Ponce cuenta a los onubenses el caso de un anciano que utiliza su edad para ganar dinero

Crónicas de otra Huelva

Mezcla la crónica de color, la sátira social y el comentario cultural; usa el caso de Zaro Agha para hablar de credulidad, vanidad, literatura olvidada y del espíritu mercantil de EE UU en 1930

Ponce critica duramente la desidia de los gobernantes del Ayuntamiento de Huelva en 1930

Vista panorámica de la ciudad de Huelva.
Vista panorámica de la ciudad de Huelva. / M. G.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza

22 de septiembre 2025 - 06:00

La introducción

El precedente del espectáculo mediático

Reflexión lúdica sobre el tiempo, la verdad y la vanidad humana.

Zaro Agha fue un personaje real que causó sensación mediática en EEUU y Ponce quiso que sus lectores de Diario de Huelva conocieran el caso. En aquella época, la prensa disfrutaba de estos personajes “fenómeno”, mitad curiosidad científica y mitad espectáculo circense. Aunque inmersa en la Gran Depresión, Norteamérica era vista como “la tierra de las posibilidades” (tal como ironiza el artículo). Lo retrata como el país donde “todo es posible”, pero también como un lugar de credulidad y mercantilismo: el verdadero rejuvenecimiento de Zaro Agha sería su enriquecimiento, no su edad.

Blanqui-Azul usa el tono irónico y humorístico acostumbrado. Juega con la incredulidad y ridiculiza tanto la exageración como la credulidad del público. Más que comprobar si Zaro Agha tenía 156 años, lo relevante era el espectáculo mediático que generaba.

Introduce un tópico cultural de la época sobre la vanidad femenina respecto a los años, un estereotipo bastante común en la prensa de entonces. Refleja la fascinación del momento por la longevidad y la medicina moderna, pero también el miedo a los engaños y fraudes. El chiste sobre la edad de las mujeres revela el machismo cotidiano que se daba y lo usa como recurso humorístico sin cuestionarlo.

El rejuvenecimiento como sátira: se mezcla ciencia ficticia (cabello que vuelve a crecer negro, teoría de la vida al revés) con referencias literarias, como la novela de Becerro de Bengoa. La referencia a la literatura vasca olvidada muestra erudición: el autor enlaza lo anecdótico con un imaginario literario y filosófico más amplio (el ciclo de la vida invertido). Esta inspiración en la literatura previa anticipa temas que después popularizaría, por ejemplo, El curioso caso de Benjamin Button, de Scott Fitzgerald, que David Fincher llevaría más tarde a la gran pantalla, en un largometraje protagonizada por Brad Pitt y Cate Blanchett. Tiene también ecos satíricos de Valle Inclán (esperpento del envejecimiento).

Hoy lo asociaríamos con el marketing de la longevidad, la biotecnología y la obsesión moderna con “revertir el envejecimiento” (antiaging, criogenia, biohacking). Lo que entonces era curiosidad de feria hoy se intenta respaldar con ciencia, aunque con promesas igualmente cuestionables. La ironía del autor sigue vigente: quizá lo que más “rejuvenece” no es la ciencia, sino el dinero que se obtiene explotando estas historias.

También es muy propio de nuestro autor buscar la complicidad del lector (como usted y como yo). Con tono burlón y coloquial juega con lo verosímil y lo inverosímil: aceptar la posibilidad de los 150 años o desmontarla con sarcasmo. Ponce no se compromete con la verdad, disfruta del relato como espectáculo. Seguro que encandilaba a sus lectores de Huelva con estas historias.

En resumen, este artículo es una mezcla de crónica satírica social con elementos fantásticos que usa el caso de Zaro Agha para hablar de credulidad, vanidad, literatura olvidada y del espíritu mercantil de EEUU en 1930.

¿No conocen ustedes el caso de Zaro Agha? Zaro Agha es ese turco que ha ido a los Estados Unidos a industrializar sus 156 años cumplidos. Naturalmente, no bien pisó tierras americanas se crearon en torno al turco dos partidos: el de los que creen en el siglo y medio corridito de Zaro y el de los que afirman que es un hábil simulador que no pasa de noventa años. Opiniones, intensas campañas de prensa, técnicos de seguros y expertos médicos son la colmena abigarrada que zumba en torno al viejo, Zaro Agha, encantado como usted y como yo en su casa.

Realmente, el problema es inédito en un hombre. Si Zaro Agha fuera mujer no habría caso. La mujer no ha dicho todavía su edad cuando la necia pedantería analiza la semiverdad que va diciendo. O bien, pasado ya el cabo de los cincuenta sin llegar a ser vieja bien conservada y la mujer añade a su edad verdadera todos los años que se quitó durante la etapa precedente.

Zaro Agha , no: él asegura que nació en 1774 y no hay quien pueda probarle lo contrario. En aquella época, y en Turquía, no había Registro Civil. Zaro Agha pudo decir que nació en 1674 y habríamos de creerlo…

Pero hay algo que viene a complicar la situación. Zaro Agha se quedó calvo en 1830. Y ahora —le dicen los médicos yanquis- le está saliendo un hermoso pelo negro. Es decir, que Zaro Agha se rejuvenece y, tal vez, al cumplir los 300 años, será un pollo pera para el año 2074. Y un mozalbete el año 3.000 y un niño de pecho en 3.100.

Blanqui-Azul. Diario de Huelva, 29-09-1930
Blanqui-Azul. Diario de Huelva, 29-09-1930

Ricardo Becerro de Bengoa—el olvidado literato alavés,—publicó hace bastantes años una novelita: “El recién nacido” que prevé el caso del otomano Zaro. Allí un viejo vasco, mediante una equivocada transfusión de sangre venosa en las arterias, invierte el ciclo vital y cuanto más viejo es en el tiempo más joven resulta en la persona. Finalmente, al cumplir los 200 años, muere helado, entre nieve, cuando es un recién nacido…

¿Estamos con Zaro Agha en este caso? ¿Ha comenzado Zaro Agha, ahora, al llegar a la tercera infancia a vivir al revés? Tras del pelo negro que reaparece ¿empezarán a desaparecer arrugas, encanecimientos, alifafes y un día—no sabemos cuál—todo depende de la velocidad del rejuvenecimiento—, será Zaro Agha un recién nacido, y un feto más tarde y una célula al fin…?

Todo es posible en aquel país norteamericano de las “posibilidades”. Pero lo más cierto será que Zaro Agha se enriquezca. Y entonces vivirá menos. El oro no es precisamente la fuente de Jouvence.

Blanqui-Azul. Diario de Huelva, 29-09-1930

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