La paz salvaje del Parque Nacional
Un enclave turístico lleno de belleza pero desconocido para la mayoría de turistas y veraneantes
Una inmensa sensación de paz y de calma invade al visitante que se decida por la playa de Doñana para disfrutar del paraje natural y del mar. Dunas bajas con escasa vegetación se disponen al final de la playa haciendo de barrera natural entre el interior del parque y los muchos metros de arena blanca y fina que llevan hasta el agua. Estamos en el Parque Nacional de Doñana y se nota. Todo es salvaje y perfecto, solo dos chozas de pescadores siguen en pie, vestigios de una época pasada en la que la existencia de estas viviendas algo rudimentarias era habitual y formaban parte del devenir de esta zona de especial valor natural.
En una de estas chozas pasan muchos días de verano Cristo, Chari y Juana, junto con la pequeña Lola, ya que el rancho Mona, como se conoce popularmente a la vivienda, es del abuelo de Cristo y Chari. Con agua proveniente de un pozo y electricidad de placas solares, esta familia que viene desde Pilas disfruta en una playa única de una estancia peculiar, y las tres integrantes del grupo aseguraron que seguirán viniendo a esta zona costera cada verano, además de acudir en invierno a la choza de su abuelo, que tiene en mitad de la arena su barca para salir a pescar.
También conocida como la playa de los Palos, ya que unos barrotes de madera separan este enclave de la playa del núcleo costero de Mataslascañas, en ella es habitual el cruce de vehículos todoterreno de empresas de turismo de naturaleza que vienen desde el interior del parque y se acercan hasta el litoral para que el visitante se haga una idea completa de la magnitud de Doñana. Los bañistas tienen muy claros los motivos por los que acuden a este lugar. La tranquilidad es una de las ventajas más significativas, algo que no dudan Julio y Mónica, una joven pareja que se desplazó desde Sevilla para echar un día de relax y disfrute con sus hijos. Mónica comentó que, aunque tengan que "andar un poco, se está mucho más tranquilo y es más limpio" que otros lugares costeros. Lo mismo les ocurre a Nieves y Joaquina, dos amigas que residen durante el verano en un apartamento de Matalascañas pero que se acercan hasta esta playa para disfrutar de la paz del lugar. Además, Nieves comentó que acudía a Doñana desde hace muchos años, cuando había más chozas de pescadores diseminadas por la zona en dirección a Torrecarboneras, hace más o menos unos cuarenta años. Como Nieves decía, "aquí nos hemos criado", y cada vez que puede se desplaza a la zona para disfrutar del baño y del sol. Nieves recalcó que la arena es de una calidad superior, muy fina y en grandes cantidades, algo que no se puede encontrar en cualquier playa.
En el paraje hay cabida para todos. Así, además de familias y parejas, las pandillas de amigos también se diseminan por la amplia orilla. Javier, Ignacio, Jaime, Daniel y Carlota forman parte de una reunión de adolescentes que pasan el verano en la zona conocida como Pueblo Andaluz, en Matalascañas, y decidieron pasar la jornada en la playa de Doñana. El motivo lo tuvieron claro, pasar el día entero en la orilla en un lugar en el que se está muy tranquilo. Neveras con bebida y comida, así como diversos juegos acompañaron a los jóvenes que, además, declararon que aprovechan la estancia para adentrarse por las dunas y dar un paseo por el parque.
La belleza y las bondades del paraje costero son evidentes y no han pasado desapercibidas para una familia de cubanos que viene desde Sevilla y Madrid a la Playa del Coto, otro de los sobrenombres por los que es conocida esta parte del litoral. Aquí, la presencia de lo salvaje y la fuerza de la naturaleza gana a la mano del hombre. A la vista está por la grandiosidad y delicadeza de un paraje natural que se une sin fisuras con las aguas atlánticas.
1 Comentario