El hospital con alma de hogar: Cuarenta años de historias en el Infanta Elena
Profesionales del centro hospitalario celebran el 40 aniversario recordando sus vivencias en el mismo
La humanidad, los avances tecnológicos y la profesionalidad hilan las narraciones de Juan Ignacio Ramos-Clemente, Maribel Roca, Eva Olivares y Rafael Contreras
Cuatro décadas después de abrir sus puertas, el hospital Infanta Elena de Huelva continúa siendo ese lugar cercano y humano que ha marcado la vida de miles de familias onubenses. Nacido con vocación comarcal, pero con alma de hogar, este centro sanitario celebra su 40 aniversario recordando una trayectoria construida a base de profesionalidad, innovación y una manera muy particular de entender los cuidados, que no es otra que mirando siempre a los ojos del paciente.
El también conocido como hospital de las personas no sería lo que es sin, precisamente, los profesionales que lo sostienen cada día. Detrás de cada urgencia atendida, de cada quirófano en marcha, de cada alumbramiento o de cada pasillo en silencio, hay una serie de personas que ponen corazón, oficio y humanidad en un centro que siempre se ha sentido "más familia que institución". Trabajadores como Maribel Roca, Juan Ignacio Ramos-Clemente, Rafael Contreras o Eva Olivares, entre muchos otros, son los que han construido a lo largo de todo este tiempo el verdadero espíritu familiar del hospital de las personas. Y son sus voces, sus miradas y sus historias las que mejor explican por qué este pequeño gran hospital late como lo hace.
El doctor Juan Ignacio Ramos-Clemente, actual jefe de Medicina Interna y uno de los pilares asistenciales del centro hospitalario, ha terminado liderando el servicio de la Unidad en la que se formó. Fruto de una relación elegida, y no de la casualidad, "llegué al hospital a comienzos de este siglo porque tenía la ilusión de volver a mi tierra para hacer la residencia que quería, Medicina Interna", cuenta a este periódico. Su carrera profesional se ha ido tejiendo en paralelo al desarrollo del hospital, "hasta el punto de que puedo destacar que la medicina que vi cuando llegué es muy diferente a la que hacemos hoy, sobre todo, por el gran desarrollo tecnológico".
Además de la capacidad tecnológica, el doctor Ramos-Clemente advierte otros cambios respecto a sus comienzos, como es el caso de la población: "ahora tenemos más pacientes mayores y pluripatológicos, lo que le ha dado mucha fuerza a la Medicina Interna, que es la especialidad que trata estas complejidades". "Era otro mundo", recuerda el especialista, quien también narra otras realidades como "aquellos años en los que todo se hacía a mano, sin ordenadores". Ahora, prosigue, "uno de nuestros grandes objetivos es buscar alternativas a la hospitalización, y lo hacemos con el Hospital de Día, las consultas monográficas o las de acto único... todo aras de que el paciente esté el tiempo necesario, pero el mínimo posible". Una filosofía que redunda en su independencia y en evitar el deterioro, y que Ramos-Clemente pone en valor: "maximizar recursos, facilitar la vida y ser resolutivos".
El médico puede hablar con propiedad de la idiosincrasia del hospital porque conoce más realidades. Habiendo rotado y recibiendo formación en otros centros, Juan Ignacio Ramos-Clemente tiene muy claro que lo que más aprecia del Infanta Elena es "la camaradería". "Nadie te dice no ante un problema, hay una solidaridad natural entre profesionales y eso también viene dado por los lazos que hay más allá de lo estrictamente profesional", sostiene. Mucho que ver tiene en ese particular carácter el tamaño del hospital, que favorece la humanización. "Siempre me he sentido muy arropado y, además, la gente se presenta voluntaria para lo que le pides". En este sentido, preguntado acerca de si contempla una experiencia laboral en otro centro, el jefe de Medicina Interna reconoce que "me cuesta verme". "Cuando he estado fuera he echado de menos la forma de trabajar aquí, un sitio en el que, además, no hay lugar para el enfado, dado la naturaleza de los trabajadores".
Si Ramos-Clemente tuviera que definir la historia del Infanta Elena en estos 40 años, para él es "una de superación. Podría haber evolucionado hacia algo más pequeño, pero el empuje de los profesionales lo cambió todo". Y lo mejor es que, según él, "no ha tocado techo, lo mejor está por llegar".
Cuando un paciente o familiar recibe la llamada para operarse en el Infanta Elena escucha la voz de Maribel Roca, administrativa desde que, prácticamente, abrió el centro. "Esa voz que escuchan al teléfono diciendo tiene usted que venir tal día porque se va a operar de... es la mía", sonríe.
"En junio hice 38 años, y recuerdo cuando me hicieron una prueba de mecanografía para entrar en el hospital en el Archivo", cuenta a este periódico. La trayectoria de esta profesional contempla la práctica totalidad del trabajo administrativo del centro, pues ha pasado por numerosas áreas hasta llegar hace 25 años a Admisión General: empecé en Archivo, donde encontré a muy buenos amigos que hoy conservo, y pasé por citas de consultas, informes, atención al usuario, urgencias, secretaria de planta...me he recorrido todo el trabajo administrativo", cuenta.
Su amplio bagaje como administrativa le ha permitido ser testigo directo de la evolución del hospital, que "ha cambiado muchísimo, para mejor". "Fue construido de una forma que no se ajustaba a lo que necesitaba, y por ello puedo decir que hubo un cambio radical con un crecimiento brutal", señala.
Si algo ha imposibilitado que Maribel, después de tantos años en el centro, jamás se haya planteado cambio de trabajo son las personas. "La amistad, que me ha permitido vivir muchas experiencias con mis compañeros -y amigos- y la sensación de estar bien en mi hospital es lo que más destaco de trabajar aquí", sostiene la administrativa, que incluso encontró en el hospital al padre de sus pequeños: "aunque lo conocía del barrio, aquí coincidí con Ricardo, un buen trabajador, un buen padre y un buen compañero".
Que un hospital funcione no depende únicamente de los sanitarios. De ello da buena cuenta Rafael Contreras Fali, profesional del servicio de mantenimiento y figura clave para que los pacientes que necesitan el sistema eléctrico que él maneja puedan seguir con vida. "Nuestro trabajo es muy importante, pues contamos con la parte eléctrica, fontanería, carpintería... muchas figuras que tenemos que ir todos a una para que el Infanta Elena funcione", explica Rafael. Para ello, pone un ejemplo muy revelador. "Supongamos que hay una persona en mal estado en la UCI y se va la luz... si no estamos preparados para ello imaginaos lo que podría ocurrir. Nuestro trabajo es también para cuidar a las personas, están en nuestra mente y en nuestro corazón".
Si a Fali le nombras el Infanta Elena se le ponen "los vellos de punta" porque "es mi familia después de tantos años aquí". Aunque ha trabajado en otros sitios, "nunca he sentido lo que tenemos aquí, un sitio en el que todos nos cuidamos mucho. Definitivamente, este es mi sitio, y si me fuera, perdería parte de mi vida", concluye.
También es pieza clave Eva Olivares, supervisora de enfermería del Bloque Quirúrgico. Hizo sus prácticas en el hospital Infanta Elena a comienzos de los 90 y, muchos años después, es parte activa en la formación de los enfermeros, "con el deseo de que no olviden la vocación de cuidado que acompaña a la profesión". Intenta no sonar repetitiva, pero no encuentra una palabra para definir al centro que no sea "familia". "Aquí te rodeas de gente muy humana y muy servicial, y nos conocemos todo, sin el clasismo de otros hospitales del médico omnipotente y las enfermeras por debajo", cuenta, al tiempo que destaca que trabajan "con agrado, saber estar y profesionalidad, porque el paciente está ahí, y es lo primero".
La enfermera pone en valor algunos aspectos que le han hecho quedarse en el hospital toda la vida. Y, aunque se le antoja complicado quedarse con dos o tres, destaca "la vocación de enfermería que hay, la humanidad de cogerle la mano al paciente y cuidarles". Tampoco quiere olvidarse del progreso tecnológico, "con nuevos quirófanos, equipamiento, más seguridad...". Aun así, vuelve al trato con el paciente para reiterar que es "nuestra seña de identidad".
Más de 200.000 operaciones, casi dos millones de urgencias y cerca de 42.000 bebés
El 12 de marzo de 1985, un acuerdo entre la Diputación de Huelva y la Junta de Andalucía marcó el inicio de una nueva era sanitaria para la provincia. Aquel documento, que integraba el recién construido Hospital Infanta Elena en la red hospitalaria andaluza, no solo ponía en marcha un edificio; daba vida a un proyecto que, con el tiempo, se convertiría en un símbolo de cercanía, confianza y buen hacer para miles de vecinos de la Costa y el Condado.
Solo unos meses después, el 4 de noviembre de 1985, los primeros pacientes llegaron desde la Residencia de San Sebastián. La tercera planta se abría con servicios de Cirugía y Medicina Interna, inaugurando un goteo constante de momentos históricos que marcarían la identidad del centro. Ese mismo diciembre, mientras se completaba el traslado de los pacientes del Hospital Provincial y se abría la quinta planta, ocurría un acontecimiento que llenó de emoción los pasillos del nuevo edificio: nacía el primer niño del Hospital Infanta Elena, un símbolo perfecto para un proyecto que venía a crecer junto a su gente.
La inauguración oficial llegaría semanas después, el 23 de enero de 1986, de la mano del presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla. Pero, más allá de los discursos institucionales, algo ya se había consolidado en esos primeros meses: el Infanta Elena se había convertido en un hospital vivo, útil y, sobre todo, profundamente cercano.
El centro continuó creciendo con paso firme. En marzo de 1988 abrió su UCI y ese mismo año alcanzó un hito que cambiaría su historia: la acreditación para la formación MIR, siendo el primer hospital comarcal de Andalucía en conseguirlo. Aquello no solo situó a Huelva en el mapa de la docencia sanitaria, sino que reforzó una cultura profesional basada en la excelencia sin perder el trato humano.
Desde entonces, el Infanta Elena no ha dejado de innovar: fue pionero en técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas y el primer comarcal en incorporar una resonancia magnética. Todo esto mientras atendía a un área sanitaria de casi 200.000 personas, repartidas en 17 municipios que ven duplicada su población en verano y en campaña agrícola.
Cuatro décadas después, las cifras hablan por sí solas: más de 200.000 intervenciones quirúrgicas, cerca de dos millones de urgencias atendidas y casi 42.000 niños nacidos en sus paritorios. Pero, más allá de los números, lo que define al Infanta Elena es esa sensación casi intangible de familiaridad que sus pacientes repiten una y otra vez. Un hospital que, sin renunciar a la innovación y al crecimiento, ha sabido mantener el alma de sus primeros días.
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