Respons(H)abilidades

La primera responsabilidad comienza con uno mismo

  • No hay empresas responsables ni instituciones responsables ni sociedad responsable sin personas responsables que sean hábiles para responder y responderse a sí mismas

Aunque nada cambie, si yo cambio todo cambia". Esta frase de Honoré Balzac marcó un momento transformador de mi vida y hoy me da un buen comienzo para este artículo. Es una certeza cada vez más firme que tengo: el origen de cualquier cambio hacia lo que yo quiera conseguir está en mí. Así que la primera responsabilidad, o la primera habilidad para responder, es conmigo misma, y después con los demás, porque si no simplemente no habrá cambio posible, y sin cambio no habrá mejora.

La sociedad no cambia, ni una organización puede gestionar la multitud de situaciones que le empujan en el incesante cambio al que está sometida, ni siquiera una familia puede adaptarse a la evolución cambiante que significa vivir, si sus miembros no cambian en sí mismos. Es una obviedad que sin embargo se nos olvida bastante. Quizás por eso cuando nos bloqueamos andamos por el mundo esperando que cambien los demás, soñando que nos toca la lotería, que el amor llama a nuestra puerta o que de pronto nos ofrecen un trabajo. Así, como caído del cielo. Y mientras tanto, ¿qué hacemos con nosotros mismos por dentro? ¿Qué pensamientos tenemos? ¿Qué actitudes ponemos en marcha?

Esto me recuerda otra fantástica frase del genial Albert Einstein: "Si quieres resultados diferentes no hagas siempre lo mismo, muchos son los que quieren mejorar sin cambiar nada". Pues eso.

La lógica aplastante que se deriva de este pensamiento viene a darnos el principal elemento de la fórmula magistral para conseguir mejores empresas, mejores instituciones y una mejor sociedad en general: necesitamos mejores seres humanos. ¡Ahí es nada! Y claro, otra vez la lógica nos da la pauta a cada uno de nosotros: yo misma, y usted que lee este artículo, somos parte de todos esos seres humanos que nos necesitamos mutuamente para lograr el cambio global. Nadie está exento de responsabilidad.

Querer ver belleza genera belleza

Esta semana hemos tenido un ejemplo vital impresionante. Nos lo ha dado Patricia, la madre del pequeño Gabriel cuya muerte ha revuelto las emociones y las conciencias de millones de personas. En un momento vital insoportable para una madre como es sobrevivir a su hijo, esta mujer ha decidido ver la belleza por encima de la monstruosidad, y ha pedido que todos hagamos lo mismo y no nos dejemos llevar por la rabia. Porque la memoria de Gabriel no se merece engendrar odio, todo lo contrario.

Y claro que Patricia pasará en su duelo por la incomprensión y la ira. Y claro que ve la monstruosidad que le ha arrebatado a Gabriel. Y a pesar de todo ella decide quedarse con la solidaridad y la bondad que se ha generado alrededor de su pérdida. Ella es un ser humano excepcional de los que generan cambios a su alrededor, de los que hacen mejores personas a todos los demás. Porque querer ver belleza, genera belleza.

"Hay esperanza en las personas, no en la sociedad"

Hoy me dejo llevar por esas frases inspiradoras que llegan a nosotros casi a diario, en esta ocasión del escritor y filósofo indio Jiddu Krishnamuti: "Hay esperanza en los hombres, no en la sociedad, ni en los sistemas religiosos organizados, sino en ti y en mí. La única esperanza para cualquier mejora, para cualquier cambio en el mundo está en ti y en mí. Ahí es donde reside la auténtica esperanza; si nosotros cambiamos, si nos hacemos mejores seres humanos, entonces naturalmente todo se hace mejor a nuestro alrededor".

Ahora saquen sus propias conclusiones, y si tienen tiempo, les recomiendo que indaguen en internet y conozcan los pensamientos de este otro ser humano excepcional. En realidad, no lo duden, estamos rodeados.

La repercusión infinita que nos une

Hace tiempo que dejé de creer en las casualidades. Cuanto más me conozco a mí misma, más capacidad adquiero para ver que los acontecimientos son causalidades, que no es lo mismo. Hay quienes me dicen que eso es como creer en las hadas, como si no fuera posible, y me parece que no pueden estar más equivocados, porque además yo sí que creo que las hadas existen y están entre nosotros, como Patricia o el maestro Krishnamuti.

Una de esas causalidades llegó en forma de enlace a un artículo recibido por WhatsApp mientras escribía éste, de otra hada llamada Marta. Me sorprendió por el sugerente título: Las quejas son un veneno para el cerebro. La autora, Jennifer Delgado -por si lo quieren buscar y leerlo completo-, describe el funcionamiento neuronal del cerebro cuando nos quejamos, y el deterioro que literalmente produce en nosotros cuando se convierte en hábito. Sobre todo, me resonó de nuevo cómo afecta negativamente a los demás, también neuronalmente, cuando nos escuchan quejarnos.

Todos los seres humanos nos repercutimos mutuamente, así que la responsabilidad con uno mismo es también por los demás. Y claro que podemos quejarnos, siempre y cuando eso no se convierta en un hábito neuronal que pueda llegar a esclavizarnos.

Y como la cosa hoy va de citas, quiero acabar con otra, las palabras con las que la propia Jennifer Delgado acaba su artículo: "El universo es caótico, a veces pasan cosas malas e impredecibles sobre las que no tenemos ningún control. Podemos sentarnos a lamentarnos o podemos asumir una actitud proactiva y preguntarnos qué podemos hacer para lidiar de la mejor manera posible con los problemas y aprender de ellos. La decisión está en nuestras manos". Me gustaría añadir que esa decisión nos afecta a todos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios