Huelva

La investigación que la Universidad de Huelva ofrece al campo

  • Cuatro ejemplos de estudios para optimizar recursos y aumentar la productividad que salen de la Onubense para mejorar un sector clave en la provincia

Un campo de regadíos.

Un campo de regadíos. / H. I.

En el tejido productivo de Huelva la agricultura es clave y una muestra de ello es que la estacionalidad de las campañas agrícolas determina de manera recurrente la curva ascendente o descendente del desempleo total de la provincia. Un sector marcado de manera profunda por la tradición pero cada vez más tecnificado para minimizar riesgos, optimizar recursos y aumentar la productividad.

La Universidad de Huelva participa de estos objetivos a través de sus grupos de investigación para que, por ejemplo, los pequeños productores accedan a toda la información posible a través de una plataforma que unifique datos públicos pero dispersos, los agricultores cuenten con un sistema para ajustar el riego a través de sensores y los productores de fresa optimicen también sus recursos hídricos o, finalmente, que los olivareros mejoren la productividad y la calidad de sus cosechas.

El proyecto Agromis (instrumento estratégico hacia un tejido Agroalimentario Moderno, Innovador y Sostenible), financiado por la Junta de Andalucía con Fondos Feder con una dotación total de 970.000 euros, es el marco en el que se desarrollan tres investigaciones de sendos grupos de la UHU, a los que en conjunto se destinan 115.000 euros. El macrogrupo de investigación ceiA3 (campus de excelencia internacional agroalimentario), integrado por las universidades de Huelva, Almería, Cádiz, Córdoba y Jaén más el Ifapa y el CSIC es el encargado de gestionar esos fondos.

Bajo el proyecto Agromis tres grupos cuentan con una dotación de 115.000 euros

Al frente de una de esas tres líneas de investigación está el catedrático de Tecnología Electrónica Juan Antonio Gómez Galán, investigador principal de un grupo de cuatro profesionales que trabajan en un modelo de optimización del riego por sensores. Se trata de ajustar al máximo tanto el agua como las dosis de productos químicos y abonos, con el consiguiente ahorro de costes y la disminución del riesgo de contaminación.

El sistema funciona así: por la superficie de cultivo se distribuyen sensores o nodos que recogen datos útiles como el nivel de humedad del suelo, la temperatura, la salinidad, el drenaje del cultivo o la cantidad de agua de riego aplicada. La información de todos ellos llega a una estación base y de allí, al móvil a través de una aplicación.

Previamente, el agricultor programa los umbrales de los indicadores que desee controlar y cuando se rebasan o se quedan cortos, una alerta le avisa para que, por ejemplo, pueda cortar el riego si la humedad es excesiva o por el contrario lo active si es escasa. Supone “información en tiempo real”, explica Gómez Galán, en un entorno afectado por la progresiva escasez del agua, teniendo en cuenta que los regadíos concentran gran parte de la demanda de los recursos hídricos.

Los regadíos, la fresa y el olivar son los terrenos que pisan estas investigaciones

La innovación de esta investigación estriba en una recogida de información sin cables a través de los avances en conectividad IoT (internet de las cosas) que reúne las ventajas de una fácil instalación, abarca coberturas de largo alcance, es de bajo consumo porque los sensores sólo están activos cuando miden los datos y los transmiten y además tienen mucha autonomía gracias a los pequeños paneles solares que llevan acoplados.

Freshuelva y Hortiespaña actúan como agentes agregados que transmiten los intereses y las necesidades del sector. “Del prototipo al producto final, la Universidad necesita ir de la mano de la empresa”, señala Gómez Galán en relación a la tan necesaria transferencia, ese flujo de información que dé a conocer a la sociedad lo que se cuece en los laboratorios.

El grupo de investigación de Economía agraria, dirigido por Juan Diego Borrero, dentro de Agromis una plataforma pensada para que los agricultores accedan a la máxima información posible porque “existen asimetrías de poder entre el pequeño productor y la empresa que vende”, explica. Participan tres investigadores y una persona contratada más empresas subcontratadas para, en primer lugar, “incorporar datos que están en distintos sitios” y en segundo, “tratarlos” para que una vez unidos se puedan realizar mapas o gráficas y, por ejemplo, combinar temperaturas con producción.

Muestra del cultivo de fresas sometido a estudio dentro de Agromis. Muestra del cultivo de fresas sometido a estudio dentro de Agromis.

Muestra del cultivo de fresas sometido a estudio dentro de Agromis. / M. G.

La incorporación de todos estos elementos constituyen una plataforma agregada, un desafío porque esa información pública proviene de entidades diferentes y con distinta periodicidad. Los datos de cultivos y superficies por municipios hay que solicitarlos de manera mensual y directa al Registro de Explotaciones Agrarias y Forestales de Andalucía, los agroclimáticos por municipios se obtienen mediante consulta diaria al Sistema de Información Agroclimática para el Regadío, el Observatorio de precios agrícolas se puede consultar semanalmente y, finalmente, la información relativa a las plagas y enfermedades por localidades la da la Red de Alerta e Información Fitosanitaria de Andalucía con una periodicidad mensual. Y cada una con un formato.

La plataforma ya está creada en la nube y de aquí a junio, cuando culmina el plazo para la finalización de estos subproyectos de Agromis, una vez reunidos los datos procederán a procesarlos. Juan Diego Borrero destaca que, aunque desde el propio sector pueden existir ciertas reticencias a compartir datos, alaba el esfuerzo en investigación de las empresas en los últimos quince años para contar con variedades propias “y diversificar más allá de la fresa, es un mérito que ha permitido que se mantenga rentable; ya no se habla de la fresa, se habla de las berries”.

Uno de los robots empleados en el proyecto Tecnolivo para obtener medidas. Uno de los robots empleados en el proyecto Tecnolivo para obtener medidas.

Uno de los robots empleados en el proyecto Tecnolivo para obtener medidas. / M. G.

Una apuesta clara por el producto fresco que no impide avanzar en la innovación “mediante variedades más resistentes y productivas”. Sobre la comunicación entre ambos agentes, Universidad y productores, admite que “no es suficiente, pero las relaciones se van intensificando”.

Las investigaciones del proyecto Agromis en la UHU se completan con la que dirige Fátima Martínez Ruiz junto a otros tres investigadores y está relacionada con el cultivo de la fresa. El equipo evalúa cómo crece la planta en términos de calidad y sanidad cuando se le inoculan micorrizas, una asociación entre plantas terrestres y ciertos hongos del suelo. Tratan de cuantificar la producción optimizando al máximo los recursos hídricos. El estudio supone el análisis de la savia de la planta a través de los controles del fertirriego –el aporte al suelo de los nutrientes que necesitan los cultivos mediante el agua de riego–, climático y nutricional. Así, obtienen un diagnóstico precoz para posibles correcciones.

En el marco del Programa Operativo de Cooperación Transfronteriza (Poctep), con el apoyo de la Unión Europea, José Manuel Andújar, catedrático del Departamento de Ingeniería Electrónica, ha dirigido el proyecto Tecnolivo, ya finalizado, al frente de un equipo de más de cincuenta personas entre investigadores y miembros de empresas de España y Portugal. “Se han cubierto todos los objetivos planteados”, indica Andújar, que añade que “ahora toca rentabilizarlos”.

Una plataforma que aúna datos públicos de fuentes distintas es otra iniciativa en marcha

Entre las empresas con las que han trabajado destacan la portuguesa Elaia y Oleodiel, de Gibraleón, y hasta ellas han llevado robots terrestres y aéreos para recoger datos relativos al color o la humedad y, a través de sensores, extraer información que permita una vigilancia continua del árbol y su seguimiento a lo largo de la campaña.

De esta manera, pueden anticiparse a problemas como la falta de abono, de riego, la aparición de enfermedades y saber el momento ideal de la recolección, cuando el fruto tiene un mayor porcentaje de grasa “y poder realizar la cosecha en el momento de plenitud”, con la consiguiente mejora de los rendimientos. Los investigadores han desarrollado también un sistema que permite la clasificación automática de las distintas variedades cuando las aceitunas pasan por la cinta transportadora para realizar la cosecha de una sola vez.

Son cuatro ejemplos de investigación en el agro que comparten la vocación de avance y la necesidad del acompañamiento del tejido productivo.

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