Liderar con inteligencia emocional a personas que no la tienen o no quieren tenerla

Sí, se puede liderar bien a pesar de eso, pero a lo mejor no es como te imaginas: rebaja expectativas, pon límites claros, habla desde los hechos y cuídate mucho más

Liderar con inteligencia emocional a quien no quiere hablar de sus emociones es todo un desafío.
Liderar con inteligencia emocional a quien no quiere hablar de sus emociones es todo un desafío. / M.G.
Lola Pelayo

Huelva, 30 de septiembre 2025 - 05:00

A veces liderar con inteligencia emocional puede parecer de gente rara que rema contracorriente. Lo veo cuando acompaño en su desarrollo personal a líderes que trabajan en estructuras añejas llena de conductas muy poco permeables a la inteligencia emocional o con personas que no parecen estar por la labor de desarrollar la suya. Surge el sarcasmo a cualquier intento de cercanía, desconfianza de todo lo que suene a “gestión emocional”, o rechazo al feedback constructivo, como si una crítica, por muy bien construida que esté, fuera siempre una ofensa personal.

¿Qué pasa entonces? ¿Tira la toalla quien lidera? ¿Se adapta a ese estilo seco, distante o incluso hostil para “no provocar”? ¿O se mantiene firme en su manera de liderar, con empatía y claridad, aunque parezca que no cala? Este artículo propone una cuarta vía: ni rendirse, ni amoldarse, ni mantenerse en el liderazgo emocional como si no pasara nada.

El mito de la “inmunidad emocional”

Hay que empezar haciendo una distinción importante: nadie es inmune a la inteligencia emocional. Pero sí hay personas que, por experiencias previas, creencias aprendidas o contextos laborales pasados, han desarrollado mecanismos de protección que bloquean toda conversación emocional. No es que no tengan emociones, es que no se sienten seguras mostrándolas o explorándolas en el trabajo.

Si la miramos así, la “dureza emocional” no es una falta de inteligencia emocional, sino una forma de relacionarse que muchas veces esconde heridas, miedos o modelos aprendidos de liderazgo autoritario. Tu reto como líder no es cambiarlas, sino liderar bien a pesar de eso.

La falta de habilidad emocional de las personas complica mucho la gestión de los equipos.
La falta de habilidad emocional de las personas complica mucho la gestión de los equipos. / M.G.

¿Cómo mantener tu coherencia emocional sin desgastarte?

Aquí van algunas tácticas prácticas —realistas y poco invasivas— para gestionar estas situaciones con inteligencia emocional sin que se te vayan las ganas por el camino.

1. No confundas firmeza emocional con frialdad emocional. Liderar con inteligencia emocional no es “buenismo” ni evitar tensiones. Es saber qué emoción está presente (en ti y en el equipo), nombrarla cuando conviene, y actuar en consecuencia. Así, si una persona del equipo reacciona con sarcasmo cuando abordas un tema, puedes decir: “Percibo que esto te molesta. Podemos hablarlo desde el respeto, o posponerlo si prefieres, pero necesito que lo abordemos con responsabilidad”. Eso es firmeza emocional. No evade ni confronta.

2. Habla desde los hechos, no desde las suposiciones. Si crees que alguien evita toda conversación emocional, no lo interpretes como falta de compromiso sin más. Mejor céntrate en comportamientos observables: “He notado que en las últimas reuniones interrumpes con frecuencia cuando alguien propone una idea. ¿Podemos hablar de eso?”. Despersonaliza. Describe. Pregunta. La persona puede no estar emocionalmente disponible, pero los hechos abren una puerta distinta.

3. Regula tus expectativas: no todo el mundo se va a “convertir”. Lamentablemente, no todas las personas van a querer atender su parte emocional solo porque tú lideres desde ahí. Ni es tu responsabilidad ni es realista. Tu meta es generar un clima donde eso sea posible, no garantizar que ocurra. Si esperas que cada conversación genere transformación, te vas a frustrar. Pero si ves cada interacción como una semilla posible, cambiará tu forma de estar.

4. Pon límites claros. Ser emocionalmente inteligente no es aguantarlo todo. Si hay personas con conductas agresivas, o pasivo-agresivas o que sabotean el clima de forma constante, hay que actuar. Poner límites también es cuidar, del equipo y de ti. Una buena frase límite podría ser: “Estoy abierta a distintos puntos de vista, pero no voy permitir faltas de respeto aquí”.

5. Sé modelo, no mártir. El mejor recurso que tienes es tu ejemplo. Mantén tu forma de comunicar clara, empática, directa y coherente. Aunque no la imiten, la verán. Y aunque no lo reconozcan, influye. Y justo por eso, vigila el desgaste: si ves que la situación emocional del equipo te arrastra, busca espacios para recargarte tú. Ningún liderazgo emocional es sostenible si no incluye autocuidado.

Y si la cosa no cambia… o cambia muy poco… Recuerda que eso no invalida tu forma de liderar. Muchas personas emocionalmente “cerradas” pueden trabajar muy bien si se sienten respetadas y no forzadas. El cambio, si llega, lo hará desde la seguridad que seas capaz de generar en tu entorno, no desde la presión.

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