Un increíble documento gráfico nos descubre una de las librerías más antiguas de Huelva
Breve historia de los santuarios del libro en la Huelva del XIX y principios del XX (I)
Una escena cotidiana de la ciudad del siglo XIX revela la librería que había frente a La Concepción, en la esquina de la actual calle Mora Claros

Huelva/QUÉ puede contarnos una imagen del pasado? A veces, más de lo que imaginamos. Explorar las páginas de la prensa antigua y detenernos en fotografías del pasado puede parecer, a simple vista, un ejercicio de nostalgia. Pero en ocasiones, una sola imagen puede abrir una ventana luminosa al pulso cultural de toda una época. Es lo que ocurre con la fotografía tomada en 1882 por la prestigiosa casa J. Laurent y Cía., que bajo el título Iglesia de la Concepción, esconde una joya documental: una librería histórica en pleno corazón de Huelva.
La instantánea, captada con la técnica del colodión húmedo, y de la que hemos obtenido una copia en alta resolución del negativo original que se conserva hoy en la Fototeca del Instituto del Patrimonio Cultural de España, nos muestra mucho más que un templo o una esquina urbana. Nos muestra una ciudad en efervescencia, en pleno auge minero. En aquellos años, la ciudad era un hervidero de actividad. La minería del cobre había transformado para siempre a la tranquila villa marinera, convirtiéndola en una ciudad abierta, mestiza, dinámica, en ebullición. La Huelva conocida como la California del Cobre, aquella en la que convivían inversores extranjeros, comerciantes locales, obreros y buscavidas. Aquel auge económico trajo consigo algo más que inversiones: también trajo libros a nuestra ciudad, y en medio de esa mezcla explosiva de progreso y cambios, emerge la figura del librero protagonista de nuestra historia: Antonio de la Corte y Gómez.
Y es que a través de esta copia hemos podido estudiar y apreciar hasta los más mínimos detalles de la imagen, un valioso testimonio de un momento congelado en el tiempo, de la vida cotidiana de Huelva. Además, gracias al ángulo de la toma, se puede distinguir en primer plano la librería regentada en aquellos años por el onubense Antonio de la Corte y Gómez, sin duda una de las más antiguas documentadas en la ciudad, si exceptuamos la inaugurada en 1834 por Francisco de Gálvez y Palacios y referenciada por Diego Díaz Hierro en sus artículos del Diario Odiel, con ocasión de la celebración del Día del Libro, en el año 1959.
La publicidad en la fachada: El poder de la palabra escrita
Al observar el edificio con la librería que aparece en la parte izquierda de la fotografía, resulta imposible no reflexionar sobre el impacto visual y persuasivo de la palabra escrita sobre el blanco de la pared encalada. En una época en la que los escaparates con cristaleras no eran habituales y la comunicación comercial se apoyaba en la rotulación directa, este establecimiento aprovechó al máximo cada espacio de su fachada para atraer clientes y dar a conocer su variada oferta.
Ubicada en el número 1 de la calle Sagasta, justo frente a la Iglesia de la Concepción y en la esquina con la calle Botica (actual Mora Claros), se alzaba la librería de Antonio de la Corte. Un sencillo edificio de una sola planta que no pasaría a la historia por su arquitectura… pero sí por lo que representaba. Su fachada fue usada por el propietario del negocio como un lienzo donde se anunciaban los productos y servicios disponibles: libros, revistas, encuadernaciones, impresiones e incluso artículos menos esperados como papel de fumar y cuerdas de guitarra.
Aprovechó al máximo su fachada para atraer clientes y dar a conocer su variada oferta
Gracias a la altísima resolución de la fotografía, el milagro de los negativos en cristal al colodión húmedo, hoy podemos leer e interpretar casi cada palabra, cada cartel. En la parte superior de la fachada, sobre el pretil del edificio y pintado sobre la cal, destacaba el nombre del propietario: «[Antonio de la] CORTE Y GÓMEZ». Curiosamente el mismo pretil que años más tarde utilizaría el popular Bazar Mascarós, ubicado en el mismo edificio que nuestra librería, para su singular anuncio de Petróleo Gal para el pelo. En la parte izquierda de la fachada, en grandes letras mayúsculas, podía leerse con claridad: «[LIBROS] CIENTÍFICOS, POLÍTICOS, […]COS». Y aunque una parte del texto desaparece fuera del encuadre de la imagen, podemos inferir que se hacía referencia a la amplia gama de libros disponibles. En el lado derecho de la fachada, al mismo nivel, otro gran anuncio proclamaba: «REVISTAS DE LITERATURA». Con este mensaje, la librería enfatizaba su papel como punto de distribución de publicaciones periódicas, algo fundamental en una sociedad donde el acceso a la información impresa estaba en plena expansión.
Envolviendo la reja del balcón del primer piso, sobre unas tablas de madera, se destacaba otro servicio clave del negocio: «ENCUADERNACIONES E IMPRESIONES». Esta inscripción revela que la librería no solo vendía libros y revistas, sino que también ofrecía la posibilidad de encuadernar volúmenes o realizar trabajos de impresión, consolidándose como un verdadero centro de producción y difusión del conocimiento escrito. No son pocos los volúmenes del Fondo Antiguo que se conservan en la Biblioteca Provincial de Huelva que lucen una pegatina con el siguiente emblema: «Librería y taller de encuadernaciones Antonio de la Corte, Huelva».
La zona más llamativa, sin embargo, se encontraba a pie de calle, alrededor de la puerta de entrada. Un gran tablón de madera coronaba el acceso con la palabra «LIBRERÍA», en mayúsculas y de forma inequívoca. A ambos lados de la puerta, se encontraban mensajes dirigidos a los transeúntes: A la izquierda: «OBRAS COMPLETAS A PLAZOS MENSUALES». Una fórmula de pago a plazos que facilitaba el acceso a libros completos, aún para los bolsillos menos pudientes. A la derecha: «PAPELES DE FUMAR. CUERDAS PARA GUITARRAS». Una curiosa diversificación de productos que evidencia la necesidad de adaptarse a la demanda del mercado local, combinando cultura con productos de consumo cotidiano.
Este despliegue publicitario, plasmado en la fachada de la librería, nos ofrece una ventana única a las estrategias comerciales de la época y refuerza la idea de que, lejos de ser una ciudad sin librerías, Huelva contó con establecimientos que apostaron por la cultura y el acceso a la lectura de manera activa y visible.
Carteles y novedades: La Librería como escaparate de papel
Pero lo más fascinante se encontraba a la altura de los ojos de los transeúntes, donde podían apreciarse decenas de anuncios con las novedades editoriales del momento. Aquellos carteles, pegados alrededor de la puerta y expuestos al incesante ajetreo de la calle –sencillos y humildes, pero cargados de intención comercial–, eran auténticos escaparates de papel. En ellos, encontramos reflejados los gustos literarios de la Huelva de 1882. Se vendían novelas populares, muchas por entregas, que eran devoradas por los lectores onubenses, como las del prolífico escritor Antonio de San Martín. Anuncios encolados sobre la pared publicitaban su última novela titulada La Venus del Manzanares, publicada el mismo año que se tomó la foto por la editorial Murcia y Martí, o Los misterios de la calle de Panaderos que vio la luz en 1880 y que fue todo un éxito de ventas. Ambas llenas de intrigas, amores y miserias urbanas.
Junto a San Martín, también encontramos anunciados otros nombres ilustres del folletín, auténticos best-seller de la época, como fueron Manuel Fernández y González, que escribió cientos de novelas, y el francés Paul de Kock, cuyo humor costumbrista hizo las delicias de muchos. De este último se promociona El hijo de mi mujer, publicada en Madrid por la Biblioteca Recreativa, una colección que reunía traducciones de sus novelas. Incluso había sitio para los grandes del naturalismo, como Émile Zola, cuyo L’Assommoir y Teresa Raquín se anunciaban con letras claras y contundentes: «SE VENDE AQUÍ».
Huelva no era “la ciudad de las mil tabernas y una sola librería”, como se decía
Y no solo libros. También prensa ilustrada. En un rincón, casi como un guiño, se lee el cartel de La Ilustración Española y Americana, una de las revistas más prestigiosas del momento. Semanal, profusamente ilustrada, era una publicación de referencia que cubría desde la actualidad nacional hasta crónicas de ultramar. Su director artístico, Bernardo Rico, dejó huella en toda una generación de grabadores. Una joya gráfica y periodística que hoy conservamos casi completa en la Biblioteca Provincial.
Este mosaico visual de cultura impresa, capturado casi por azar en una fotografía urbana, nos obliga a revisar aquella vieja frase que decía que Huelva era “la ciudad de las mil tabernas y una sola librería”. No. En aquella ciudad bulliciosa, mestiza, abierta al mundo, también había librerías. Había libreros. Había lectores.
Hoy, desde la distancia del tiempo, podemos ver esa librería como lo que fue: un pequeño santuario del libro en una esquina cualquiera. Un lugar donde se mezclaban saber y comercio, arte y pragmatismo, letras y objetos cotidianos como cuerdas para guitarra o papel de fumar.
Este artículo es el primero de una serie que iremos compartiendo con motivo de diversas conmemoraciones dedicadas al libro, los libreros, la lectura y las bibliotecas. Una invitación a redescubrir los rincones donde el saber echó raíces en nuestra ciudad. A través de estos textos, nos asomaremos con más detalle a los que fueron auténticos templos y santuarios de la cultura impresa en nuestra tierra.
Antonio Agustín Gómez Gómez es director de la Biblioteca Pública del Estado - Biblioteca Pública Provincial de Huelva.
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