Hasta los muertos pagan la crisis

Una nueva tasa municipal gravará los nichos y sepulturas · Muchos familiares optan por no renovar las concesiones y proceden a incinerar los restos · Cada vez son menos los enterramientos que se realizan

La arboleda de la entrada del cementerio ha desaparecido.
La arboleda de la entrada del cementerio ha desaparecido.

02 de noviembre 2012 - 01:00

El gobierno municipal socialista de Marín Rite dio el primer paso, no conceder a perpetuidad ningún hueco en el cementerio. Ahora es el alcalde popular, Pedro Rodríguez, el que va un poco más allá gravando las concesiones administrativas con una tasa anual. Con ello nada se facilita a la cultura de mantener a nuestros difuntos hasta el final de los días. Las tesis ilustradas sacó los enterramientos del interior de las iglesias a finales del XVIII, por cuestión de salubridad para evitar las epidemias, ahora la crisis los quiere sacar del camposanto.

Todo está cambiado, se comprueba en un paseo por el cementerio, el mejor lugar para escuchar a los gorriones en sus pajareras de los cipreses, ya lo decía Juan Ramón Jiménez: "Yo me iré y seguirán los pájaros cantando".

Pues al paso que vamos sólo serán los restos de los hijos ilustres los que se conserven en sus mausoleos o en los pudrideros reales, como está don Juan de Borbón. A los simples mortales les toca ahora pagar una tasa anual. El Ayuntamiento resucita el viejo reducto de la tasa del cementerio, esa que se pagaba de un tirón para las concesiones administrativas de 6 o de 50 años, o para los 25 de los columbarios.

Con el nombre de tasa de mantenimiento se cobrará 10 euros anuales por cada nicho que hay en el cementerio. Cuenten y multipliquen (hemos pedido el número pero hasta el día de hoy no lo ha facilitado el Ayuntamiento) así sacará un buen pellizco que le van a dar a los muertos. Aquí no descansa nadie. El Ayuntamiento encuentra un nuevo camino no hacia el cielo, pero sí hacia la urna de recaudación para pagar esta crisis y tapar otros agujeros. La imaginación en este caso ha sido poco aplaudida. Porque eso de que es para mantenimiento del cementerio no se lo cree nadie. El estado actual del camposanto es de deterioro. Si al principio de la era Pedro Rodríguez se le dio un buen aspecto con ciertas mejoras, ahora se ha dejado de la mano de Dios. Ni se repone la arboleda de la entrada principal ni las palmeras devoradas por el picudo rojo ni los cipreses que se fueron talando. Sólo quedan los alcorques. En la capilla, un edificio singular de la ciudad, está que se cae, con los penachos desde hace años destruidos. Bien podía el Ayuntamiento catalogarlo y obligarse así mismo su restauración.

No, mejor es cobrar una tasa y decir que es para mantenimiento. Como si ahora no se paga por el servicio de inhumación o incineración. De una manera u otra los impuestos hay que pagarlos porque el final es el que es.

La verdad que cada vez son menos los enterramientos, la cultura que lleva a muchas generaciones a los cementerios, a mantener las visitas y el cuidado a los seres queridos, va de paso. Es fácil notarlo en el propio cementerio, donde en sepulturas y nichos se ve el deterioro y la falta de cuidado de los familiares. No es otra cosa que a las nuevas generaciones no les ata el ir al cementerio, a ese cuidado continuo que, al menos una vez al año, lo recordaba en la fiesta de los Fieles Difunto. Se pierde una cultura por otra que va llegando que es la de Halloween, más como un teatro carnavalero del horror que la víspera del recuerdo glorioso a todos los santos; parece que la iglesia católica está despertando a esta avanzadilla que despoja la fiesta de su sentido cristiano volviendo al paganismo. Es como los últimos años cuando aparecieron los Niño Jesús en los balcones ante tanto Papa Noel. Pues ya en Italia hay parroquias que invitan a poner en los balcones las imágenes festivas de los santos, ante tanta calavera y truco o trato.

Ocurre que se deja a un lado la cultura de los muertos, como recuerda por estas fechas el OCIb en la Caja Rural del Sur con ese salto a la otra orilla iberoamericana. Aquí se perdieron los grandes catafalcos en las iglesias, sólo quedan las misas de difuntos y el recuerdo que familiares o hermandades tienen en este mes de noviembre a los difuntos. Nos quedan las dolorosas vestidas de luto o el besapiés al Cristo Yacente.

La cultura del culto a los muertos está cambiando. No es que el Ayuntamiento tenga la culpa, pero al menos no debe hacer partícipes a los muertos de esta crisis con una nueva tasa, que se antoja disuasoria a ser enterrado.

La incineración se está imponiendo pues quién contará con familiares que cada 50 años renueve esa concesión administrativa del nicho o sepultura.

A las puertas del cementerio está colocado un papelito que lo dice, hay que renovar el título de propiedad y pagar una tasa de 10 euros al año. Quizás por eso Pedro Rodríguez y Felipe Arias prefiriendo realizar la ofrenda floral en el cementerio el día 31 y al caer la tarde, para no coincidir con el flujo de personas en este fin de semana. Por cierto, que no hay fosa común, que esa era la zona ahora ajardinada.

A este cambio de cultura contribuye la crisis, vean sino los datos: Un nicho por 50 años cuesta entre los 694,15 a los 3.332,44 euros, a lo que ahora hay que gravar los 10 euros al año. La concesión para 6 está entre los 269,48 y los 72,19 euros. Mientras la incineración del cadáver cuesta 339,17 euros.

Lo que está ocurriendo, además, es que no se renuevan las concesiones, se prefiere la incineración, que hasta tres restos asciende a 127,26, más 185 euros de tasas.

Datos que en tiempos de crisis son reveladores, se acaba con la limpieza de lápidas, llevar flores y del compromiso perpetuo hacia el fallecido.

Así que la incineración está siendo la opción más utilizada pero plantea el dónde esparcirlas y dedicarle el respeto que merecen, no son las cenizas de una copa de cisco. En parroquias se estudia la posibilidad de acoger las cenizas, a parte de que es una buena fuente de ingresos. Se planteó en San Sebastián, pero no fue técnicamente viable; hay petición por parte de la Hermandad de la Esperanza, que dejó el hueco en la ampliación de su iglesia; en la Victoria ronda esa idea para hacerla en su capilla. Se recupera así la tradición cristiana de esperar en los templos la resurrección eterna. Esta es una alternativa al acoso del Ayuntamiento.

Mientras tantos, dejen descansar a los muertos en el camposanto, que no lo altere las tasas municipales.

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