Liderar en la cuerda floja o cómo ser flexible en tiempos de cambio

La flexibilidad mental es indispensable para liderar en contextos de incertidumbre y de transformación continua, por eso es una habilidad inteligente y se puede entrenar

El arte de transformar críticas en oportunidades sin que te tiemble la voz

En tiempos de cambio, la incertidumbre es lo habitual, y la flexibilidad la mejor estrategia de éxito.
En tiempos de cambio, la incertidumbre es lo habitual, y la flexibilidad la mejor estrategia de éxito.

Te lo puedes imaginar, sobre todo si lo has visto o experimentado alguna vez: cuando la persona que lidera “entra en pánico” cada vez que algo se sale del guion, el equipo termina agotado. Al otro lado de este ejemplo están los casos en los que quien lidera es una persona que sabe adaptarse a las circunstancias cambiantes sin perder el foco, sin sobreactuar ni subestimar las circunstancias. Pocas cosas hay más inspiradoras que esa.

El tema es que ya da igual si hablamos de tecnología, de mercado, de personas o de clima laboral. El cambio es consustancial a la empresa. Así que liderar bien en estos tiempos de cambio significa aprender a mantener el equilibrio en la cuerda floja. Pero mucho ojo, que no se trata de no caerse, sino de saber caer y levantarse con agilidad. Como la vida misma.

Por todo esto, como la flexibilidad mental te va a venir bien ya sea para liderar o para vivir, aquí te dejo algunas ideas muy prácticas para entrenarla.

1. Crea tus propias rutinas de agilidad mental

No puedes esperar tomar decisiones certeras en mitad del caos sin haberte preparado. Ten a mano, por ejemplo, una lista breve de 5 o 7 preguntas que te ayuden a evaluar rápidamente cualquier situación compleja: ¿qué es lo prioritario ahora mismo?, ¿qué impacto tiene esta decisión a corto y largo plazo?, ¿a quién afecta?, ¿qué riesgo asumo si decido ahora?, ¿tengo toda la información o necesito más? Hazte tu propio check-list y ponlo a la vista, claro.

Y si lo quieres llevar al siguiente nivel, también puedes hacer con todo el equipo simulacros en escenarios hipotéticos de crisis, cada tres o cuatro meses por ejemplo. Es un excelente ejercicio para prever, engrasar y evitar ansiedad.

2. Aprende a soltar lo que ya no sirve

Como en tus armarios. El apego es uno de los grandes enemigos de la adaptabilidad. Si te apegas a los métodos, a las personas, a los éxitos pasados…. la flexibilidad se esfuma. Y no se trata de cambiar por cambiar, sino de revisar periódicamente y con honestidad qué necesita evolucionar. Y aún más importante: tener el coraje de soltar lo que ya no funciona o no sirve. Ese protocolo interno que ya nadie cumple y ni se nota; esa reunión que pospones siempre…

3. Inspírate en quienes conoces que se han reinventado

La adaptabilidad en acción implica cuatro actitudes clave: aceptar el cambio, detectar oportunidades, formarse y actuar. A mí se me vienen dos casos a la cabeza, pero seguro que tú conoces más.

Ser flexible en el liderazgo no va de no caerse, sino de saber caer y levantarse con agilidad.
Ser flexible en el liderazgo no va de no caerse, sino de saber caer y levantarse con agilidad.

El primero es el de una directora de comunicación que vio desaparecer su departamento tras una reestructuración. En lugar de resistirse al cambio, ofreció rediseñar el enfoque desde la estrategia digital. Aprendió nuevas competencias y hoy lidera un equipo transversal.

El segundo caso es el del dueño de una pequeña empresa de eventos que, con la pandemia, transformó su negocio en una consultoría de experiencias virtuales para equipos remotos. No solo salvó su empresa, sino que ahora factura más que antes. Pura flexibilidad en acción.

4. Practica el “Sí, y además…”

Esta técnica de apertura mental me encanta, y se la robamos al teatro de improvisación. Consiste en sustituir el “No” y el clásico “Sí, pero…”, que en realidad también está negando, por un “Sí, y además…” que abre caminos. El objetivo es validar las ideas sin bloquearlas y buscar un además que evite lo que sea que te estaba invitando a decir que no o que sí pero…

Por ejemplo, alguien de tu equipo te pide eliminar ese informe semanal que “hacemos por costumbre y nadie lee”, y tú piensas que es importante mantenerlo. En vez de decir que no, dices: “sí, y además podríamos sustituirlo por uno más breve, visual y fácil de leer y revisar”.

5. Refuerza la flexibilidad de tu propio diálogo interno

Tu cerebro es tu primer equipo. Si tu propio diálogo interno está lleno de frases como “Esto es un desastre”, “No valgo para esto” o “Siempre lo he hecho así”, necesitas hacer una limpieza y sustituirlas por: “Esto es nuevo, pero puedo aprender”, “No tengo todas las respuestas, pero tengo capacidad para encontrarlas”, o “Puedo cambiar de enfoque sin perder mi esencia”. Si te ayuda, puedes decírtelas al espejo o escribir cada una en un pósit y rodearte con ellos. No menosprecies el poder de las palabras.

La flexibilidad es una forma de inteligencia emocional que se entrena, se contagia y se convierte en estrategia. Así que la próxima vez que el contexto cambie (porque cambiará), pregúntate: ¿cómo puedo adaptarme sin perder el equilibrio? Y sube tú al escenario.

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