Miranda mete fuego a la feria
Toros/ Colombinas 2025
Brutal y aplastante tarde de oficio y valor con cuatro orejas.
Una para Borja Jiménez y dos en el sexto para Marco Pérez
Ficha técnica
GANADERIA:
Seis toros de Juan Pedro Domecq de muy buenas hechuras, presencia y notable juego. Un buen conjunto ganadero del que sobresalen segundos, cuartos y sexto por bravos y nobles y enrazados. Más deslucido el tercero.
ACTUANTES:
Borja Jiménez: gran ovación; oreja tras aviso.
David de Miranda: dos orejas; dos orejas.
Marco Pérez: ovación; dos orejas.
INCIDENCIAS:
Dos tercios de plaza en tarde de calor. Saludaron en banderillas Fernando Sánchez y Pereira en el segundo; hicieron lo propio en el sexto Elías Martin y Prestel. Buen puyazo de Rafael Carbonell al quinto.
Fue áspero en el recibo capotero ese quinto. A esas alturas de la noche donde los focos molestan una enormidad al ganado y Batman lleva ya media hora haciendo vuelos rasantes sobre el tendido David se empeñaba en hacer aprender a embestir al toro de Juan Pedro por la izquierda. Lo esperó cuando tuvo que esperarlo y le llevó largo hasta donde el toro admitió los primeros compases. Joder que a la segunda tanda el animal ya sacaba nota en humillación y embelesamiento tras el trapo rojo que el triguereño manejaba sin artificio y repujamiento.
También la banda sacaba nota porque en la quietud que andaba manteniendo el tendido entre serie y serie, lo de Morante sonó perfecto.
Todo el mundo andaba recordando la excelsa primera faena ante ese excelente toro de Domecq queriéndose asomar a esa belleza que tuvo. A esa faena primera de flores y alegría. Más ésta, intimista en todo su concepto era para otro toro. Otro concepto donde la quietud volvió a jugar un papel determinante. Quietud como si no hubiese un mañana y con el apoderado entre barreras pensando en no tener que buscar a alguien para hoy. No fue el caso.
La muleta plegada y la figura erguida en la última serie recordaron ese estoicismo de la estatua de Litri en el corazón de Huelva. Lo recordó y lo engrandeció porque ese broche precedió a otra gran estocada. Otras dos orejas con el tendido sublevado de verdad. Con pasión y exigencia. De baratas nada. Las orejas , digo
De cualquier forma sobran los motivos para entender el cómo apareció Miranda ayer en la Merced. Vestido de compromiso y con la fuerza arrolladora de un matador de toros con el oficio metido en el corazón y la razón madura para pensar el toreo. Es una autentica brutalidad con la que el triguereño se arrancó ayer en el inicio de la faena a ese excelente y bravo toro de Juan Pedro que le había puesto por delante la tarde. Inusual ese inicio rodilla en tierra por ayudados pero cuando el de Trigueros remató de hinojos con ese pase de pecho allí nadie conocía a nadie y la pasión se había desparramado hasta el más ínfimo rincón de la plaza.
Tila y más tila para aguantar ese vendaval de toreo de David cosida la muleta al hocico lleno de albero de ese segundo de la tarde. Ni un resquicio tuvo esa brillantez con la que el torero expresó el toreo y el concepto de responsabilidad con una feria que le había puesto en la muy honrosa vía de la sustitución como diría algún amigo en esto del toro.
La inenarrable tarde de Miranda se extiende hasta esa hidalguía en dos inmensos pares de banderillas de Fernando Sánchez, (saludo junto a Pereira en el segundo) la suavidad de Cándido en dos capotazos de caricia y ese buen puyazo de Rafael Carbonell al quinto.
Mandó Juan Pedro una corrida importante en el comportamiento y muy digna en su presentación. Dos puntos más por encima de otros años. En esta feria no solo han venido a medirse los toreros porque está claro que todos saben que Torrealta y Loreto viene en ese punto de enseñar toro. Por de pronto lo de Juan Pedro enseñó además otras cosas como fue bravura, temperamento y nobleza.
A Borja le tocó abrir tarde y presentación con un flojito ejemplar de buenas hechuras pero sin fuelle. Sobran los motivos pero el sevillano no iba a dejarse ninguno por detrás y se fue a portagayola en una declaración de intenciones. Aunque no hiciera falta, Borja se fue. El resto se cuenta desde un querer con sapiencia y fondo torero pero sin cuajarse definitivamente en una expresión rotunda de brillantez por la condición del toro que tuvo muerte de bravo.
Huelva le regaló una ovación íntima y profunda. No cualquier ovación. Y eso lo percibe bien un torero.
Lo de cuarto fue otro tacazo de toro con nobleza y pujanza al que Borja le aceptó la pelea con una dignidad torera de elogio. También belleza en ese desplazar con temple esa muleta que no tenía prisa por irse; que alargaba esa embestida honrada y cierta de otro de los grandes toros del festejo al que Borja iba cuajando a más y más con ambas manos. Con valor y firmeza. Dejando buen recuerdo torero a esta feria.
El tercero no valió una perra chica. Pocas condiciones como para que Marco desplazara de la mente del tendido la vorágine mirandista que había sacudido la plaza. Se respetó al salmantino, honesto y con ganas de estar en la tarde.
Es posible que el público no hubiese venido a ver a Marco Pérez pero tuvo que mirarlo en el sexto. Mirarlo, valorarlo y respetarlo. Cuajado y con presencia el juampedro tuvo virtudes. Elías Martin y Prestel se desmonteraron tras los palitroques.
La tarde había metido al más joven en un torbellino de pasiones. En la dureza de la competencia y el brillo del triunfo. No sé si a alguien mas pero a él le faltaba demostrar porque es uno de los argumentos de la temporada. Y le llegó el toreo con otro buen toro en la corrida. Llegó ese punto donde la aparente fragilidad de Marco dejó de estar y la Merced vio ese apresto torero de un chiquillo. A ese medio manojo de circulares con valor y honradez Marco añadió ese toreo desmayado de expresión capaz de encender otra vez al tendido. Se fue a por uvas detrás de la espada y a hombros junto a Miranda. La tarde incendió definitivamente la feria. Ya no hay remedio. Esta tarde, llega David de nuevo.
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