El ruiseñor que canta en el campo de batalla verá cumplido su objetivo final
La cárcel no acalló el verbo de Hernández, un poeta sincero que 'solo' escribió su autobiografía
Alfonso Guerra realizó un breve recorrido por la vida y obra de Hernández, facetas que, en su caso, van unidas de forma total. Miguel "solo se sentía poeta" y la dedicatoria que de su libro Viento del pueblo hizo su amigo Aleixandre lo deja claro: "a nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres".
Tal y como recordó el ex vicepresidente del Gobierno, la singularidad de Hernández ya se atisbaba desde el principio: "nacido como poeta en medio de la naturaleza, teniendo por mesa el lomo de una cabra y con una inteligencia natural inusitada para la creación poética, capaz de escribir como el poeta al que acaba de leer".
Fue sincero desde los primeros años de su carrera, cuando empezó a escribir en 1925, con quince años. Cinco años después, publicaría en el periódico oriolano El Pueblo. Guerra contó que sus primeros versos se titularon Pastoril y aunque aportan poco para reconocer al gran poeta posterior, destacan por su sinceridad.
La amistad que entabló en 1929 con José Ramón Marín, más conocido como Ramón Sijé, le hizo leer los clásicos castellanos. Miguel "soportó" la influencia del nacional catolicismo de su amigo, aunque "pronto se separó" de su estela. No obstante, su posterior fallecimiento dio lugar a la creación de una de las obras más hermosas del poeta, Elegía, incluida en El rayo que no cesa y musicalizada en 1972 por Serrat.
Una etapa crucial en su vida fue su marcha a Madrid. Cuando el joven Miguel llegó a la capital con sus cuadernos de poemas de adolescente y una carta a Concha de Albornoz, hija del ministro, consiguió ser entrevistado por Ernesto Jiménez Caballero en El Robinson literario de España y ser presentado en Estampa. Sin embargo, ambas publicaciones sólo destacaron el "pintoresquismo" de ser "pastor poeta". Esto propició su regreso a Orihuela el 15 de mayo de 1932 y, en cierto modo, la escritura de Perito en lunas, 42 poemas de difícil lectura con los que distinguirse de la rusticidad y evidenciar el descubrimiento de la Generación del 27 y de la moda gongoriana.
"Antes de llegar a El rayo que no cesa, el poeta tuvo que enmendar y corregir los poemas del Silbo vulnerado, que él mismo define como de factura clásica. Al revés de su anterior obra es un libro claro y concreto", explicó. En esta etapa de nuevo se sometió a la guía de Sijé, si bien choca "con la pendiente hacia el fascismo que toma su amigo" y opta por imbuirse de la religiosidad poética.
Cuando en 1934 regresó a Madrid, Hernández "ya no es un desconocido pastor que quiere escribir poesía". Llevaba en sus manos su primer libro y un auto sacramental publicado en Cruz y Raya. Vive una evolución natural y "no es que rechace a Dios, sino que se le olvida", reflexionó Guerra. Ahora el poeta seguirá torturado por el mal de ausencia, pero ya no de Dios, sino de la mujer amada. Había encontrado a Josefina y acababa de escribir El Rayo que no cesa.
El estallido de la guerra marcaría su compromiso. A diferencia de otros intelectuales coetáneos, Miguel "no se aprovechó de las oportunidades para estar en la retaguardia" . Y creó una nueva poética. "Escribirá poesía bélica comprometida para hacer resplandecer la causa de la justicia. Publica Viento del Pueblo, del que Caballero Bonald dijo en los Sesenta que "es uno de los libros más emocionantes, limpios y fervorosos de la primera mitad del XX", recordó.
Pero, tal y como relató, Hernández, ni siquiera abdicó de su oficio de poeta con la causa de la República : "es un ruiseñor que canta en medio de las batallas, que crea mientras suenan los obuses y se rompen las entrañas", sentenció.
La muerte de un hijo a sus diez meses y el resultado de la guerra marcarían su tristeza. Pero, a pesar de todo, Hernández no dejó que se 'compensara' el crimen de Lorca con su renuncia a las ideas republicanas. Murió en la cárcel pero su petición se cumple hoy: "Aunque bajo la tierra mi amante cuerpo esté, escríbeme a la tierra que yo te escribiré.
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