El recuerdo a don Antonio y doña Pepita

en el titán

lLa junta de participación y gobierno del Mora Claros, promueve la colocación de nuevas placas en sus nichos

En el centro social se restaura una de las vidrieras artísticas de 1920

La vidirera restaurada del centro de día Mora Claros, firmada por La Veneciana de Zaragoza, en 1920.
La vidirera restaurada del centro de día Mora Claros, firmada por La Veneciana de Zaragoza, en 1920. / Álex Fernández

Cuentan con el recuerdo y el agradecimiento permanente de los ciudadanos de Huelva. Eso es lo que han hecho desde la junta de participación y gobierno del Centro Mora Claros de nuestra capital, de la Junta de Andalucía.

Los mayores se sienten especialmente identificados con la casa palacio no sólo con sus hermosas dependencias, sino con la vida de quienes fueron sus moradores, el matrimonio Antonio Mora Claros y Pepita Jiménez. Ellos lo recuerdan de muy diferentes formas, desde un recorrido guiado para darlos a conocer, donde los figurantes son los propios usuarios del centro.

Los socios están bastantes identificados con los propietarios del inmueble, porque fueron dos personajes muy destacados en la vida social, política y religiosa de la ciudad. Tanto es esa preocupación por Antonio Mora Claros y Pepita Jiménez que se han movilizado por el estado en el que se encontraban las lápidas de sus nichos en el cementerio de la Soledad. De manera personal ya conocían el estado en el que se encontraban las lápidas, totalmente borrados los nombres e inscripciones. Se trata de dos nichos sencillos, que pasan desapercibidos en el camposanto, nada de grandes mausoleos o panteones. El matrimonio prefirió descansar la eternidad en un lugar donde pasaran lo más inadvertidos posible.

Sin embargo, sí se les recuerda por lo mucho que hicieron en la ciudad. Antonio Mora Claros falleció muy joven, con 46 años, el 20 de noviembre de 1922. Sin embargo este abogado de profesión había sido presidente de la Diputación Provincial, diputado en el Congreso, miembro de la Junta de Obras del Puerto y de la Cámara de Comercio y cuando le sobrevino la muerte era alcalde de la ciudad. Esto no se entendería si no se enumera su consideración como uno de los financieros y hombres de empresa que ponen los cimientos de la Huelva moderna e industrial. Su padre había promovido el servicio de aguas de Huelva y él empresas tan importantes como la fábrica de Electricidad San José y San Antonio. Era el editor propietario del Diario de Huelva. Su contribución a la Cultura de Huelva fue clave con la creación en la calle Gravina del Teatro Mora, considerado en su época el mejor en su género de Andalucía.

Impulsa la creación de la institución para la lactancia infantil llamada La Gota de Leche, hoy centro municipal de la juventud.

Mientras su mujer, Pepita Jiménez Vázquez, destacó en su labor social, vinculada a la Iglesia y más concretamente a la Hermandad de la Vera Cruz y Nuestra Señora de los Dolores, a la que le regaló el matrimonio el magnífico manto bordado del que aún disponen para su salida procesional. Recibió de la Iglesia el título de marquesa de Mora Claros. Falleció el 2 de diciembre de 1955.

La junta de participación y gobierno del Mora Claros realizó una suscripción popular para sufragar las nuevas lápidas que se han colocado para dignificar ahí también su recuerdo. Para su instalación contaron con la colaboración del Ayuntamiento, que esperan asuma en un futuro el mantenimiento de las mismas.

Un proyecto de mantenimiento del patrimonio

Uno de los proyectos en los que está inmerso el centro Mora Claros es la restauración de sus artísticas vidrieras, que conforman un patrimonio excepcional para la ciudad de Huelva. Con cargo a la Junta de Andalucía se restauró la gran vidriera que se encuentra en la sala de lectura, en la zona central de la planta baja, que corresponde a la primera etapa de la construcción de la casa que proyectó en 1912 Moisés Serrano. La magnífica vidriera está firmada por J.H. Mavme Jean Hos. París-Madrid-San Sebastián. Ahora se ha procedido a la restauración de la vidriera correspondiente a la claraboya del edifcio, que ilumina la entrada y el aceso a la primera planta, firmada por La Veneciana de Zaragoza, de 1920. Se procedió a la limpieza de la misma, especialmente por la parte externa, mientras que en el interior se ha provisto de un cristal trasparente que además de protegerla evite cualquier caída de alguna parte de ella. Un trabajo realizado en ambos casos por Crisaltel.

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