"Tenemos dos niños y volveremos a Moscú para que no olviden sus orígenes"
L.V.D. y M.S.D. viven felices junto a sus retoños, a los que no ocultan que son adoptados
Eran un matrimonio feliz, pero la naturaleza les negó la oportunidad de tener hijos cuando lo que más ilusión les hacía era crear una familia. Por ello L.V.D., natural de Trigueros, y M.S.D, de Sevilla, no dudaron a la hora de recurrir a la adopción internacional.
En un primer momento pensaron en Rumanía, país al que solicitaron la adopción de un pequeño, aunque "al final Rumanía cerró y nos ofrecieron la posibilidad de adoptar en Rusia y la aceptamos". Iniciaron los arduos trámites para formalizar la adopción y pensaron que, "ya que era muy difícil todo el proceso, podíamos adoptar a dos a la vez, que era nuestra idea inicial".
Presentaron entonces la solicitud de declaración de idoneidad a la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía, donde el matrimonio obtuvo la información necesaria para perfilar esta decisión. Posteriormente iniciaron un proceso de valoración para la declaración de idoneidad que obtuvieron después de pasar por una etapa de formación y otra de evaluación psicológica y social que determinó que estaban capacitados para ser padres adoptivos. Una vez obtenida la idoneidad, se pusieron en contacto con una Entidad Colaboradora de Adopción Internacional (ECAI) que les informó sobre todos los trámites que estaban por llegar.
El coste del proceso es elevado, entre otras cosas porque "todo el papeleo tiene que pasar por las manos de un notario y tienes que pagar el viaje y la estancia en Rusia". La ECAI, en contacto constante con el país, "te organiza el viaje y realiza las reservas en el hotel para que te den el visado".
La primera visita a la ciudad moscovita, que realizaron en compañía de dos matrimonios más de Cádiz y Málaga, visitaron el Ministerio de Infancia ruso, donde les enseñaron fotografías de los niños. "Con el mayor, que tenía tres años, no tuvimos ninguna duda, pero con el pequeño sí, porque tenía diez meses pero parecía un recién nacido, estaba muy mal de salud". Este contratiempo les hizo renunciar al crío y esperar una nueva asignación. Fue entonces cuando hallaron al pequeño de ocho meses.
Durante una semana, pudieron visitarlos tres o cuatro veces, y regresaron a España ilusionados pero sin ellos. Dos meses más tarde, el 21 de diciembre de 2003, regresaron a Moscú. El día de Navidad se celebró el juicio y "el día 26 ya teníamos a los niños con nosotros en el hotel".
Ahí empezó lo bueno. "Habíamos aprendido algo de ruso y así nos comunicábamos con el mayor, que el 31 de diciembre, Nochevieja, ya había aprendido a decir "papá" y "mamá" y no paraba de repetir: "Betis, caca; Sevilla, bueno", comenta la madre entre risas.
Al contrario de lo que el común de los mortales pudiera pensar, al mayor de los críos "le resultó muy fácil aprender español e incluso venía a casa una instructora rusa porque nos daba pena que perdiera su lengua natal". Sin embargo, para el pequeño "fue muy complicado y empezó a hablar muy tarde el español porque le supuso una ruptura total con la estructura del idioma ruso". La adaptación de los críos a la nueva situación "ha sido muy buena" y el mayor comenzó a ir enseguida a la guardería, donde aprendió la lengua castellana rápidamente.
L.V.D. y M.S.D. son a día de hoy plenamente felices y sólo "hemos notado el cambio en que antes lo teníamos todo muy ordenado y ahora es imposible". Nunca han ocultado a sus "cariñosos" hijos que son adoptados y tienen en mente "volver a Moscú para que no olviden sus orígenes, aunque esperaremos un poco a que crezcan más para hacerlo".
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