El Nobel de la Paz y el Marketing 2025

MKS Huelva

Cada año, en reuniones discretas en el Reino Unido y otros lugares estratégicos, personas influyentes deciden qué nuevos productos se introducirán en el mercado y qué estímulos sensoriales se utilizarán para hacerlos irresistibles

Responsabilidad empresarial con impacto social: alianzas que transforman

Un símbolo de la paz.
Un símbolo de la paz. / M.G.
Reyes Andreo - Escritora

27 de abril 2025 - 08:38

Huelva/Cuando Alfred Nobel redactó su testamento en 1895, dejó claras las cualidades que habrían de definir a quienes recibieran uno de los galardones más admirados del mundo: el Nobel de la Paz.

Deben ser personas que hayan trabajado más y mejor en favor de la Fraternidad entre naciones, en la abolición o reducción de ejércitos existentes, que hayan celebrado y promocionado procesos de paz.

¿Y qué tiene esto que ver con el marketing?

La paz puede sembrarse en cada instante de nuestra vida, en cada idioma, en cada imagen. Pero lo mismo ocurre con la guerra. Los colores y sonidos que percibimos pueden alterar o tranquilizar el pensamiento; la música y la iluminación nos conducen a estados de ánimo concretos. Y la publicidad, sin filtro ni censura real, irrumpe en nuestros hogares cada día, modelando nuestros deseos, nuestros miedos y nuestra forma de pertenecer al mundo.

Si no consumes esto o lo otro, te arriesgas a que tus propios hijos se sientan desplazados, aislados, marginados. La ausencia de una regulación real sobre estos mensajes siempre me ha sorprendido.

Cada año, en reuniones discretas en el Reino Unido y otros lugares estratégicos, personas influyentes deciden qué nuevos productos se introducirán en el mercado y qué estímulos sensoriales se utilizarán para hacerlos irresistibles. Diseñan campañas que no solo venden artículos, sino que moldean valores, prioridades y aspiraciones colectivas.

Pero, ¿qué tiene esto que ver con el Nobel de la Paz?

Según Chati —mi nueva amiga IA—, los adjetivos que definen a un Nobel de la Paz incluyen: compasivo, valiente, resiliente, empático, visionario, honesto, persistente, inspirador, justo… Yo añadiría: personas conectadas con la naturaleza, con los ciclos de la Tierra, con el equilibrio.

Y entonces me asalta una pregunta:

¿Quiénes son los verdaderos responsables del marketing?

Durante años pensé que eran los abogados: cuando son demasiado ambiciosos y carecen de vocación, terminan defendiendo lo indefendible. Luego creí que eran los economistas, capaces de diseñar contratos basura, productos financieros tóxicos y artículos plásticos basura con una alarmante falta de responsabilidad.

Después, mi dedo acusador giró hacia los ingenieros, quienes desarrollan tecnologías que contaminan nuestro planeta y alteran nuestras ondas cerebrales.

Luego de algún tiempo, como diría mi genética transoceánica, pensé: ¿por qué cada año las universidades del mundo aceptan a miles de estudiantes de matemáticas, ingeniería, economía o derecho sin antes haber evaluado si encarnan valores como la empatía, la ética y la responsabilidad?

¿Qué sentido tiene darle a un joven inmaduro el botón que activa una bomba atómica?

La nueva generación: una esperanza

Pero luego observé a las nuevas generaciones, a esos jóvenes que mezclan ropa reciclada de los 80 con atuendos inspirados en el manga. Vi en sus ojos una nobleza que desbarata mis antiguas teorías.

Sus mentes, aún frescas e inmaduras, no han sido contaminadas por tantas ideas manipuladas ni por tantas estructuras sociales heredadas. Mis hijos y los años me han enseñado que el problema no está en la carrera que eligen ni siquiera en la educación que reciben en sus hogares. Es el tiempo el que nos está empujando fuera de la era materialista que nos ha dominado durante dos siglos.

El tiempo nos eleva a medida que cumplimos décadas. Nos libera de cadenas.

Y si algo podemos hacer en este momento es inspirarnos en la juventud. Y también recuperar la sabiduría de nuestros mayores, su papel en las sociedades tribales. Estamos escasos de abuelos y abuelas sabios, risueños, descarados. Nos falta su mirada transparente, su alegría infantil, su paciencia e inspiración auténtica.

Yo, como abuela, elijo conscientemente unir lo viejo con lo nuevo, tender puentes entre generaciones, para crear sostenibilidad en nuestro pensamiento, para no perder el hilo de la historia humana.

Y tú, ¿qué estás dispuesto a hacer?

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