Huelva

Un ponche con gran tradición

  • Al melocotón, el vino, la canela y el azúcar se le suma un ingrediente secreto que lo hace único

Un ponche de El navajazo es un clásico

Un ponche de El navajazo es un clásico / J. Correa

CARGADO de tradición regresa el ponche de El Navajazo, uno de los espacios mas emblemáticos de las Colombinas de Huelva. Allá por el año 1929, la familia Vizcaíno dio a conocer a la población onubense su exquisito elixir y la fórmula se ha transmitido de padres a hijos hasta el día de hoy. El Navajazo se divide, desde hace prácticamente dos décadas, en el chiringuito, regentado por Manuel, y la caseta, donde se encuentra su hermano Joaquín, denominada Paquito Vizcaíno, en memoria de su padre y su hermano fallecido.

Tal segmentación vino precedida por la gran afluencia de público que experimentaban en las diferentes ferias onubenses y, especialmente, en las Colombinas. Joaquín comenta que el ponche se compone de "vino de gran calidad, azúcar, canela, trozos de melocotón y el gran secreto".

El gran atractivo que genera esta popular bebida entre los onubenses propicia que se empleen 4.000 litros de vino en cada una de las dos casetas, por lo que deben reponerse los tanques a los tres días de comenzar las fiestas.

El proceso consta de una serie de pasos hechos con mucho mimo y dedicación. En primer lugar, se recoge el vino procedente de los tanques. Seguidamente, se le añade el azúcar y la canela. Mientras, tres trabajadores se encargan de pelar melocotones con un corte fino para poder distribuirlos adecuadamente en los vasos. Durante el desarrollo, se introduce el ingrediente secreto que hace de este emplazamiento uno de los espacios más genuinos del recinto. El último paso es su mantenimiento en una cámara frigorífica, puesto que con el calor típico de verano, una bebida que cree un ambiente gélido es fundamental.

No sólo se ofrece ponche a los visitantes. Los más de 40 trabajadores distribuidos entre los dos espacios, ponen a disposición de todo aquel que decide pararse en El Navajazo una amplia carta con montaditos, tapas, bolsas de patatas, refrescos o cervezas. Sin embargo, tal y como reconocieron dos amigos que tomaban este elixir en torno a las 21:00, antes de que hubiera una gran actividad, "el principal atractivo es el ponche, sin lugar a dudas".

A lo largo de la noche, familias y grupos de amigos se dejaron ver por ambas casetas y prácticamente nadie salía de allí sin probar dicha bebida.

Para Miguel Ángel González, quien junto a su familia acudía un año más para degustar el líquido, "las Colombinas no empiezan hasta que no te tomas el ponche de El Navajazo", a lo que añadió que, "realmente, ningún día de feria es lo mismo sin esta bebida".

Para los jóvenes tampoco pasa desapercibido este espacio. Álvaro Domínguez, acompañado de sus amigos de toda la vida, se detiene ante la fachada de la caseta para cerciorarse de que es el lugar que su familia le ha recomendado. "Mis padres llevaban varios años recomendándome este lugar, pero es la primera vez que vengo". Tras pedir su ponche y dar el primer sorbo a la bebida, una sonrisa se atisba en su cara, al igual que en la de sus amigos. El Navajazo suma en torno a cinco clientes más para próximas fechas. "Tiene algo especial, pero no logro adivinar el qué", resume Álvaro. Tras tratar de informarse sobre los ingredientes, recibe la misma respuesta que todos: "El secreto no se dice".

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