El monumento a Cristóbal Colón

Historia menuda

El monumento se levanta airoso en la Plaza de las Monjas proclamando el saber náutico de los onubenses.

06 de junio 2011 - 01:00

DESDE el jueves 20 de enero de 2011, el centro de nuestra capital cuenta con un monumento artístico, orgullo de propios y admiración de extraños, elevado en honor del que fuera Almirante de la Mar Océana y Descubridor de América, Cristóbal Colón.

En verdad que hacía muchos años que se consideraba una injusticia que el citado personaje, que a lo largo de siglos le ha dado notoriedad y nobleza a nuestra Ciudad en todo el orbe, no tuviese en el centro una estatua que continuamente nos recordara el protagonismo de la misma en el hecho histórico más importante de la Historia después del nacimiento de Cristo y de Mahoma; el Descubrimiento de América.

Pocos años antes habían propuesto la elevación de este monumento en su honor, lo que desgraciadamente no tuvo realización, porque parece que en Huelva, siendo inmensamente rica en iniciativas las preclaras inteligencias de sus hijos para la concepción de proyectos, les faltara luego la constancia y fuerza de voluntad para realizarlos, detalle en el que se revela bien su árabe abolengo.

Con un criterio acertado, el Ayuntamiento de Huelva depositó su confianza en el arte extraordinario del escultor Elías Rodríguez Picón para que hiciera una figura que dignificara y embelleciera, si ello era posible, aún más la Plaza de las Monjas. El mismo autor había expresado anteriormente en nuestra ciudad su concepto de lo que debe ser la estatuaria clásica en las dedicadas a Juan Ramón Jiménez, al primer presidente del Real Club Recreativo de Huelva, Charles Adam y a la Inmaculada Concepción y, unas fechas más tarde a la inauguración del monumento que nos ocupa, el secreto ritmo de las almas rocieras floreció, con el monumento al Lirio de las Marismas, en la Plaza del Punto.

Y los años 2009 y 2010, fueron las fechas en las que las manos humanas del artista se divinizaron, al darle la excelsa vida al bronce inanimado.

Para los ciudadanos que no pertenecemos al engranaje municipal durante unos meses, todo era inquietud al no tener ninguna noticia del monumento a Cristóbal Colón que embellecería el sitio que se le designara. Por fin, la noticia de que iría ubicada la estatua en la bien nombrada Plaza de las Monjas nos alivió un tanto. Después, los hechos se precipitaron. Así, el día 17 de enero de 2011 la estatuaria saldría del taller en la que había sido terminada no hacía mucho por el joven y notabilísimo artista.

Y de igual manera que en los sístoles y diástoles de finales del siglo XV Colón se había presentado en Huelva para visitar en la calle del Puerto Viejo y dejar a su hijo bajo el cuidado de su cuñada Violante Muniz de Perestrello y su esposo Muliarte (que no pudieron hacerse cargo del niño porque estaban a punto de emigrar a otras tierras), la broncínea figura emprendía viaje a la ciudad del Tinto y del Odiel para quedar instalada, a sólo un par de cientos de metros de donde había estado físicamente el futuro Almirante, la Plaza de las Monjas.

La mañana del día 20 de enero de 2011 era idónea para una inauguración. El sol depositaba sobre nuestra Ciudad sus fulgores de plata. La figura estaba tapada. Poco a poco fueron llegando a los pies del basamento de la figura las autoridades, el presidente de la Caja Rural del Sur y el autor de la obra. Y ante más de mil personas el alcalde, Pedro Rodríguez, lanzó al aire las siguientes palabras: "Tenemos que reivindicar lo nuestro. Si nuestra seña de identidad universal es que Huelva es Cuna del Descubrimiento, el Fútbol y el Fandango, quiero que nuestro distintivo en el siglo XXI sean las comunicaciones, el AVE, el aeropuerto, la carretera Huelva-Cádiz y la autovía de la Sierra…".

Después, dijo verdades como puños: "… Nos eligieron para el Descubrimiento, pero luego Huelva pasó sin pena ni gloria. El oro y la plata del Nuevo Mundo se quedaron en los puertos de Sevilla y Cádiz. No lo digo por enfrentarnos con ellos, sino porque nunca llegaron aquí los frutos de ese acontecimiento y, cuando se celebró el V Centenario (1992), nos dieron las migajas…".

Además de la Corporación del Ayuntamiento onubense -sin distinciones de colores políticos- estuvieron presentes en la inauguración el alcalde de Palos de la Frontera, Carmelo Romero; el de Moguer, Juan José Volante; y el de La Palma del Condado, Juan Carlos Lagares. El pregonero de las fiestas de San Sebastián, Guillermo Summers, el presidente de la Real Sociedad Colombina, José María Segovia; el rector de la Universidad de Huelva, Francisco José Martínez y la rectora de la sede iberoamericana de la UNIA de La Rábida, Yolanda Pelayo, así como representantes de todos los ámbitos (cultural, colectivo vecinal, asociaciones…) de la Ciudad.

Otros testigos significados, en diversas parcelas de la Cultura, de la magna inauguración, con perdón por las omisiones, fueron Vicente Quiroga, Eduardo Hernández Garrocho, Pepe Bacedoni, Juan de Mata Rodrigo Moro, el historiador Antonio José Martínez Navarro

El presentador del acto fue el periodista Rafael López. Junto al escultor y al regidor, el presidente de la Fundación Caja Rural del Sur, José Luis García Palacios, choquero de pura cepa, fue uno de los protagonistas del momento en que, al descorrer una sábana de unos veinte metros, apareciera la bonita figura del Nostramo navegante.

El alcalde de Huelva le dirigió las siguientes palabras -que hacemos nuestras, junto con la felicitación a la entidad bancaria que tanto está ayudando a nuestra Ciudad en su exorno-:

"… Esta Fundación pasará a la Historia, por este onubense de corazón que quiere a Huelva por encima de todo, y que no dudó en colaborar con el Ayuntamiento cuando le pedimos ayuda para levantar este monumento…".

El Sr. García Palacios defendió el emplazamiento de la escultura como un lugar "emblemático" (muchos onubenses creyeron, y así lo manifestaron, que debía ir situado en la plaza XII de Octubre, pero otros, como el citado historiador, Bacedoni, etc. coincidieron con aquél en su ubicación), epicentro de la ciudad que quiere reivindicar su vocación iberoamericana y su protagonismo en el Descubrimiento.

Pero, vayamos sin más dilación a la descripción de la figura: Ésta, con el transcurrir del tiempo, resolverá la supremacía de la de Huelva sobre otras estatuas que hay en el mundo en honor del navegante que nos ocupa.

La estatua ha sido realizada en bronce natural y el conjunto (pedestal, cuatro metros y figura, tres) supera los siete metros de altura.

En ella observamos al Almirante de la Mar Océana en los primeros instantes de pisar América, portando en la mano izquierda un estandarte de Castilla y León (el puntal donde se cimbrea el pendón supera en un metro y medio a la figura y termina en una cruz) y con la derecha señala la "tierra prometida".

En esta figura apreciamos una cabeza viril, enérgica, de seguros trazos, de Cristóbal Colón, a través de la cual queda plasmado que ha logrado el deseo más vehemente de alcanzar la meta propugnada por él durante años.

Los ropajes de esta obra, de un artista del siglo XXI, parecen evocar el magnífico recuerdo del Renacimiento español, tan cuidadoso en los atuendos. El autor decía al respecto:

"… También lleva una espada y, colgada al cuello, una medalla de la Patrona de Huelva, la Virgen de la Cinta. Aunque me he inspirado en la fisonomía clásica que aparece en pinturas y dibujos, he querido darle un toque personal para que el Colón de Huelva sea único en el mundo, con silueta muy particular, en una pose descubridora. Uno de los detalles más significativos es la medalla de la Cinta, a cuyo Santuario acudió a rezar el almirante antes de partir. Asimismo, la escultura lleva una capa de la época bordada en relieve, una especie de abrigo de piel de camello y las botas para la navegación…".

Los sones de "Mi Huelva tiene una ría" comenzaron a sonar y se esparcieron en el cielo azul, mientras todos comentábamos y coincidíamos en el arte purísimo, el buen gusto por las armonías patricias resaltadas de un modo maravilloso.

Y es que, a partir del día 20 de enero de 2011, esta estatua recorta su silueta sobre el fondo de la Avenida Martín Alonso Pinzón (Gran Vía) y para siempre se convertirá en un canto de bronce eternizado de la grandeza pretérita de un hombre que se apoyó en los mejores marinos que en el mundo había en aquella época para cambiar el rumbo de la Historia.

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