Los pavos por la calle cuando anunciaban la NAVIDAD
huelva de ayer A hoy
Un manjar de Iberoamérica Este año del 525 aniversario y de la Capitalidad Gastronómica era una buena ocasión para promocionar el pavo, que llegó a España en la época de Hernán Cortés

Una de las tradiciones gastronómicas de la Navidad es la de comer el pavo, aunque últimamente está perdiendo sitio en la mesa, lo que lleva a que se olvide como plato principal o estrella del día. Nada que ver con la costumbre del pavo en el Día de Acción de Gracias de los americanos, que es todo un festín que mantienen y promueven.
El pavo es de las cosas buenas que llegaron de América, como las patatas y tantos otros productos que hoy tenemos en nuestras mesas. En este Año Gastronómico de Huelva que ahora termina, y siendo el del 525 aniversario del Encuentro o del Descubrimiento, el pavo debió tener su lugar, o al menos se le debería haber dado ahora en estos días de Navidad, como despedida a la Capital Gastronómica.
Es Hernán Cortés quien lo trajo del Nuevo Mundo en el siglo XVI. Los aztecas fueron los que se lo dieron a probar. Allí le llamaban guajalote, sin embargo los españoles le denominaron pavo por aquello de que Colón y los suyos pensaban que estaban en la India y donde se encontraba el pavo real. Los jesuitas fueron quienes los popularizaron en la dieta al llevarlos a sus colegios.
El pavo también se encontraba en estado salvaje en los bosques de Canadá. Tiene un gran significado para los americanos, pues alimentó a los hambrientos colonos ingleses del Mayflower, que desembarcaron en Massachusetts el último jueves de noviembre de 1620. Es por lo que los americanos celebran en esa fecha el Día de Acción de Gracias con una comida clásica a base de pavo relleno.
Gracias a la novela de Charles Dickens A Christmas Carol se popularizó el pavo para la cena de Navidad.
Introducido el pavo en nuestros campos, en antaño se popularizó ver a los paveros llevándolos por los pueblos y ciudades para lo que manejaban largos palos. Imágenes que se perdieron por los años veinte, aunque no aquellas otras de ver los pavos vivos en los puestos del mercado para su venta en el tiempo de Navidad. Ahora es más cómodo encontrarlo en el congelador de cualquier supermercado ya limpio y troceado, nada que ver con aquella época en la que se tenía que llevar vivos a casa y sacrificarlos en ella.
Lo cierto es que la presencia de los pavos en las calles y plazas constituían el pregón de la Navidad; hablaba entonces de cercanía de un tiempo de celebraciones.
La fotografía que ilustra hoy la información es de principios del siglo pasado, de la casa de Amador del Pino, establecida en la calle Concepción. Una imagen típica en el tiempo previo a la Navidad. Se ven los pavos y el pavero con su larga caña recorriendo la calle Rico. Ese anuncio y alegría de la cercanía se refleja en el rostro de las personas que salen a las puertas de sus casas para verlos pasar. No hacía falta mucho pregonar para la venta, pues los propios pavos ya venían haciendo su ruido característico. Eso es lo que se ve en una postal que forma parte de una época de ayer que habla de los cambios en la venta de los productos, que llegaban andando desde el campo hasta la ciudad.
Ahora el pavo llega enlonchado en taper de plástico como uno de los mejores productos para mantener la dieta al no tener grasa. Por algo lo hicieron famoso en el México de Hernán Cortés.
Mientras, en la actualidad los únicos paveros que se ven en las calles son los que en las procesiones de Semana Santa se encargan de cuidar que no se les escape ninguno de los pequeños que acuden al cortejo vestidos de monaguillos.
Quizás el pavo necesite de un empuje para que esté en nuestra dieta y, sobre todo, como protagonista de la mesa de Navidad. Aunque aquí se opta siempre por lo importado, miren si no el Black friday o Papa Noel.
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