El resurgir de la Sierra onubense
Crónicas de otra Huelva
El periodista José Ponce Bernal zarandeó a los moradores de la bella comarca para unir sus voces y reclamar a los poderes públicos comunicaciones sin las que no habría progreso posible
Crónicas de otra Huelva: Un nuevo cuadro de Pedro Gómez
La introducción
Atento a los problemas de la provincia | La importancia de las comunicaciones
En plena dictadura de Primo de Rivera, con motivo de un viaje que José Ponce Bernal realizó a la localidad serrana de Aracena para cubrir una información, comprobó que la comarca carecía de algo tan básico como una infraestructura viaria que hiciera fácil y cómodo el acceso entre poblaciones. La mejora en las vías de comunicación podía servir de acicate para promocionar un lugar “tan privilegiado” por los recursos naturales de que disponía. Afirmó haber dedicado espacio a la Sierra exponiendo sus problemas, requiriendo la atención de los poderes públicos y excitando a sus moradores a que abandonaran “tradicionales indiferentismos” y emprendieran, esforzándose, una obra de reconstitución. Si la comarca actuaba, el periodista sentiría la satisfacción de “haber contribuido, modestamente –expresó-, pero con entusiasmo, a la formación de un estado de conciencia serraniego”.
Es curioso cómo podemos leer este artículo -distanciándonos porque lógicamente no estamos igual- y sentir que podría servirnos a los serranos (me incluyo, porque soy serrana por los cuatro costados) para hacer caso a Blanqui-Azul y demandar lo que nos falta y corresponde, porque tampoco hoy a nadie se le escapa que la Sierra requiere mucho más que ir allí a disfrutar de sus pueblos y de ese paisaje maravilloso que el periodista supo admirar y exponer como un enorme potencial.
Afortunadamente se está modernizando la línea férrea Huelva-Zafra, tan absurdamente amenazada por ser tan necesaria e importante, no solo para el desplazamiento de viajeros y el desarrollo social y turístico, sino también para las mercancías de la industria y la minería. Pero hay que hacer más, mucho más para no sentir abandono. Y sí, hoy también, de nosotros depende en buena medida, “nada de cruzarse de brazos con gesto fatalista”.
Felicidad Mendoza Ponce
En un lugar tan bello como Aracena se reunieron, no hace muchos días, en cordial manifestación de solidaridad las representaciones de los pueblos de la sierra con motivo de un homenaje de afecto y simpatía a uno de nuestros asambleístas.
Frente al espectáculo espléndido del panorama que en Aracena ofrece aspectos maravillosos, los discursos pusieron una nota patriótica y optimista en relación con los grandes problemas de aquella región, tan favorecida por la naturaleza como abandonada por los hombres.
Al registrar este hecho interesante quisiéramos que ese mismo optimismo nos brindara la magnífica promesa de un positivo resurgimiento.
Hemos dedicado a la comarca aracenera una constante atención: hemos expuesto una y otra vez sus problemas vitales; hemos pedido a los Poderes públicos la protección que en justicia se le debe a nuestra Sierra; hemos excitado a sus moradores para que abandonen tradicionales indiferentismos y emprendan con su propio esfuerzo una obra de reconstrucción.
Y si, al fin, la hermosa y desgraciada comarca despierta a una vida más activa y fecunda, sentiremos la satisfacción de haber contribuido, modestamente, pero con entusiasmo, a la formación de un estado de conciencia serraniega.
En la Sierra, como en la mayoría de los pueblos onubenses, por no decir todos, lo primero que se necesita es convertir la opinión pública en cosa viva y actuante.
Nuestra singular característica es la indiferencia creada por un sentimiento desengañado y pesimista de nuestros problemas en relación con el proteccionismo de las clases directoras.
Por eso, lo esencial es que los pueblos recobren la fe, no solo en los gobernantes sino en ellos mismos, en su esfuerzo, en su actitud para progresar. ¿Y ha llegado ya para la Sierra onubenses la hora del resurgimiento?
La comarca serrana carece de lo esencial: el problema -nadie lo ignora- es la falta de comunicaciones.
Sin vías de comunicación no hay progreso posible, ni industrial, ni agrícola, ni económico, ni cultural. Es inútil hablar de movimientos progresivos cuando faltan carreteras, caminos vecinales, ferrocarriles. El aislamiento de los pueblos les conduce inevitablemente a la ruina.
La Sierra quiere, pues, comunicaciones. Las ha pedido muchas veces y hay que dárselas para que pueda fomentar su riqueza.
Pero es también indispensable que los aracenenses, los serranos abandonen su indiferencia y sientan con la pobreza del presente la inquietud del porvenir. Nada de cruzarse de brazos con gesto fatalista. Esto significaría una absurda renunciación.
El día en que todos los pueblos de la comarca aparezcan estrechamente unidos y solidarizados con sus justas aspiraciones, habría comenzado la regeneración de la Sierra.
Hay que llegar cuanto antes a la solidaridad de la comarca serraniega, a la unión de todos los hombres de buena voluntad para prestar poderoso impulso a las actividades reconstructivas.
Y hacer llegar al Estado las demandas de una región que vive casi empobrecida cuando dispone de envidiables elementos de riqueza.
Pero no se olvide que el movimiento inicial tiene que partir de la misma Sierra.
Por eso quisiéramos ver en el acto cordial celebrado en la bellísima Aracena un paso decisivo hacia el despertar de los ideales de nuestra serranía.
Blanqui-Azul Diario de Huelva, 28 de octubre de 1927
También te puede interesar
Lo último