De silencios, nerviosismo, ánimos y eternas esperas

Fran Medina saluda a sus familiares en el camino que separa el furgón policial de la puerta de detenidos, ayer.
Fran Medina saluda a sus familiares en el camino que separa el furgón policial de la puerta de detenidos, ayer. / Reportaje Gráfico: Alberto Domínguez/ Canterla
R. Rendón

Huelva, 07 de septiembre 2017 - 08:47

Como las cabañuelas predicen la meteorología del año fijándose únicamente en el tiempo que hace en los días de agosto, la jornada de ayer fue como un resumen del propio caso Almonte (salvando las distancias, of course): incertidumbres, concienzudos silencios, nerviosismo y una eterna espera para llegar a su resolución.

Todos -y hablo de la prensa- estábamos preparados para un comienzo de juicio duro pero donde la información iba a fluir a raudales después de que se constituyera el tribunal del jurado y se escuchara lo que las partes tenían que decir en su exposición inicial, lo que conocemos como cuestiones previas.

Pero la realidad nos estampó de bruces contra su caprichoso devenir. La conformación del jurado se eternizó tanto que más de uno flaqueó y decidió volverse por donde había venido; unos a escribir, otros a locutar o montar un buen reportaje desprovisto -para qué vamos a engañarnos- de lo más jugoso del contenido.

Fue casi como en aquellos albores de los fatídicos crímenes de Miguel Ángel y María, cuando apenas trascendía información a la prensa de las investigaciones. Porque no la había o porque imperaba el secreto. Salvando las distancias, de nuevo.

Los familiares del presunto autor de los asesinatos decidieron ponerse punto en boca y limitarse a animar a Francisco Javier Medina. Sus abogados, en la misma línea, no realizaron declaraciones formales. La sed de información se iba acrecentando conforme las manecillas del reloj continuaban su imparable rumbo hacia la diestra.

Los periodistas y los cámaras acabamos por tomar la escalinata de acceso al Palacio de Justicia. Y la gente de Huelva curioseaba. "¿Qué pasa aquí hoy?", preguntaba algún despistado en la zona. Hasta el propio presidente de la Audiencia, Antonio Pontón, departía un rato con nosotros a pesar de estar de vacaciones.

Y la constitución del jurado que no llegaba. Como la detención del presunto culpable, a la prensa se le hizo interminable la espera. Parecieran aquellos catorce meses.

Sentados en la escalera afloraron los debates. "¿Y tú, que eres de Almonte, qué piensas del asunto?", preguntaba una compañera de profesión a otra con curiosidad mientras otros se preparaban para entrar en directo al informativo de turno. Periodistas noveles, expertos en el doble crimen de Almonte, compañeras de las agencias tecleando en el portátil y hasta una escritora que prepara un libro sobre el caso conformamos el paisanaje de la escalinata de la Alameda Sundheim. Las cámaras, en sus trípodes, también parecían un poco agotadas. Con la fumata blanca de la constitución del jurado, a las 15:50, nos reactivamos todos. Hoy será otro día.

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