Que quince años no es nada...
El coste final de la restauración del monolito asciende a tres millones de euros Las primeras reivindicaciones para su rehabilitación se remontan al año 1999
Década y media, tres lustros, quince años. Ver materializarse las realidades en esta Huelva nuestra se ha convertido en cuestión de tiempo. A veces, de demasiado tiempo. Armado de paciencia infinita, el onubense ya no espera el milagro de que una infraestructura, una obra, una restauración culminen en los márgenes temporales de lo que el sentido común dicta. Quince años, que no es nada (eran 20 en el bolero de Gardel), han transcurrido desde aquel 1999 en que el que fuera prior del Monasterio de La Rábida, Francisco de Asís Oterino, alertara de los desprendimientos que sufría el Monumento al IV Centenario. Un año más tarde, hablaba de trozos del recubrimiento del imponente monolito que habían llegado a hacer "agujeros en el suelo" y de que su estructura de hierro había quedado al aire en la zona superior. Hasta entonces no se acordonó el conjunto y la Junta de Andalucía encargó al arquitecto Pedro Rodríguez un informe para evaluar el estado del conjunto histórico.
En abril de 2001 todavía no había novedad en el frente y el entonces alcalde de Palos de la Frontera, Carmelo Romero, instaba a la Consejería de Cultura a restaurar el monolito. El compromiso inicial para rehabilitarlo llegó el 20 de septiembre de 2002. En La Rábida y ante el prior Oterino, el Ayuntamiento de Palos, la Junta de Andalucía y la Diputación de Huelva estrecharon sus manos. Las obras iban a tener un coste de 185.610 euros, de los que 130.000 correspondían a la Administración autonómica.
Otro año hubo que esperar para que hubiera movimiento. En octubre de 2003 se levantó el andamiaje. No uno cualquiera, sino especial, que no reposa su peso en la columna. Pedro Rodríguez analiza a fondo, ahora desde las alturas, los daños del conjunto histórico: una corrosión muy fuerte en los elementos oxidables que tiene en su interior y, debido a eso, un estallido de la piedra en muchos casos que produjo grietas de distinta consideración. Unas recorren el fuste de la columna y tienen su origen en la parte superior. Llueven los fragmentos y en el ábaco, sobre el capitel, se acentúan los problemas de seguridad por una corrosión potente e irreversible en la armaduras de hormigón, según el arquitecto.
Los trabajos comienzan en el verano de 2004 y los políticos aprovechan para hacerse la foto. En octubre de 2006 se da a conocer el informe definitivo de su estado, realizado por Rodríguez: el estado del monolito es peor de lo que se pensaba. La columna, con una base de 9,69 metros y una altura de 47,89, está desgranada. Se ha roto la piedra por el empuje del óxido de los elementos metálicos que componen su estructura interna (en torno a la que se disponen las láminas de piedra caliza). Habrá que desmontar la columna hasta el promontorio y construir un nuevo armazón. La intervención realizada finalmente por la Constructora San José consistiría en la sustitución de la estructura original, de fábrica de ladrillo y metálica, por una nueva de hormigón armado más consistente y mejor preparada para resistir el clima y el ambiente marismeño de La Rábida.
Las obras no comenzaron hasta 2008, año en que la Junta de Andalucía acordaba declarar el monolito como Bien de Interés Cultural. Y el presupuesto final se eleva hasta los tres millones de euros: el desmontaje corrió a cargo de la Administración autonómica, por algo más de 500.000 euros, y Fomento y la Diputación de Huelva sufragaron las actuaciones restantes, con 1,9 millones a cargo del Estado y más de 640.000 euros de las arcas provinciales.
El Monumento a los Descubridores, el monolito al IV Centenario, es el hito arquitectónico que marca todo el entorno del monasterio de La Rábida, dominando las orillas del Odiel y el Tinto. Un columna toscana erigida sobre un pedestal situado en un montículo artificial, al que se accede por cuatro grandes escalinatas de traza rectilínea, que en planta forman una cruz griega, completando el círculo en el que se inscriben cuatro sectores ajardinados. La columna se remata con una sencilla cruz plana de hierro de brazos trapeciales sobre un orbe.
Su origen se encuentra en la eclosión americanista en la provincia de Huelva con ocasión de los actos conmemorativos del IV Centenario del Descubrimiento de América. El autor, el mismo arquitecto de la restauración del cenobio franciscano: Ricardo Velázquez Bosco.
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