Ponce insta a los “ricos” a aportar “unas pesetas” para construir escuelas en Huelva
Crónicas de otra Huelva
El periodista onubense dice que si un día tuviera poder obligaría a todo el que pasara de un capital conveniente a construir una escuela de primera enseñanza y otra de aprendices con un taller para las prácticas
La Introducción
INSTRUCCIÓN PÚBLICA
Falta de recursos y de compromiso moral
Ahora que se avecina el inicio del nuevo curso escolar viene a colación este artículo en el que Ponce Bernal denuncia un problema recurrente en la Huelva de entonces: la falta de escuelas para acoger a todos los niños. Aunque reconoce los esfuerzos municipales, subraya que siguen siendo insuficientes y que cada año muchos se quedan sin instrucción. Su crítica pone el dedo en dos llagas, podríamos decir. Por un lado, hacia la indiferencia social: la gente se limita a quejarse del Ayuntamiento sin asumir responsabilidad, pero no se moviliza ni ofrece soluciones. Por otro, hacia los ricos locales, a su avaricia. Les acusa de despilfarrar (el Hispano era la marca prestigiosa de la época, un automóvil de lujo), en lugar de invertir en algo duradero y prestigioso, como construir una escuela. Denuncia, pues, no solo la falta de recursos, sino también la falta de compromiso moral de las élites.
La “solución utópica” del periodista —que cada rico construyera y mantuviera una escuela, un centro de aprendices y un taller— combina la denuncia social con su habitual tono irónico. Es un texto que muestra con bastante fuerza la tensión entre lo público y lo privado, entre la necesidad educativa de los niños, la incapacidad de los gobernantes y la indiferencia de los más favorecidos.
En definitiva, Ponce Bernal denuncia la vigencia de un problema que en 1930 era urgente. Como suele ocurrir en sus escritos, muestra un sentimiento de frustración ante la repetición del conflicto desafiando al lector y a la clase adinerada y poniendo en sus manos una posible solución ante la incapacidad de los gobiernos, también por su presupuesto limitado .
Más tarde, la II República afrontaría con valentía el asunto, poniendo en marcha un ambicioso proyecto de reforma por el que se creaba una escuela pública, laica, gratuita y obligatoria, que puso al alumno como protagonista de su aprendizaje a través de una pedagogía innovadora inspirada en la Institución Libre de Enseñanza. Se crearon miles de escuelas y se dignificó la figura del maestro, mejorando su formación y su salario. Las llamadas Misiones Pedagógicas llevaron la cultura al mundo rural, implantaron la educación mixta y se suprimió la obligatoriedad de la enseñanza religiosa. Los objetivos eran democratizar el acceso a la cultura y eliminar el analfabetismo.
La obsesión de Ponce Bernal por la educación es una constante en su obra. Recordemos que, además, impulsó la creación del Ateneo Popular de Huelva. Según publicaba el periodista almonteño Rafael Torres Endrina en Heraldo de Madrid el 12 de julio de 1928, el centro fue ideado en el café La Perla por un grupo de amigos: Manuel Sanz Hernández, empleado; Manuel del Río y Gonzalo Leandro, camareros; Domingo Navarro, panadero; José Ponce Bernal, escritor; José Trigo Durán y Enrique Andivia, metalúrgicos; y el propio Torres Endrina, que entonces ya dirigía El Defensor. Esta diversidad de profesiones explica el sentido que quería darse al nuevo centro cultural: atender la educación de las clases modestas para que obreros e intelectuales por igual tuvieran acceso a una instrucción y a una biblioteca.
Si el calendario no miente estamos metidos ya en las postrimerías del mes de agosto. Esto pasa todos los años.
Y también pasa todos los años que por estas fechas se plantea un problema local que no se resuelve ni se resolverá en mucho tiempo.
Se echa encima septiembre y con él la reapertura de las escuelas de primera enseñanza. Inmediatamente surgirá la cuestión de los centenares de chiquillos que se quedarán en la calle sin poder acudir a recibir instrucción.
Se ha conseguido algo, y cada año llevamos de resolver una parte del conflicto con los últimos grupos escolares construidos a expensas del Municipio. Esto es algo y por ello merecen plácemes los Ayuntamientos que acordaron su construcción.
Con todo ello, sin embargo, el problema queda en pie. Este año volverán a quedarse muchos chiquillos en el arroyo. Faltan locales para escuelas en las que los pequeños huelvanitos vayan adquiriendo nociones de ciudadanía. Lo más grave del caso es que las gentes ven esto con indiferencia y, a lo más, se limitan a criticar al Ayuntamiento porque no atiende suficientemente estas necesidades. Esto es muy cómodo y muy vergonzoso. Sucede con el Ayuntamiento como con el Estado. Todo lo esperamos de ellos sin tener en cuenta que por poderosa que sea la capacidad económica de estos organismos es limitada, y sus obligaciones incontables.
El problema, por otra parte, es inaplazable… Al comentarista se le ocurre una solución utópica (Utopía, según el Diccionario de la R. Academia de la Lengua: plan, proyecto, doctrina o sistema halagüeño, pero irrealizable).
Todavía no se ha dado el caso, en Huelva, al menos que nosotros sepamos, de que un señor con dinero —de los muchos señores que lo tienen— haya tenido la delicadeza de gastarse unas pesetas en hacer una escuela y dotarla de los elementos necesarios para dar enseñanza.
La generalidad de estos acaudalados son tan avaros y están tan monetalizados que no saben procurarse un placer o una vanidad, pues ¿qué alegría mayor, qué orgullo más grande se puede ambicionar que oír constantemente: “La Escuela de Tal, el colegio de Don Fulano”, o cosas semejantes?
Si alguna vez “Blanqui-Azul” tuviera poder, obligaría a cada rico, en cuanto pasara de un capital conveniente, a construir una escuela de primera enseñanza, otra de aprendices, y un taller para regalarlo a los alumnos de aquéllas.
Todo esto se hace con menos dinero que cuesta un «Hispano». Y en Huelva hay muchos autos.
Pero esto es soñar… El periodista apuesta doble contra sencillo a que no hay un rico en Huelva que se gaste un céntimo en construir una escuela para los chicos pobres.
Si tenemos salud, al año que viene volverá el periodista a reproducir estas líneas.
Blanqui-Azul
Diario de Huelva, 27-08-1930
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