El paro tiene nombre y apellidos
Detrás de los datos del desempleo se esconden las historias dramáticas de miles de onubenses, muchos de ellos jóvenes, que no pueden hacer frente al pago de sus desorbitadas hipotecas
Los abrumadores datos del incremento del desempleo encierran más allá de los números historias de rostro amargo, de supervivencia y lucha diaria de muchos onubenses con nombres y apellidos. Son malos tiempos para la lírica, para encontrar un trabajo con el que llevarse comida a la boca y pagar el techo bajo el que vivir, mientras la crisis, impía, se ceba en los bolsillos de los más vulnerables.
Basta con dar un paseo matinal por la puerta de la oficina del Servicio Público de Empleo Estatal de Santa Marta para encontrar historias como la de Encarna González, una joven desempleada a la que está costando encontrar un trabajo: "Mi hipoteca es de 600 euros, la mitad del sueldo de mi marido", por lo que "nos privamos de cosillas y, si no podemos viajar o salir, pues nos aguantamos". Ambos tienen un hijo de cinco años, "lo que supone un gasto extra". Ya lleva dos años parada pero "no cobro el subsidio de desempleo".
Más dramático es el relato de Antonia Mores, separada y con una hija pequeña. Está en situación de desempleo forzoso porque "el hotel en el que trabajo ha cerrado, aunque dicen que abrirá en abril de nuevo y me volverán a contratar". Además, "sólo me quedan 29 días de prestación por desempleo" y vive junto a dos de sus hermanas, su pequeña y sus sobrinas en el domicilio paterno. "Mi padre es el único que trabaja en casa y cobra 600 euros y mi madre está enferma, ya no sé ni lo que es salir o tomarme un café". Entretanto hace lo que puede y "voy a una casa a limpiar un día a la semana".
El sector turístico y su estacionalidad ha dejado en la calle a muchos trabajadores ahora que andamos en plena temporada baja. Sara Arana se dedicaba a hacer limpieza por horas pero lo dejó por un empleo eventual en un hotel. Sin embargo, "me despidieron cuando acabó el verano, había poca clientela". También es madre de un niño de cuatro años, aunque su pareja trabaja "y vivimos de alquiler". Se considera afortunada porque "mis amigos pagan 800 euros o 1.000 por la hipoteca y a todo esto hay que añadir la comida, la luz, el agua, la contribución, el vestir... Y todo con sueldos chicos". La venta por catálogo le da para sacar un dinerillo mientras espera a que le llamen para trabajar. No hace mucho "me entrevistaron en una tienda de alimentación pero pedían muchos requisitos, como un curso informático avanzado; dentro de nada pedirán un título para coger una fregona".
Elías de Mora es recepcionista en un hotel y también se ha quedado en la calle de momento. Pretende aprovechar este compás de espera para "hacer un curso de FPO y ver si puedo mejorar". También se siente un privilegiado porque no hace frente a ninguna letra y vive en casa de sus padres, "como mucha gente".
Juan José Orta fue despedido de la empresa de una bombeo de hormigón el 14 de noviembre porque ésta no podía hacer frente a su contrato y "cerrará en dos meses por la crisis". Paga una hipoteca y un coche, pero "en 15 días probablemente empezaré a trabajar".Eso sí, no le ha resultado tan sencillo como en otras ocasiones conseguir un empleo y "a todos los lugares donde he ido a dejar el curriculum me han dicho que ayer echaron a cuatro o que la semana que viene despedirían a más gente".
En casa de Pilar Vázquez, administrativo, ni su marido ni ella tienen un empleo. Acaba de ser despedida de una tienda de ropa en la que cubría una baja y él de su empresa de construcción hace un mes: "Venía flaqueando en sueldo desde junio, no le pagaban. Hemos aguantado hasta que hemos podido". Han ido a buscar trabajo el campo, pero "echamos cuentas y vimos que no nos compensa; él cobraría allí 600 euros y de paro percibe unos 900". Así que están decididos a aguantar un poco "para ver si nos sale algo mejor". También relató el caso de su hermano, que "ha empezado a trabajar en las naranjas porque vive con mi hermana, que está enferma y recibe una pensión no contributiva de 300 euros y tiene un niño, con eso no viven los tres". El chico es soldador y mecánico, pero no encuentra "nada de los suyo". Una situación similar es la que vive la joven onubense de 19 años Rosario Suárez. "Tengo estudios de administrativo, muchos cursos y prácticas, pero no me llaman de ninguna parte". Vive con su madre y ambas hacen frente a la crisis "como podemos, pero creo que este año los Reyes no se van a pasar por mi casa". El día de mañana, como otros tantos jóvenes, querría independizarse, pero sabe bien que sin empleo, eso no es posible.
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