El libertario pianista de Isla Cristina
Músico y anarquista
Es jerezano de nacimiento, menorquín de adopción y quiere jubilarse en Isla Cristina. Pepe Rincón manifestó desde niño su espíritu rebelde e inconformista, ése que le ha llevado a ser "ateo practicante" y anarquista convencido. "En el colegio nos llevaron a una exaltación del caudillo y yo, en vez de saludar, hacía cortes de mangas; vino uno de los grises y me arreó una bofetada que todavía no he olvidado", recuerda. A los 13 años decidió que quería conocer mundo y se escapó a Madrid, donde "estuve 20 días, trabajé de albañil y pasé mucha hambre". Fue su primer contacto con anarquistas y antisistemas -en 1975 se afilió a la CNT-. "Me abrieron los ojos". A la vuelta, lo enviaron con una tía a Menorca y comenzó a estudiar en el seminario de Ciudadela. Allí estudió Teología y Filosofía: "Era creyente casi fanático porque para mí Jesucristo y el anarquismo eran la misma cosa". Tenía 17 años cuando dejó embarazada a su primera mujer. Fruto de esa unión que no funcionó nacieron Jose y Débora, cuando se ganaba la vida como modelista de zapatos.
La música le llegó "por imposición" y no aprendió a amarla hasta más adelante. Entonces una de las salas de fiesta más importantes de Menorca contrató a una empresa cubana que necesitaba un pianista y ahí estaba él, joven, inexperto e interpretando partituras americanas por vez primera. A este "ávido lector de libros" le hubiera gustado "tocar rock duro". Formó parte de la banda Filtro. Anduvo por Madrid en plena Movida ochentera, tocó en un pub londinense y recorrió con su música "un cuarto" de Europa.
Su peor momento llegó a los 33 años, cuando "me operaron a vida o muerte de un tumor". Conoció a Yolanda, "una cantante excepcional" con la que montó un dúo artístico y que se convirtió en su inseparable compañera sentimental. Montaron juntos un exitoso piano-bar en Jerez, pero finalmente regresaron a la isla balear, donde después de "dedicarme al mundo de la moda empezamos a trabajar como dúo en un hotel". La pareja arribó a Isla Cristina en 1994. Iba a trabajar un par de días en el Confortel de Islantilla y se quedó allí para siempre: "Están todos invitados a nuestras actuaciones".
Tras 14 años intentando tener hijos, "el médico lo consiguió en tres días" y llegaron las mellizas Lola y Charo, las niñas de sus ojos. Montó el estudio de grabación Xeray, que realiza todas las producciones de las agrupaciones carnavaleras isleñas. "No gano un duro, pero estoy haciendo un buen archivo de Carnaval". La murga de los Tikismikis le ha fichado para 2013: "Van a ganar un pianista pero van a perder una voz", dice este admirador de Joan Pons que habla catalán y que adora de Isla Cristina "a su gente y su carácter anárquico; aquí me quiero jubilar". Se ha enamorado de la fiesta de Don Carnal, por lo que no escatima en críticas para "los que la utiliza como plataforma política en vez de invertir en ella como fuente de riqueza y turismo".
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