El hotel Costa de la Luz

Historia menuda

El hotel Costa de la Luz.
El hotel Costa de la Luz.

24 de abril 2011 - 01:00

MEDIADOS los años sesenta del siglo pasado, en unas fechas en las que nuestra capital había adquirido extraordinario impulso industrial, merced a la ubicación a pocos centenares de metros de su centro del Polo de Promoción Industrial que comenzó su actividad en 1964 o 1965, se veía a todas luces la necesidad de que se abriesen establecimientos hoteleros que mitigaran el problema de alojamiento existente aquellos días en la capital.

Y el conocido empresario y promotor, Nicolás González Núñez, advirtió que, en pleno centro de la ciudad, en un local que existía en la calle Alcalde José María Amo, números 8 y 10, vía de gran actividad de nuestra capital, por donde pasaba el rico caudal de su vida y que estaba muy próxima al Mercado del Carmen, junto a comercios, restaurantes (Los Gordos, El Peñón…) y salas de fiesta y a escasos minutos del citado Polo Industrial, podría instalar un hotel que colmaría las exigencias del cliente más solicito.

El encargo de levantar el hotel en la citada ubicación se lo encargó al prestigioso arquitecto, Ricardo Anadón Frutos, quien, secundado por los aparejadores Sres. Hernández, Lozano y García Mata, culminó un establecimiento hotelero que es auténtica síntesis entre lo funcional y lo elegante.

Don Nicolás decidió designar con el nombre de Costa de la Luz a su hotel, denominación acuñada en los primeros días de julio de 1963 y muy utilizada a partir de esta fecha.

El hotel, de cuatro plantas, posee entre otros muchos importantes elementos, ascensor, cuartos de servicio de piso y sanitarios, vestuarios para el personal a su servicio, recepción y conserjería independientes, bien surtida ésta última de periódicos y revistas y vestíbulos privados de accesos. La fachada principal del inmueble, con hermosas perspectivas, es toda de mármol y carpintería de aluminio, y está concebida dentro de una sencillez grata y armoniosa, que produce una sensación de actividad, calidad y nobleza, que en estos conceptos se aplican los materiales empleados. Esta armoniosa simetría de ventanas en sus diversas plantas, sólo la rompe mínimamente la puerta de acceso, adornada con una leve marquesina. Sobre ella, en una bonita combinación de letras rojas y azules, el rótulo que proclama a propios y extraños que se hallan ante el Hotel Costa de la Luz.

Si pasamos al interior, el hotel nos ofrece 35 habitaciones, todas ellas espaciosas, bien ventiladas, dotadas de los más exigentes servicios, tales como agua caliente y fría, calefacción, teléfono, paramentos de madera en abebay, muebles de gran belleza y confortables, cortinajes de dragón y lencerías de primerísima calidad, fabricada por las prestigiosas firmas del ramo.

El salón social, con elementos decorativos de gran efecto, posee a manera de cielo un gigantesco mapa de España en relieve, en una de sus paredes un timón y otros detalles que advierten al cliente que el hotel está enclavado en una ciudad de rancia tradición marinera. Está equipada la estancia con tresillos de gran confort y calidad, contribuyendo a crear un ambiente agradable y convirtiéndola en amplio salón de lectura.

El acto inaugural, verificado el 18 de septiembre de 1968, constituyó un auténtico acontecimiento social que contó con la presencia de, a la sazón, delegado provincial del Ministerio de Información y Turismo, Daniel Regalado Aznar; el gobernador civil, Julio Gutiérrez Rubio; alcalde de la ciudad, Federico Molina Orta y otras personalidades civiles, militares y de los diversos estamentos de la capital. Las instalaciones del nuevo establecimiento fueron bendecidas por el reverendo párroco de la Concepción, José García.

A lo largo de décadas Nicolás fue feliz viendo el bullir y la popularidad de su establecimiento, que atraía sin cesar a toda la provincia. Así, venían y paraban en el hotel tratantes de ganado que establecían en Huelva su base de operaciones, muchos obreros que trabajaban en los montajes industriales, hombres de negocios para resolver sus intereses comerciales y otros empleados en el dolce far niente que encontraban en Huelva una ciudad idónea, ya que de ellas partían varios ferrocarriles, la Empresa Damas y demás medios de comunicación que permitían que se pudiera visitar durante el día los lugares colombinos, determinadas ciudades o playas, para regresar en la noche a la capital.

A la muerte de don Nicolás, acaecida el día 20 de marzo de 2007, cogieron el timón del negocio su señora viuda, Eleuteria Linares Benavides, y sus hijos, que han conseguido que siga disfrutando su establecimiento de fama tan bien ganada como merecida, que no en vano sus dueños lo atienden con una eficacia probada.

A lo largo de la historia de este hotel, nos viene a la memoria que se han alojado en él diversos toreros que se jugaron la vida en el albero de la Merced, artistas de variada índole… Era cliente asiduo, en sus diversos desplazamientos culturales a nuestra ciudad, Rafael Alfaro Ros, choquero de pura cepa y amigo de la Casa que historiamos y de este humilde servidor de la Historia de Huelva, que, desde los primeros instantes de su llegada a Huelva, sabía darle aire cultural al establecimiento de la calle Alcalde José María Amo, consiguiendo convertirlo en sede de escritores (¡siempre en su mente el mundo juanrramoniano!) y artistas, que le daban alegría, popularidad y gracioso rango.

En ocasiones, clientes estables a lo largo de los años (como Manuel Sánchez, apóstol del deporte en nuestra ciudad con su entrañable por bandera y dueño de La Industria Onubense; Manuel Sánchez Parra, que estuvo dedicado al negocio de las chacinas…) con la propiedad de la casa y los empleados de la misma han constituido y constituyen una especie de familia porque en el Hotel Costa de la Luz todo es familiar.

En definitiva, Huelva siempre ha sido y es tierra de buenos hoteles (Colón, Ricca, París, Victoria… y los actualmente vigentes que tienen, entre otras virtudes, la limpieza, amabilidad del servicio, comodidad y confort) y entre ellos, ¡cómo no! el que ofrece desde 1968 una hospitalidad casi familiar y que se halla en pleno corazón de la ciudad.

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