El otro rostro de la ilusión

Discapacitados, ancianos y enfermos inyectaron a los Magos de Oriente y sus estrellas la fuerza y el empuje que trasladaron posteriormente a los onubenses durante la cabalgata del día 5 de enero

Melchor saluda a una residente del hogar María de Nazaret.
Melchor saluda a una residente del hogar María de Nazaret.
M. Rosa Font / Huelva

13 de enero 2008 - 01:00

Los Magos, y las estrellas que los guiaron desde Oriente, pusieron los pies sobre la tierra. De sopetón. Ni siquiera les hizo falta seguir los consejos (oficiales) que, poco después de que pusieran los pies en la Casa Colón para iniciar su visita Huelva, les indicaban que debían meterse en el personaje hasta que la última de las calles de la ciudad estuviera vacía.

En ese día mágico, los tres Reyes de Oriente y las seis estrellas de la ilusión se enfundaron desde el mismo amanecer en la piel que les tocaba llevar aquel día. Melchor se olvidó de Fernando Ramírez, Gaspar no hizo el menor caso a Pepe 'El Marismeño' y a Baltasar no se le pasó por la cabeza ni un sólo segundo Francisco Urbano. Hasta las estrellas-guía se olvidaron de sus nombres (Inma Carrasco, Laura Ramírez, Ana Oreiro, Carmen Barahona, Lupe Cejudo y M. Rosa Font) cuando cayeron de golpe en un pasillo en el que decenas de personas de todas las edades las esperaban atrapadas (sólo en cuerpo) en una hilera de sillas de ruedas.

Los Magos y sus acompañantes tuvieron el primer regalo de una jornada en la que les tocaba regalar: Apretones de mano y susurros, sonrisas y miradas cómplices de los que no pueden mover ni un sólo centímetro de sus cuerpos.

Aquella chica, la de las dos trenzas, gafas y jersey crudo, hizo parar a una de las estrellas mientras a otra compañera del hogar María de Nazaret se le colaba un tic, más de alegría que nervioso, y una sonrisa que le llenaba la cara para dar la bienvenida a los Magos.

"¿Que qué voy a pedir a los Reyes?. Quiero seguir estudiando, voy a hacer idiomas, italiano...porque mi hermana está en Italia". Aquella chica, físicamente inmóvil a la que la silla de ruedas no ha conseguido atrapar, sus compañeros (as) en la misma situación, fueron la primera ilusion, real y con rostro, que los Magos de 2008 y sus estrella tuvieron de Huelva.

Y hubo más, decenas, aquel día mágico en el que el autobús que trasladaba a la comitiva recorrió, con puntualidad casi británica, hasta seis centros, asilos y hospitales antes de mostrar la cara más dulce y placentera en la Cabalgata del 5 de enero.

Aunque pareciera un imposible, la empatía envolvió a los Magos y a sus estrellas en cada uno de los rincones que visitaron, en la residencia de ancianos de La Orden, en el Hogar Santa Teresa de Jornet y en el centro Virgen del Rocío. La magia también apareció en los hospitales Juan Ramón Jiménez e Infanta Elena. Entre otras razones, porque los Reyes tuvieron la oportunidad única de pasar en un sólo día por todas las fases de la vida, de encontrarse frente a frente con la realidad más dura, y la oportunidad irrepetible de sorprenderse a cada paso.

"¿Tú eres Rocío?". "¿Busca a Rocío o le vale con otro nombre ?, respondió una de las estrellas-guía. Preguntaba uno de los ancianos de aquella residencia, con las piernas ya repletas de caramelos pero esperando un regalo que parecía no haberle llegado...hasta que consintió y pronunció un "Me vale, me vale..." , seguido de un abrazo de esos que hablan por si mismos.

Durante más de cuatro horas, Melchor, Gaspar, Baltasar y sus guías se cargaron de empuje, luz y esfuerzo a base escuchar historias asombrosas y estremecedoras, a base de llenarse de miradas y gestos.

En ese asombroso 5 de enero, en el autobús más fantástico que ha recorrido Huelva, la comitiva y los de a pie comprobaron que los Magos tienen su lado humano: los Reyes también lloran.

Melchor no pudo reprimir las lágrimas cuando se topó, a las puertas de un ascensor en el Hospital Intanta Elena, con una mujer recién intervenida de una grave enfermedad que le agarró de las manos con todas sus fuerzas sin parar de llorar. Melchor le arrancó la sonrisa. A Gaspar le pudo la emoción cuando la comitiva en pleno acudió al Santuario de La Cinta para hacer una ofrenda a la Patrona y comenzar el recorrido por las calles de Huelva. Baltasar se reprimió el llanto en varias ocasiones a lo largo el recorrido matinal, incluso cuando tuvo un bebé enfermo en brazos, y no paró de filosofar sobre la duración de la vida y la llegada de la muerte.

A las estrellas no se le tenía permitido aquello del llanto porque su papel no era otro que el de repartir ilusión y no lágrimas: hubo quien se saltó a la torera las consignas propias y ajenas y la que tuvo que tragar demasiada saliva a lo largo del día.

En el aspecto más anecdótico de la jornada, la ruptura del protocolo. A la entrada y salida de los centros, un riguroso ceremonial que se deshilachaba ya puertas adentro (en el mejor sentido). La empatía envolvía a toda la comitiva, no sólo a los Magos. Pajes y estrellas se dispersaban, con cierto desorden pero al mismo son, para llgar a todos los rincones de cada estancia.

La Cabalgata de Reyes, uno de los eventos más seguidos cada año en la ciudad, es una maquinaria perfectamente engarzada, de principio a fin, y en cada detalle de las personas que están detrás. Ni un solo problema, ni un solo retraso empañaron el día más increíble que han podido vivir los Reyes Magos y sus estrellas de este 2008.

La sintonía entre los Magos de este año y la armonía con sus guías, la fuerza que la comitiva tomó durante la mañana en hospitales, residencias y centros de minusválidos se trasladó por la tarde en la Cabalgata. Esa es otra historia. Los tres Magos de Oriente, sus seis estrellas, se despidieron de Huelva dando las gracias.

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