Los kioscos de siempre, puntos de vida en la ciudad
Huelva de ayer a hoy
Poco a poco desaparecen. No es fácil encontrar quien esté dispuesto a estar horas y horas ateniendo un kiosco, cuando además la forma de venta ha ido cambiando perdiendo rentabilidad
No es una buena noticia la que recientemente hablaba de la demolición de un número importante de kioscos de la ciudad. Con ello no solo se va una parte de la historia sino también una forma de vida para muchos, pues aunque son muy sacrificados, sin horario y sin día de descanso a la semana, ofrecen la posibilidad del sustento a familias que sin un kiosco no habrían tenido nunca un trabajo.
Lo cierto es que a la fórmula del kiosco le ha ido comiendo el terreno otras nuevas formas de venta. Siempre fue un lugar cercano, diseminado por infinidad de puntos por toda la ciudad, de propietarios que formaban parte de la familiaridad del barrio o de una calle céntrica. Unos pequeños negocios que daban para vivir, aunque algunos bien situados y con buen género eran y son una ‘mina’.
Junto a los últimos que conocemos hay que hablar de otros clásicos, los famosos aguaduchos que dispensaban refrescos, alguna bebida y también agua, cuando se carecía de fuentes públicas. El más famoso era el situado delante de la parroquia de la Concepción. Otro punto clave era el de la encrucijada de caminos que arrancaba hacia lo alto de El Conquero.
Uno de los lugares emblemático de ellos es la plaza de las Monjas, donde se alternó el clásico kiosco de chuches con los de bebidas, famoso el de la Cervecería de Viena, hoy son de hamburguesas.
Con el tiempo fueron aumentando de tamaño y se convirtieron en un clásico como el de los Jardines del Muelle o más tarde el del Velódromo.
Los kioscos tradicionales han ido cerrando porque ya las chuches las compran los niños en cualquier otro establecimiento, casi a granel. Lo mismo que uno de los sustento de siempre que es la prensa de papel pues como todos saben está siendo sustituida por las web y todo lo digital.
Así que el analógico kiosco de toda la vida va desapareciendo, sin que se le haya dado posibilidad a reciclarse en otra actividad o compaginarla con ella. Algunos se destinaron a hamburguesería, pequeños bares o churrerías.
La verdad que sería una pena que desaparecieran. Recientemente el Ayuntamiento procedió a la retirada de algunos que se encontraban desde hacía año cerrados y en mal estado, pero hay otros que merecen la pena conservarlos. Incluso fomentar en los que están cerrados que puedan volver a abrir, facilitando la actividad comercial en ellos, con ideas nuevas, hay quienes hablan hasta de puntos de recogida de paquetería.
Es una forma de promover el empleo.
Desde los antiguos aguaduchos
La concesión por parte del Ayuntamiento de un kiosco era, sin lugar a dudas, un acontecimiento para aquel que lo conseguía. En muchas ocasiones se atendía a personas sin recursos o recicladas de otras profesiones.
Se les daba una oportunidad para el sustento, un trabajo. Otros kioscos eran negocios especialmente rentables por el lugar de ubicación, como este de la puerta de la parroquia de la Concepción.
Mantenerlos con vida
No es fácil mantener hoy día un kiosco dentro de la competencia de otros establecimiento y por la pérdida de productos clásicos de venta. Los que van cerrando hay que darles nueva vida, como para los vendedores de castañas que están a la intemperie con el único calor que el del fogón.
Los kioscos no son muebles viejos que hay que eliminar de la callejero, algunos quizás sí, pero existen muchos de buen diseño que merecen darle una segunda oportunidad.
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