El recuerdo de 'las Monjitas'
Covadonga Suárez revive las vivencias íntimas y personales la Guardería Parroquial de Cartaya casi 30 años después
Casi un millar de menores tienen su pasado ligado a la institución
Varias generaciones de cartayeros, en total casi un millar de niños de entre cuatro y seis años, tuvieron en Cartaya su primer contacto vital con las aulas y la enseñanza a través de la Guardería Parroquial, una institución educativa que funcionó en la localidad durante doce años, concretamente de 1974 a 1986, y que se popularizó entre los vecinos como las Monjitas por ser un grupo de Franciscanas de Nuestra Señora del Buen Consejo destinadas en el municipio las monjas que la pusieron en marcha y la gestionaron durante más de una década, en unos tiempos donde las escuelas de educación infantil (o guarderías) brillaban aún por su ausencia en la localidad.
Una de sus principales impulsoras, Covadonga Suárez Suárez, la hermana Covadonga, o de manera más familiar la Hermana Cova para los cartayeros, casi veinte años después de que las Monjitas cerrara sus puertas para siempre, ha detallado para Huelva Información el porqué, el cómo, el cuándo y el para qué de una institución que, según su relato, puede considerarse "bastante avanzada" para la época, ya que sus aulas eran compartidas por menores de ambos sexos; su sistema de enseñanza se basaba en el aprendizaje mediante el juego; y una de sus principales máximas siempre fue la igualdad ya que "de puertas para adentro todos los menores eran exactamente iguales, viniesen del barrio que viniesen, y fuesen hijos o hijas de quien fuese, da igual si su padre era el alcalde del pueblo o el vecino de la familia más humilde" enfatiza Covadonga Suárez.
La hermana Cova, más de treinta años después del cierre de dicha institución educativa, ha relatado igualmente, y con todo lujo de detalle, los recuerdos más íntimos y personales que conserva en su memoria de aquellos doce años que ahora echa de menos con añoranza y nostalgia, pero también desde su más profunda convicción de que sirvió para sentar las bases educativas de varias generaciones de cartayeros "a los que saludo con orgullo por la calle cuando veo que ahora son padres de familia", destaca.
En ello ha influido, recalca, el hecho de que los alumnos que concluían su etapa educativa en dicha institución a los seis años "eran los más requeridos, y con mucha insistencia" por los docentes de los dos colegios públicos que entonces había en la localidad: el Concepción Arenal y el Juan Ramón Jiménez "porque llevaban una base educativa y formativa que servía de apoyo tanto a sus maestros como al resto de niños que tomaban contacto por primera vez con las aulas".
Pero si de algo se siente satisfecha esta monja franciscana de Nuestra Señora del Buen Consejo, muy querida por todos en Cartaya desde que llegase a dicha localidad hace ya casi medio siglo, es de haber fomentado la igualdad en las aulas: "Nunca aceptamos uniformes, ni tan siquiera babis -recalca- y los niños solo podían llevar su ropa y un pañuelo de tela (en una época en la que el uso de los de papel aún no estaba tan extendido), ya que nosotras les facilitábamos todo el material escolar, los juguetes educativos y hasta las chuches cuando había cumpleaños, que estrenaban al mismo tiempo y que era idéntico para todos con el principal objetivo de evitar agravios comparativos".
"Otra de nuestras obsesiones -prosigue Covadonga Suárez- era fomentar entre los niños la aceptación del diferente". Y es que "cuando alguno de los alumnos tenía un problema de cualquier tipo: una discapacidad, falta de vista, o de oído, poníamos mucho empeño en que el resto le ayudasen y lo aceptasen como a uno más". "Y creo que lo logramos", enfatiza.
Finalmente, concluye la hermana Cova, casi un millar de menores aprendieron en las Monjitas a leer, escribir, sumar, restar, jugar, compartir, relacionarse y, en definitiva, a dar sus primeros pasos en la vida como personas.
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