¡Que no te vendan la moto!
Club MKS Huelva
Cómo detectar bulos en el márketing antes de caer en la trampa
¿Has recibido alguna vez un mensaje que aseguraba que tu crema hidratante contenía veneno, que Nutella provocaba cáncer o que Coca-Cola podía disolver una moneda? Si la respuesta es sí (y probablemente lo sea), ya has sido testigo de lo que pueden hacer los bulos en el márketing comercial.
En la era del clic fácil y el “me lo han mandado por WhatsApp”, las fake news se han convertido en una amenaza real para quienes intentamos consumir con cabeza. Porque ya no se trata solo de rumores políticos o estafas de herencias africanas. Hoy, muchos bulos apuntan directamente a nuestros hábitos de consumo: qué comemos, qué usamos, a quién compramos… y por qué no deberíamos hacerlo.
Cada vez más marcas sufren campañas de desinformación que buscan desprestigiarlas, confundirnos o, directamente, vendernos la moto. Y lo peor es que funciona: estudios recientes aseguran que hasta un 40 % de la población no se siente preparada para distinguir una noticia falsa de una verdadera.
Y es que no hablamos solo de anuncios cutres que gritan “milagro” en letras rojas. Hablamos de vídeos manipulados, titulares sensacionalistas, imágenes falsas y mensajes que se comparten como la pólvora sin que nadie los cuestione. Las redes sociales y aplicaciones de mensajería son el paraíso de estos bulos. El infierno, claro, llega después, cuando decidimos qué comprar, a quién creer y cómo actuamos.
Los efectos son dobles. Por un lado, las empresas honestas ven cómo su reputación se tambalea por una mentira bien contada. Por otro, las personas consumidoras nos encontramos rodeadas de dudas, rumores y promesas imposibles. Resultado: desconfianza generalizada, decisiones erróneas y, a veces, hasta riesgos para la salud.
Algunos ejemplos reales: cadenas de comida rápida acusadas falsamente de servir “gusanos” en sus menús, productos cosméticos señalados por contener sustancias peligrosas sin ninguna prueba, o marcas conocidas metidas en escándalos inexistentes. Y por si fuera poco, también hay quien usa estas mentiras para colarnos estafas, como cuando un anuncio falso aseguraba que un cantante famoso había sido detenido… solo para que pincharas en el enlace y acabaras en una web fraudulenta.
¿Cómo saber si nos están tomando el pelo?
Aunque no hay una receta mágica, hay señales que deberían ponernos en alerta:
- ¿El mensaje promete resultados milagrosos o habla de peligros extremos?
- ¿Viene sin fuente fiable o lo acompaña un enlace raro?
- ¿Te lo manda alguien diciendo “no sé si será verdad, pero por si acaso…”?
Si es así, lo más probable es que estés ante un bulo. Y aunque el instinto diga “compártelo ya”, la cabeza debe decir “espera, vamos a comprobarlo”.
¿Y qué podemos hacer?
Lo primero, sentido común: si algo suena demasiado bueno (o demasiado catastrófico) para ser verdad, probablemente no lo sea. Además:
- Verifica la fuente. ¿Quién lo dice? ¿Hay enlaces a medios confiables o solo a blogs oscuros?
- No compartas sin comprobar. Un clic de menos puede evitar muchos líos.
- Pregunta a profesionales. Hay organismos que se dedican a desmontar bulos, como Maldita.es o el canal oficial “Alerta Bulos” en Andalucía.
- Exige responsabilidad a las marcas. El márketing ético existe y hay muchas empresas que apuestan por la transparencia, la honestidad y el trato respetuoso. Apoyémoslas.
Y desde el lado de las marcas, también hay deberes: nada de exageraciones, ni promesas imposibles ni ataques encubiertos a la competencia. Quien hace márketing desde la verdad construye algo mucho más valioso que una venta: confianza.
Los bulos en el márketing son como ese amigo pesado que siempre exagera para llamar la atención. Te lo puedes creer una vez, puede que hasta dos… pero a la tercera ya no cuela. Por eso, como personas consumidoras, tenemos el poder de frenar la desinformación si dejamos de premiar el sensacionalismo y apostamos por informarnos mejor. Porque cuando compras con criterio, también haces política. Y cuando exiges verdad, haces un favor a todas las personas que vienen detrás.
Así que la próxima vez que alguien te diga que tu crema da cáncer, tu refresco corroe metal o tu champú tiene microchips... respira hondo, investiga un poco y, sobre todo, no te dejes vender la moto.
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