La sustancial diferencia entre preocuparse y ocuparse
Respons(H)abilidades
La preocupación es el paso previo a la ocupación, y si se queda en preocupación no nos sirve para nada más que para arriesgarnos a convertirnos en víctimas
Cambiar el rol de víctima por el de responsable, desde el punto de vista de la responsHabilidad o habilidad para responder, depende de nosotros. Quizás ni nos demos cuenta de que estamos viviendo en el victimismo, que no es otra cosa que el pensamiento, muchas veces inconsciente, de que todo nos pasa a nosotros y que no podemos influir en eso que nos pasa. El resultado es que vivimos en la preocupación. ¿Cómo dejamos de preocuparnos y empezamos a ocuparnos? Depende de nosotros mismos cambiar el enfoque, y dejar de participar en el problema para participar en la solución.
Me preocupa el cambio climático, me preocupa la violencia de género, me preocupa el desempleo juvenil, me preocupa la cantidad de plásticos en nuestros mares y océanos, me preocupa que no entren clientes en mi tienda, me preocupa la contaminación, me preocupa que llueva el fin de semana que viene porque voy de senderismo, me preocupa cómo vestirme para la entrevista de mañana, me preocupa qué voy a cocinar para el encuentro familiar, me preocupa… Estamos llenos de preocupaciones. En algunas podemos influir y en otras no.
Les propongo hoy hacer un ejercicio muy productivo para ser personas responshábiles, esto es, muy hábiles para responder y para tomar las riendas de nuestra vida de forma eficaz. Y para hacerlo nos vamos a apoyar en el lenguaje, que a mí personalmente me encanta porque me parece muy revelador y porque resulta muy útil si sabemos mirar.
Preocuparse empieza con el prefijo pre-, que además de ser uno de los más usados en el castellano, significa que hablamos de una determinada situación previa a un hecho concreto. Así que la preocupación es la situación que precede a la ocupación, por lo que quedarse en la preocupación sugiere que nos estamos perdiendo el resto del proceso. Por lo tanto, casi lo único útil de preocuparse sería usarlo para ocuparse. Lógico, ¿no? Otra vez una cuestión de sentido común.
De la preocupación a la ocupación
El ejercicio que les propongo hoy va de eso, de usar la preocupación como motor y no como freno. El primer paso sería identificar un objetivo, una meta, algo que queramos conseguir. Ya sé que tenemos muchos deseos o aspiraciones, pero se trata de empezar por alguno. Mejor dicho, se trata de empezar.
Una vez definido nuestro primer objetivo, el siguiente paso es hacer un listado de todas esas cosas que nos preocupan para conseguirlo, o todo eso que nos supone algún tipo de freno.
Quiero usar aquí como ejemplo el trabajo que he tenido la fortuna de hacer esta semana con un grupo de mujeres del entorno agrario de Huelva. El reto me lo propuso la organización que las aúna, Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía, y el resultado para mí misma ha sido una inyección de energía muy esperanzadora.
El objetivo de este grupo de mujeres de las cooperativas agro-alimentarias es aumentar la participación activa de la mujer en sus respectivos ámbitos. Todo un reto. Así que sus preocupaciones compartidas eran claras. Les preocupa que no las escuchen, les preocupa que no las tomen en serio, les preocupa la conciliación familiar, la sucesión generacional, las creencias sociales, la violencia de género, la formación propia, las creencias limitadoras de ellas mismas, las expectativas laborales de sus hijos e hijas, la igualdad… Y así un largo etcétera que compartieron con la intención de dejar de preocuparse para empezar a ocuparse.
¿Tienen ustedes ya sus propias listas de preocupaciones? El siguiente paso de nuestro particular ejercicio es dibujar un gran círculo y dentro otro círculo más pequeño. Será una brújula para identificar con qué enfoque afrontamos nuestras preocupaciones. El círculo externo será nuestro círculo de preocupación, y el interno nuestro círculo de influencia. La diferencia está en observar si eso que nos preocupa depende de nosotros o no.
Círculo de preocupación, círculo de influencia
En el círculo de preocupación ubicaremos lo que pensamos que no depende de nosotros, y en el círculo de influencia lo que sí. El resultado es, para empezar, una fotografía de nuestra situación emocional, de si estamos afrontando nuestro objetivo como víctimas o como personas responshábiles o hábiles para responder. Esto ya nos da un punto de reflexión muy importante sobre si queremos vivir con el círculo de preocupación aplastando el círculo de influencia o, mucho mejor, expandiendo poco a poco el círculo de influencia para reducir el espacio del de preocupación.
Por todo esto, el paso más transformador de este ejercicio viene ahora. ¿Cómo paso de la preocupación a la ocupación? ¿Cómo convierto en retos mis preocupaciones? Y la respuesta es una pregunta bastante simple: ¿qué podría hacer yo para…?
Ese fue sin duda uno de los momentos más mágicos de la tarde compartida con las mujeres valientes del entorno agrario que se dieron cita en la primera Jornada de Socias de Cooperativas Agro-alimentarias de Huelva, el momento en el que todas comenzaron a compartir pequeñas y grandes tareas que les acercaban a su objetivo. Algunas de sus preocupaciones empezaron a convertirse en ocupaciones. El camino había empezado.
Si volvemos a leer las preocupaciones con las que empezaba este artículo, veremos claramente en cuáles podríamos influir directamente, como la ropa que me voy a poner para la entrevista o lo que voy a cocinar. Hay otras preocupaciones en las que podemos influir menos, como la violencia de género o el cambio climático, pero siempre podremos hacer algo para colaborar en la solución, educando a nuestro entorno o reciclando en casa por ejemplo. Y otras preocupaciones, como que vaya a llover, se salen claramente de nuestro círculo de influencia, y entonces, ¿para qué preocuparse? Mejor nos adaptamos.
Vivir en la solución es vivir buscando ampliar nuestro círculo de influencia en vez de dejarnos aplastar por las preocupaciones. Cuestión de enfoque, y de sentido común.
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