Ponce Bernal pedía sacar la ciencia de la austeridad de las aulas a la cálida luz de la calle y repartir así entre los pobres del saber el pan del pensamiento
Crónicas de otra Huelva
Cuando el curso escolar comenzaba en Huelva, el periodista aprovechaba para resaltar la importancia de la educación de los jóvenes y de toda la población para la prosperidad de los onubenses
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La educación de los onubenses, una de sus obsesiones
La formación y la educación formaban parte de las obsesiones de José Ponce Bernal. No solo sus ganas de aprender y de instruirse, sino la formación del pueblo. No perdía la ocasión de hablar de la escuela, de la instrucción de los jóvenes, de la importancia de leer, de leer mucho. Hace unos meses publicamos un artículo sobre la apertura del curso académico 1928-29. Hoy reproducimos el que escribiera un año antes, previo a la apertura del curso 1927-28. Diario de Huelva publicaba un extenso reportaje dando detalle del acto solemne que se había celebrado, probablemente escrito por él, precedido de una columna que firmaba con su seudónimo. Define perfectamente lo que él entendía que debía ser la educación al servicio de la sociedad.
Responsabiliza al Estado de la educación del pueblo y le exigía poner a su disposición todos los recursos que fueran necesarios para fomentar la cultura y modernizar el sistema educativo. Compromete al profesorado en el objetivo; y a la sociedad, como garante de aportar el calor para lograr el éxito. No deja duda alguna sobre su manera de pensar y de ver en la educación la solución a muchos conflictos sociales. Preconiza lo que cuatro años más tarde la II República emprendería con respecto a las reformas educativas, adelantándose a las ideas de los que llevarían a la práctica el desarrollo de las escuelas en España. De hecho, varios artículos de la Constitución de 1931 (26, 48, 49 y 50) comprometían al Estado en esa tarea educativa accesible al común de la población.
De todos modos, la dictadura de Primo de Rivera mostró ya en estos momentos una preocupación por la instrucción pública (véase la tesis doctoral de Ramón López Martín, “Educación e ideología en la dictadura de Primo de Rivera”, de la Universidad de Valencia) y llegó a poner en marcha una política de construcción de centros escolares. La ayuda del Estado a cada nueva unidad se traducía en una donación de 10.000 pesetas. Para la provincia de Huelva se aprobaron varios proyectos, algunos en la capital; y otros, en municipios como Ayamonte, Zalamea, Moguer o La Palma del Condado, como recogen los autores de “La represión en el magisterio republicano en Huelva”, Manuel Reyes Santana y José Juan de Paz.
Pero el esfuerzo seguía siendo insuficiente y el absentismo escolar muy preocupante. Muchos niños eran empleados a muy temprana edad como aprendices o ayudantes de sus propios padres para ayudar con un complemento a las economías familiares. En torno a la mitad de los chicos matriculados no asistía a las clases. Teniendo en cuenta que no todos se matriculaban, el problema era de una gravedad extrema.
La edificación de escuelas y la concesión de premios y pensiones a la juventud estudiosa, la instalación de bibliotecas populares habían de influir de manera notoria en el progreso de la ciudad. En los artículos dedicados al maestro Luis Bello vimos ese ímpetu con que Blanqui-Azul abordaba estos asuntos. Desde muy joven se implicó en la noble tarea, ya que fue uno de los fundadores del Ateneo Popular de Huelva, cuestión que abordaremos otro día.
La fecha está dedicada a la diosa de la sabiduría y de la juventud a la que enciende la brillantez del pensamiento, a la que descorre los velos de la ignorancia, a la sembradora de ideas, la gran maestra, en fin, de los hombres.
Ningún pueblo será grande por muchas que sean sus riquezas, si no comparte el poder del oro con el poder de la inteligencia. Así, el día que España tuvo su ciencia, fue grande y poderosa. Así, el día en que la rutina apagó los faros de la ilustración, cayó en la postración y en la indiferencia.
Y conste que nosotros no creemos que el problema sea unilateral. Mucho, muchísimo debe hacer el Estado hasta llegar a colocar nuestros centros de cultura al nivel que le corresponden, pero mucho también tiene que hacer el profesorado para modernizar la enseñanza y que la cosecha espiritual no se malogre. Y mucho asimismo la conciencia social sin cuyo calor las mejores empresas fracasan.
Ojalá pudiéramos señalar la fecha como punto de partida de la nueva vida escolar: pero si ello no es posible porque no se remedian de una vez los errores de muchos años, procuremos al menos que se vulgaricen los problemas, que la opinión apoye los gastos destinados a instrucción y que la cátedra responda, con una labor activa, sacando la ciencia de la austeridad de las aulas a la cálida luz de la calle y repartiendo generosamente entre los pobres del saber el pan del pensamiento.
BLANQUI-AZUL
Diario de Huelva, 2-10-1927
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