Las pymes son imprescindibles, lo quieran o no

Respons(H)abilidades

Las instituciones y las empresas, especialmente las pymes, van a tener que implicarse mucho más en desarrollo económico global y en la estabilidad social, así que habrá que facilitárselo

Las pymes son imprescindibles, lo quieran o no
Las pymes son imprescindibles, lo quieran o no
Lola Pelayo

Huelva, 08 de marzo 2020 - 06:20

Voy a empezar reconociendo una falta en mí misma. A ratos me canso de insistir y me resigno ante lo que me repiten muchas veces sobre las pymes personas cuyo criterio respeto: a las pequeñas empresas no les interesa que les hablemos de Responsabilidad Corporativa o compromiso social. Ante esta realidad que no me gusta, pero que comprendo, me surge siempre la misma pregunta: ¿quién o qué tiene la culpa de que autónomos, micropymes y pymes vivan centrados en la subsistencia sin tiempo, ganas ni recursos para implicarse en lo social y de paso sacarle partido? Porque por interés general, más nos valdría cambiar pronto esto.

El problema fundamental de esta falta interés por la Responsabilidad Social Corporativa de las pymes parece radicar en que sus esfuerzos se centran en sobrevivir, y por eso los que son la mayor parte del tejido empresarial de nuestro país no se implica de forma decisiva en el desarrollo económico global y en la estabilidad social. Sin embargo su capacidad de influencia es extraordinaria, así que habría que empezar por abandonar los discursos grandilocuentes y facilitarles un poco la vida a las pymes, ¿no?

Sensibilizar sólo no es suficiente

Desde hace varios años, hay cada vez más instituciones y grandes entidades impulsando la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en las pymes. También estamos haciendo eso mismo cada vez más profesionales. Y es que esto de sensibilizar e implicar a las pymes en la RSC es una corriente que se ha intensificado exponencialmente en 2019, porque nadie discute ya el papel crucial que desempeñan las pequeñas empresas y organizaciones en la estrategia global por ejemplo del Pacto Mundial de la ONU, y en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Son la aplastante mayoría.

La propia Red Española del Pacto Mundial elaboró el año pasado una Guía para las pymes ante los ODS. Lo hizo junto al Consejo General de Economistas de España (CGE) y la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME). Se trata de un manual práctico que pueden encontrar en la propia web del Pacto Mundial y que facilita que las pymes puedan idear estrategias propias sobre cómo contribuir a la Agenda 2030. Lo que pasa es que ese objetivo así formulado, como la forma de contribuir al bien global, simplemente no está entre las principales preocupaciones de las pymes ahora mismo. Sensibilizar no parece ser suficiente.

Quizás con esa misma certeza, la guía incluye algo fundamental para movilizar las conductas de empresarias y empresarios: los beneficios o ventajas que pueden obtener por ser socialmente responsables. Eso sí que podría interesar a un sector muchas veces al límite de sus fuerzas.

Las ventajas de ser pyme y ser responsable

Entre los beneficios más tangibles que pueden obtener las pymes que desarrollen su RSC está el ahorro de costes. Es una primera realidad. Las medidas ambientales y sociales que se derivan de ordenar de puertas adentro el desempeño laboral, la eficiencia energética o la acción social son inmediatas tenga el tamaño que tenga la empresa. Son ventajas importantes en cualquier tipo de actividad, pero no suelen ser suficientes para convencer a las pymes.

Otra de las ventajas que gana cada vez más peso es la facilidad para contratar con el sector público o con empresas privadas que tienen la RSC implantada y exigen ciertos mínimos de responsabilidad a las empresas proveedoras. La Ley 9/2017 de Contratos del Sector público que incluye criterios ambientales y sociales para la adjudicación, o la Ley de divulgación de información no financiera y diversidad aprobada en 2018 son dos pruebas tangibles. Sin duda, esa facilidad es otra gran ventaja para el posicionamiento y desarrollo futuro de cualquier negocio, pero depende mucho de la visión de empresarias y empresarios, quienes además valoran más otras urgencias cuando están en modo de supervivencia.

De otras ventajas reales como son adelantarse a las futuras exigencias legislativas, tener mejor reputación, mayor capacidad para fidelizar de clientes y otros intangibles mejor ni hablamos, porque el hecho de ser eso, beneficios intangibles, los convierte en quimeras complicadas de metabolizar por las micropymes y pymes que batallan cada día por resistir.

Y lo cierto es que las primeras pymes visionarias que están avanzando en el camino de la RSC recogen mayores frutos, justo por la diferenciación del resto que supone su esfuerzo. Y de verdad fidelizan plantillas, proveedores, ahorran en costes y se posicionan mejor. Pero todavía son pocas. Como sociedad, necesitamos una implicación masiva.

Apoyar a quienes apoyan

¿Y entonces? ¿Qué se puede hacer para convencer a las pymes, a las que necesitamos sí o sí en esta batalla contrarreloj frente el cambio climático y las desigualdades sociales y económicas? No quiero yo sentar cátedra en nada de esto, pero me da la sensación de que, como siempre, será una cuestión de interés o de obligación. O hacemos que sea muy conveniente o lo hacemos de obligado cumplimiento. Así que puestos a analizar cómo estamos ya de obligaciones las pequeñas empresas, parece que va a ser más motivador hablarle a las pymes de interés, si puede ser en forma de ayudas claras y accesibles. Y en esta última frase el quid está en las palabras “claras” y “accesibles”.

El objetivo debería ser sacar a autónomos, micropymes y pymes del modo subsistencia, para que valoren su implicación en el interés general donde son tan necesarias. Y si las pymes son imprescindibles en materia de RSC según las entidades internacionales, los gobiernos, las grandes empresas y muchísimas instituciones empresariales, pues que se note. No encontrarán personas más dispuestas a trabajar.

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