Romero asentó los mimbres de una labor a la que estos dos caballos le dieron forma con mucha torería y clase. Romero clavó dentro de los argumentos de ese arte que habla de embrocar toreo al hilo del estribo y dejar el par en lo alto del morrillo. Lo hizo por tres veces a lomos deCaimán y lo repitió con torería ya con Guajiro en el ruedo dejando llegar dos quiebros en la corta distancia que dijeron cosas importantes a la tarde. Todo con limpieza y además en el mérito de un toro que, como el resto de la corrida de Espartales, llegó apagado al tercio final. Romero tuvo que echarle la pimienta, la sal, el aliño y servirlo en la mesa con un rejón más efectivo y certero que de perfección pero que marcó la diferencia en una tarde de pinchaúvas por parte de los tres actuantes. La resolución del lance debió convencer de pleno a la presidencia, harto ya el usía de que lo más sonoro de la tarde fuese para él y dos pañuelos asomaron sobre la balconada para que el de Escacena hiciera honor a ese brindis que fue prologo de todo con sus apoderados Óscar Polo y Carlos Pereda sobre el ruedo. También Antonio Nunes, el hombre que lleva su carrera en la temporada portuguesa.

Cartagena se jugó la primera carta del envite con una labor muy clásica. Nada de florituras ni esperpentos. Toreo a caballo elegante, parando bien al toro jugando en el platillo de la plaza con la grupa del caballo y la franqueza de un toro bravo y encastado que respondió con brío en cada cite y al que cuajó a lomos de Apolo llevando cosido al morlaco a la grupa con elegancia y temple. La artillería escenográfica de Andy llegaría frente al quinto con toda clase de llamadas al tendido en esas alzadas y elevaciones que desataron el ardor guerrero en el público. Ese si era mi Andy. Honesto y cabal en su línea de entenderlo todo desde el espectáculo. A la porra el clasicismo. ¿Pa qué?, ¿para lo poco que le habían aplaudido la faena al primero? ¡A la guerra!, se dijo el alicantino y aquello pareció el Circo del Sol. Eso sí, con el tendido apasionadamente en contra del palco por no otorgar la segunda oreja. Vaya por Dios.

Compases toreros le puso Ventura a ese galopar con la garrocha surcando el albero. Los aceros le habían dejado pensativo después de una bella faena a su primero que el rejón de muerte estropeó. Ahora no era cuestión de repetir la historia y el de La Puebla, con Importante en el ruedo hilvanó la fiereza de un toro que no lo puso fácil. Dos galopadas mas allá, con Nazarí volvió a dejarle perfume a la tarde con ese temperamento tan torero que posee. Después la apuesta con Dólar, sin cabezada y a dos manos el par, ajustó la intensidad de la tarde al momento preciso de la verdad.

El pinchazo le dejó una justa oreja y la sensación de haber dejado escapar algo.

La feria ya está en el desolladero. Hoy es día de jurados.

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