Huelva

La seguridad marca una inusual misa de Pentecostés

  • La parroquia de la Asunción acoge a puerta cerrada el culto rociero por las restricciones de la Covid-19

  • La Virgen preside un altar repleto de detalles

Imagen general de la misa de Pentecostés, celebrada en la parroquia de la Asunción de Almonte.

Imagen general de la misa de Pentecostés, celebrada en la parroquia de la Asunción de Almonte. / Josué Correa

Este año el Real de la aldea de El Rocío estaba vacío. La tradicional y multitudinaria misa de Pentecostés se celebró sin romeros y sin simpecados de las hermandades filiales a causa del coronavirus. El acto tuvo lugar en la parroquia de la Asunción de Almonte, donde se encuentra la Blanca Paloma desde el pasado mes de agosto y que este año no pudo regresar a su aldea. La misa la ofició en la mañana de ayer el obispo de la Diócesis de Huelva, José Vilaplana, y fue a puerta cerrada, con el objetivo de guardar en todo momento la prevención y seguridad en estos momentos.  

El obispo se ajustó en la homilía a los momentos que está pasando en estos momentos la sociedad, así como a los miles de rocieros que este año no han podido realizar la romería como años atrás. Así, se dirigió a todos ellos, que se concentraban en sus casa para seguir el culto principal de la romería. Devotos de la Virgen del Rocío y que están “haciendo una peregrinación del corazón para estar aquí junto a Élla y celebrar este singular Pentecostés marcado por la pandemia del Covid-19”. Así, “os enviamos un abrazo fraternal los que estamos aquí bajo el manto maternal de la Blanca Paloma. “No hay romería pero sí hay Pentecostés”, sentenció Vilaplana.

Unos pocos privilegiados son los que pudieron estar en el interior de la parroquia, entre los que se encontraban los representantes de la Hermandad Matriz, con su presidente Santiago Padilla; así como la alcaldesa del municipio, Rocío del Mar Castellano, otras personas del equipo de gobierno y otras autoridades civiles, así como los que fueron presidente de la Matriz, Juan Ignacio Reales y Pedro Rodríguez. También había una representación de las hermandades y asociaciones de la parroquia de la Asunción, los hermanos mayores de todas las hermandades de penitencia de Almonte, así como representantes de la Policía Local y la Guardia Civil.

“Ha sido una sensación rara porque el entorno era totalmente distinto al que estamos acostumbrados. Hemos sentido que dentro estaban todas las hermandades filiales que celebran esta misa y rocieros de toda España. Creo que ha habido una comunicación espiritual”, señaló a este periódico Santiago Padilla, que apuntó también que la misa duró menos que otros años porque, por ejemplo, “no se ha producido el rito de la jura de todos los hermanos mayores”. También, remarcó que sintieron la alegría al abrirse las puertas de la iglesia, tras la misa, para que se pudieran acercar almonteños y rocieros en este día tan especial para poder saludar a la Virgen.

La misa contó con la participación del coro de la Hermandad Matriz, que se encargó de poner los sones a esta atípica jornada rociera. “Este año la Virgen ha querido quedarse en su pueblo para protegernos. Quiso adelantarse”, apuntó el obispo onubense. A pesar de la suspensión de la romería, Vilaplana subrayó que el mundo rociero está viviendo “una peregrinación con el corazón” y destacó que este año “hemos podido pensar, añorar, rezar y entrar más en nuestro interior. Y allí siempre está la Virgen”.

El obispo también habló de una renovación del corazón en busca de varias virtudes, como la del agradecimiento en recuerdo de las personas que nos han adentrado en la devoción de la Virgen y que “nos han acompañado en nuestras romerías”. José Vilapla quiso acordarse con cariño de Don Ignacio, obispo emérito y que “este año estará celebrando ya el Rocío con los rocieros del cielo”.

En la última parte de la homilía, el obispo se giró para mirar a la Virgen y rezar. “Te encomendamos a todos los que han muerto a causa del coronavirus y a sus familias, enfermos y mayores. Protege también a nuestros niños y jóvenes”.

El sacramento de la comunión llegó con instrucciones para guardar la distancia y seguridad. Así los asistentes se acercaron con orden al altar con las mascarilla puesta, pusieron las manos en cruz para recibir el cuerpo de Cristo y levantaron levemente la protección facial para culminar el sacramento. Los pocos asistentes aplaudieron en dos ocasiones. Una, cuando José Vilaplana recordó que el Papa había prorrogado el Año Jubilar hasta el fin de la pandemia y tras los vivas que Santiago Padilla lanzó a la Virgen del Rocío una vez que finalizó la eucaristía.

La cita de ayer a la vez que atípica fue histórica. Por el lugar y las estampas que dejó para el recuerdo rociero. La Patrona de Almonte presidió un altar colmado de flores de talco y ataviada de la misma manera que cuando la coronaron canónicamente, allá por 1919. El traje de los Montpesier, que también lo ha vestido durante la celebración de la novena, estos días atrás. El Niño Jesús también ha recuperado su traje a juego con el de la Virgen.

Por otro lado, el altar es “insólito”, expresa Padilla. “No hay memoria de que se haya puesto así”. Se destacaba el dosel rematado arriba con un Pentecostés de la Hermandad de la Trinidad de Sevilla, y con unas flores de talco elaboradas por la familia almonteña Díaz Periánez, que el padre es santero de la Virgen. También “se han utilizado ángeles, que son del antigua retablo de El Rocío. Y unas columnas que pertenecen al baldaquino de la parroquia de Almonte que fue restaurado poco antes de la llegada de la Virgen a Almonte”. Así transcurrió una jornada rociera marcada por las restricciones del coronavirus. No ha habido romería pero siempre habrá Rocío.

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