La taxidermia, el arte de modelar la piel

Quizás influenciados por el subconsciente colectivo de personajes como Frankenstein o meramente por el reparo que muchos encuentra en el hecho de trabajar con cadáveres, lo cierto es que el arte de la taxidermia no cuenta con el reconocimiento social del que sí gozan otras disciplinas. Sin embargo, si nos despojamos de posibles perjuicios podremos apreciar las similitudes con otras vertientes artísticas como el mundo de la escultura, si bien a este dominio cabe sumar un pormenorizado conocimiento de la anatomía animal, la pintura, así como la disección y el tratado de pieles. En síntesis, una ciencia cuyo objetivo es reconstruir e inmortalizar al animal tras el proceso de disecado.

Juan Antonio Bautista, de Beas, es uno de los artistas que puede presumir de trabajar para el Museo de las Ciencias de Madrid, donde algunos de los trabajos de la colección de mamíferos llevan su firma. Una constelación de sus más afamadas obras pudo ser presenciada por decenas de miles de visitantes que se acercaron a la Feria de To Santos de Niebla.

Bautista relata que a la hora de realizar un buen trabajo es esencial que el trofeo de caza llegue a las manos del profesional en el menor tiempo posible desde que es abatido. El objetivo no es otro que evitar que la raíz del pelo comience a deteriorarse. En este momento el taxidermista procederá a retirar la piel al animal con un escalpelo y un cuchillo con el que se extrae cuidadosamente el pellejo de una pieza tras realizar una incisión en la parte trasera del animal. Esta praxis es fundamental para que, una vez se culmina el trabajo, no se noten las costuras.

El siguiente paso es tratar la piel limpiándola superficialmente y salándola de forma precisa, tanto por el interior como el exterior. Con este paso se consigue extraer el agua que contiene la piel del animal, logrando así que los microorganismos no puedan descomponerla. Acto seguido se rehidrata y limpia remojándola; procediendo después al piquelado mediante el salado y acidulado, cuidando y controlando en todo momento el ph.

Tras esta operación el siguiente paso es la reconstrucción del esqueleto del animal que se realiza generalmente con espuma de poliuretano. Atrás quedan añejas técnicas con alambres y estropajos e incluso materiales como la escayola o la fibra de vidrio que, según los expertos, no logra obtener resultados tan vivaces.

En esta fase los profesionales han de sacar lo mejor de sí, pues han de calcar cada elemento anatómico del animal, así como determinar la pose que marcara sus facciones. En este campo Bautista matiza que se vale de documentales, fotografías, así como revistas de caza o científicas que permiten tener un conocimiento mucho más profundo y denso de la morfología y fisiología del animal; conocimientos que le permiten entender cómo se comportan sus músculos a la hora de atacar o defenderse.

Una vez la escultura está completa, se procede al recubrimiento de la piel y se cose con hilo. Hasta aquí se ha seguido diferentes disciplinas artísticas aunque el verdadero valor de un profesional viene determinado por los acabados. Es ahí donde interviene la colocación de los ojos, boca, y todos esos elementos que insuflan vida al animal. Por último, se deja que la piel expulse la humedad del curtido y, posteriormente, se realzan los colores del animal y se restaura cualquier imperfección de la obra. Esta es la teoría explicada de forma muy superficial porque, al igual que cualquier disciplina artística, al final, serán las manos del autor de quien depende la excelencia.