Morante recoge sus trastos

Temporada Taurina 2025

El diestro de La Puebla se corta la coleta tras lograr dos orejas de su último toro en Madrid

Morante de la Puebla se retira tras cortar dos orejas en Las Ventas

Morante con la coleta en la mano
Morante con la coleta en la mano / Borja Sánchez
Paco Guerrero

Huelva, 12 de octubre 2025 - 22:24

No era otoño de vendavales ni de lluvia sobre Las Ventas; Era un otoño caliente y con la presión de una plaza llena a rebosar por dos veces en el mismo día. Era la tarde de un día y era el día de una tarde, esa donde Morante ha dicho aquí me bajo.

Lento, despacioso y acordándose en su pierna del volteretón que le arrimó el Garcigrande en el capote, José Antonio miró al cielo y se deshizo él solo el lazo que ajustaba la castañeta a su pelo. Duró un instante. También una eternidad porque nadie quería que ese lazo terminara de desbaratarse para dejar ir tras el a un torero grande; único; genial e inspirador. Nadie quería creerse que Morante cerrase el frasco de la esencia para irse a su casa, pero no había más cera que la que arde y Morante volvió sobre sus pasos dejándose ir en ese reguero de lágrimas hasta las tablas mientras el tendido de Madrid no daba crédito a que el torero de sus dos últimas Puertas Grandes más insospechadas ya no quisiera poner más veces su nombre en los carteles.

A José Antonio se le empezará a añorar de verdad cuando afloje este invierno y los primeros carteles de la temporada, Zafra, Olivenza, ya no lo nombren.

Paula, se fue una tarde de mayo en un rincón del sur. Curro, en una modesta plaza de carros en la Algaba. A los dos se les sigue añorando a pesar del tiempo transcurrido. A José Antonio se le empezara a añorar de veras cuando afloje este invierno y los primeros carteles de la temporada, Zafra, Olivenza, ya no lo nombren.

A diferencia de Curro y Paula, Morante, ese tercer e importante vértice con el que entender la tauromaquia del último siglo se ha ido en el sitio más difícil de irse: Las Ventas, en Madrid.

Solo, contra lo maltrecho de su cuerpo y en el centro del anillo más importante de la tauromaquia, el de La Puebla ha resuelto el lance con parsimonia; con temple frente a veintitrés mil almas y con la luna por testigo. Acorde con lo que ha sido una temporada de gestos y de retos. Acorde con lo que siempre ha sido Morante dentro del arte: un valiente. Acorde con lo que este doce de octubre Morante le ha regalado a Madrid: una escultura al recuerdo de Antoñete y una mañana de toreo llena de añoranzas y recuerdos de otras décadas de toreo con Curro, el Vázquez torero de Madrid y el colombiano de Bastonito, Cesar Rincón. Regalos que debian presagiar despedida.

Nadie puede imaginar cuanto de liberación debe haber en ese gesto torero de quien en los últimos años ha tirado de la tauromaquia con una generosidad de quitarse el sombrero. También con un esfuerzo personal grandísimo por lo que supone hacer funcionar esa mente frente al toro cuando tu mente te pide recursos para otras cosas; recursos para vivir. Una mente que ha vivido esta última época regando inspiración a los públicos y dolor a la intimidad del torero.

Estos tres últimos años resumen muy bien lo que Morante lleva siendo toda una vida. Un torero diferente, sencillo, capaz de todo y capaz de nada en una tarde de toros. Tambien el de pellizcar la inspiración ante el toro como casi nadie.

Nadie quería que ese lazo terminara de desbaratarse para dejar ir tras el a un torero grande; único; genial e inspirador.

Han sido veintiocho temporadas seguidas desde que el exilio sevillano de La Maestranza y el viejo Canorea le hicieran irse a tomar la alternativa a esa tierra del frío que es Burgos. Veintiocho años seguidos de una tauromaquia trascendente para el toreo en general. No solo para Sevilla, su tierra, sino para todo el toreo. Un rabo en la Maestranza, dos puertas grandes en Madrid.... Las cifras siempre le van a sonar frías a este torero capaz de acelerar los pulsos de una plaza entera. De la forma que fuese, pero sin dejar indiferente a nadie ni a nada.

Madrid se lo llevado a hombros hasta el Wellinton.

¡¡Cuanto se le va a echar de menos hasta que vuelva!!... si es que él quiere volver.

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