Un humilde referente

El Rocío 3 El exilio del centro

La población envejece cada vez más mientras los pequeños pisos que se levantaron hace 60 años se abren a alquileres baratos La huella de los capuchinos sigue viva en sus calles

Fachada principal de la iglesia del Rocúio, en la avenida Federico Molina.
Javier Ronchel Huelva

23 de febrero 2014 - 01:00

"Todo el mundo en Huelva sabe dónde está la iglesia del Rocío". Es un referente en la zona de Isla Chica y punto de encuentro rociero en la capital en cada salida para hacer el camino romero. Los vecinos de la barriada a la que da nombre dicen con orgullo que es conocida en toda la provincia. Lo llevan a gala, con orgullo pero sin perder la humildad que caracteriza sus calles desde hace ya varias décadas.

La barriada del Rocío fue en sus inicios la de La guita. Recuerdan aún que eran casas tan pequeñas que se tomaban medidas con una cuerda. A la vieja usanza. Eran las viviendas de Martín Alonso Pinzón, construidas por la, entonces, Delegación Nacional de Sindicatos en los años 50. Después se amplió en su perímetro con los pisos de El Rocío, y el imaginario popular los rebautizó como la barriada del trompo. "Porque no podía haber una guita sin un trompo", explican ahora el sobrenombre.

Aquellas primeras viviendas del barrio, cuentan, fueron levantadas como consecuencia directa de la transformación del centro de la ciudad, concretamente de la Gran Vía. Estas obras se llevaron por delante antiguas casas y patios de vecinos y aquellos habitantes de la calle Enmedio, del Brasil e incluso de la calle Madreana fueron reubicados en una nueva zona, rodeada de pinares y chozas, y en un momento en el que fuera del centro y su entorno sólo existían las barriadas de Las Colonias y José Antonio.

"El barrio se construyó para la clase media trabajadora que vivía en esas otras zonas de la ciudad y también para muchos de los que llegaron de la provincia, en la primera apertura que experimentó Huelva antes de la llegada del Polo de Desarrollo", cuenta el presidente de la asociación de vecinos de El Rocío, Mariano Domínguez.

La sencillez de su gente dio vida al lugar. Gente trabajadora pero muy humilde, que no escapaba de las necesidades de la época. Lo mejor que le ocurrió entonces a la barriada, según recuerda Domínguez, fue la llegada de los hermanos capuchinos a la parroquia. Fue en 1961 y su área de influencia entonces traspasaba con creces los límites de la barriada de El Rocío.

"Ellos hicieron una labor excepcional. Ayudaron muchísimo a la gente que lo pasaba mal, a quienes más necesidad tenían. La iglesia estaba abierta todo el día, y cualquier vecino, a cualquier hora, podía acudir en busca de ayuda. Los capuchinos le echaban una mano a quien no tenía para comer, dándoles vales para comprar alimentos en las tiendas del barrio. O se encargaban de pagar la luz, el agua o las reparaciones necesarias en una vivienda a quienes no tenían recursos. Doy fe porque lo he visto con mis propios ojos", explica emocionado el presidente de la asociación vecinal.

Todo acabó en 1999, cuando los frailes fueron destinados lejos de Huelva. "Nos unimos muchos vecinos y fuimos a hablar con el obispo para que no se marcharan. Ahora se les echa muchísimo de menos, porque con la necesidad que hay en el vecindario, su ayuda sería vital", asegura. Y a pesar de ello, todavía se sienten en deuda con su contribución: "Quisimos poner un busto de un fraile capuchino en la plaza que lleva su nombre pero tuvimos que aparcar el proyecto por falta de fondos. Sería justo que quedara para siempre ese símbolo como recuerdo".

El vecindario se ha transformado con el paso de los años. La mayor parte es de la tercera edad pero también hay jóvenes y personas de edad media que están sufriendo en sus familias las consecuencias del desempleo. El resto son estudiantes universitarios e inmigrantes que han llegado para ocupar pisos pequeños con alquileres bajos que se pueden permitir aquí y no en otras zonas.

Mariano Domínguez confiesa que desde la asociación de vecinos no pueden hacerse cargo del reparto de alimentos entre las familias necesitadas del barrio: "Entendemos que hay otras entidades que se deben encargar, como Cáritas o el Banco de Alimentos. Pero nosotros tratamos de informarles de la mejor forma posible".

La pésima situación actual se deja a un lado cada año al llegar la peregrinación a El Rocío. La barriada la vive con devoción e intensidad, y es paso obligado para las dos comitivas capitalinas. "Lo sentimos muy nuestro y aún hoy se recuerda cuando las carretas de Huelva pernoctaban junto a la iglesia. Me gustaría que algún día la hermandad reconociera al barrio por su contribución", cuenta.

Desde la asociación, su presidente prefiere no denunciar públicamente las necesidades del barrio. "Creo que antes es preferible negociar en los despachos", sostiene, "para tener más éxito". Aún así no olvida que la zona sigue necesitando un centro de salud ("Es de vergüenza que no tengamos uno, que es vital para Isla Chica"), así como centros educativos y el pabellón deportivo que se quedó en el aire hace más de diez años.

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