La magia del cine vuelve al corazón de las noches cálidas de la provincia

Juan Fernández, técnico de cultura de la Diputación de Huelva y alma del programa ‘Cine en el pueblo’, recorrerá este verano 49 pueblos y aldeas para iluminar a sus cientos de vecinos y vecinas con su cine al aire libre un año más

Vecinos de El Almendro disfrutando del cine al aire libre el pasado martes.
Vecinos de El Almendro disfrutando del cine al aire libre el pasado martes. / Alberto Domínguez
Lourdes Barba

24 de agosto 2025 - 06:00

La calma habitual que recorre las calles de los pueblos menos habitados y aun por descubrir ha sido invadida por el nerviosismo de los más pequeños del municipio, quienes se agolpan entre las sillas de la primera fila desde hace algunas horas. Todavía queda más de una hora, pero el pueblo ya lleva un rato preparándose para una noche especial con la que quizás llevan soñando desde la edición anterior.

El Almendro es un pequeño municipio de la provincia de Huelva que en 2024 contaba con 858 habitantes. Durante la noche de este martes, sus vecinos tuvieron la suerte de disfrutar de un verano más de cine al aire libre en el corazón de su pueblo. Risas, luces, una pantalla gigante, sillas colocadas una a una, mucha emoción y niños correteando inundaron las pistas polideportivas del municipio, las cuales se convirtieron en una de las mejores salas de cine del mundo y donde vecinos de todas las edades se reunieron para disfrutar del séptimo arte al más estilo veraniego gracias al programa Cine en el pueblo, impulsado por la Diputación Provincial de Huelva y llevado por cada rincón de nuestra provincia por el técnico de cultura Juan Fernández. De esta manera, Cine en el pueblo nace con la clara intención de llevar el cine a esos pueblos pequeños que no cuentan con salas comerciales ni un gran acceso habitual a propuestas culturales, haciendo así que la magia de una pantalla grande, el sonido envolvente y el ritual de compartir una buena película en comunidad transformen una noche cualquiera en una experiencia única. Y en El Almendro, la iniciativa ha cumplido con creces su propósito. "Esto da muchísima vida al pueblo. Es una de las actividades culturales más importantes que tenemos y viene mucha gente a disfrutar y a convivir", traslada la alcaldesa del municipio, María Alonso Mora, muy agradecida por ver a sus vecinos tan felices un verano más.

Vecinos colocan las sillas con ayuda de los más pequeños.
Vecinos colocan las sillas con ayuda de los más pequeños. / Alberto Domínguez

Juan y su proyector recorren kilómetros

De Zalamea la Real a Rosal de la Frontera, Juan Fernández hace los primeros kilómetros del cuaderno de ruta de este verano. Su itinerario comienza a finales de junio y termina a principios de septiembre. Con su camión cargado de altavoces, focos, el proyector, una pantalla y muchas películas que disfrutar, el técnico recorre decenas de pueblos y aldeas de la provincia de Huelva cada verano. Vive en Alosno, pero viaja de lunes a viernes por los pueblos, llevando la magia y la ilusión del cine a donde todavía no llega. Lleva inmerso en esta aventura cultural desde 1992, pasando por todo tipo de plazas, polideportivos y terrazas. "Cuando comenzamos con esto, duraba solo los meses de verano, pero, como funcionó muy bien, lo alargamos de marzo a diciembre, y luego tuvimos que volver a realizarlo solo en verano, debido al gran número de pueblos que querían sumarse a la iniciativa", explica. Este programa solo se realiza en pueblos que cuentan con menos de 3.000 habitantes, con el fin de mejorar su bienestar social y cultural. Cada tarde, Juan prepara su cine portátil en el alma de los municipios que visita, donde siempre se encuentra con la ayuda de vecinos y personal local, y cada noche, disfruta de otra sesión más como si fuera la primera. "Esto para los vecinos ya es una tradición. Todos los pueblos cuentan con que cuando llegue el verano podrán volver a disfrutar de esta actividad", expresa con una gran sonrisa por el cariño que recibe de los vecinos.

Horas antes de que Juan pusiera en funcionamiento su proyector y la gran pantalla blanca se iluminara, el ambiente que se respiraba en las pistas polideportivas del pueblo era muy especial. La sala de cine improvisada comienza a tomar forma una hora antes y, por cada silla que se coloca, hay un niño más que aparece para ayudar. La gran pregunta se repetía una y otra vez, incapaces ya de controlar los nervios por la gran noche que estaban a punto de vivir. "¿Qué película vamos a ver?", preguntaban Marilia y Paula mientras correteaban entre los cables y las sillas que se acumulaban en sus habituales pistas. Tenían muchas ganas y traían sus apuestas hechas de casa. "Quiero que pongan Padre no hay más que uno 5", cuenta con mucha ilusión Adriana, sentada en primera fila junto a sus amigas Lola y Martina.

La primera fila de sillas se ocupó horas antes del inicio de la película.
La primera fila de sillas se ocupó horas antes del inicio de la película. / Alberto Domínguez

El polideportivo como sala de cine

El ambiente era el de un pueblo que se prepara para vivir una noche mágica, de encuentro y unión, en la que no hacía falta nada más que una buena película, la brisa del Andévalo y la compañía del vecino de siempre. A pesar de que había sillas suficientes, algunos vecinos optaron por seguir la tradición de los cines de verano y llegaron al corazón del pueblo con sus sillas de playa en la mano. La película que estaba prevista para proyectarse era 8 apellidos marroquíes, pero los más pequeños se convirtieron en los principales protagonistas de la noche, ya que entre niños y niñas eran más de treinta, y una votación improvisada hizo que Tadeo Jones 3 fuera la película que iluminaría sus rostros con la luz que salía de la pantalla grande. "Es una maravilla ver a tanta gente reunida para disfrutar de algo así. Aquí todos son muy participativos", explica una vecina que lleva viviendo en el pueblo desde el año 2005.

Allí, bajo el atardecer y las estrellas que se van empezando a dejar ver, había niños que quizás veían cine en pantalla grande por primera vez, mayores que recordaban los antiguos cines de verano y familias que simplemente disfrutaban de estar viviendo algo así juntos otro año más, sin prisa, sin móviles y sin ruido. Con la caída del sol, las sillas que quedaban libres empezaron ser ocupadas, el murmullo del pueblo se iba apagando, los habitantes de menor edad se preparaban con su paquete de gusanitos en la mano y Juan iba encendiendo la luz de su proyector, que parpadeaba hasta mostrar la silueta del aventurero Tadeo Jones.

El Almendro se prepara para una noche mágica.
El Almendro se prepara para una noche mágica. / Alberto Domínguez

Los más pequeños, incluso antes de que la película comenzara, tenían claro que volverían a repetir la experiencia el verano que viene. En sus miradas de ilusión y nerviosismo se podía notar como disfrutaban de un momento que deseaban que fuese eterno. Y quizá no haya mayor éxito para una iniciativa como esta que esa sensación de querer quedarse un rato más, compartir un rato más y vivir un poco más intensamente el pueblo. Con iniciativas como Cine en los pueblos, El Almendro y otros muchos municipios onubenses siguen demostrando que, bajo las estrellas, cualquier pueblo puede convertirse en la mejor sala de cine del mundo.

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