Huelva de ayer a hoy

La hora del té en la calle Palacio de Huelva

  • El Bar Gambrinus era un establecimiento no solo de buena cerveza sino para escuchar grandes conciertos

El célebre Bar Gambrinus de la calle Palacio.

El célebre Bar Gambrinus de la calle Palacio. / ARVHIVO SUGRAÑES

La calle Palacio en la que se puede ver el local del bar como sede bancaria. La calle Palacio en la que se puede ver el local del bar como sede bancaria.

La calle Palacio en la que se puede ver el local del bar como sede bancaria. / FOTO ROISIN · ARCHIVO MUNICIPAL

La arteria principal de la ciudad, el eje Concepción-Palacio, que siempre fue peatonal posibilitó la presencia de un lugar para el comercio y también para el ocio en tantos paseos en esta noria de la ciudad.

Lugares con mucha entidad que se sucedieron en el tiempo, tanto que a veces ese atractivo por ubicarse en alguno de estos locales hizo que se olvidaran algunos nombres célebres por la sucesión de firmas comerciales. La gran mayoría de los edificios se mantienen en esta artería tan onubense, aunque también cubren su identidad por modificaciones en su fachada.

Uno de esos establecimientos célebres era el Bar Gambrinus, ubicado en el edificio número 4 de la calle Palacio. El inmueble ya en sí es toda una historia como referente de la arquitectura local. Levantado a principios del siglo XX, obra de Francisco Monís y que en la actualidad se encuentra dentro del Catálogo de Edificios de Interés de la Ciudad de Huelva. Un interesante edificio de estilo regionalista, entre sus detalles se encuentra un artístico cierro en la fachada, así como los distintos arcos que ahora se conservan en la zona alta de la fachada y en la entrada a esas viviendas.

Con esto ya sería suficiente como para volver la mirada hacia el número 4. Los bajos eran igualmente artísticos con cinco arcos regionalistas con sus columnas, los tres centrales tenían una barandilla a modo de balconada que abría el local al exterior. Aquí una larga línea de veladores, el mejor palco para contemplar el ir y venir de la gente; un entretenimiento que hacía que siempre estuviesen ocupados.

El edicio, del arquitecto Francisco Monís, en la actualidad. El edicio, del arquitecto Francisco Monís, en la actualidad.

El edicio, del arquitecto Francisco Monís, en la actualidad. / Alberto Domínguez

Ese es el aspecto externo que lo envolvía todo de gran belleza. Hacía justicia al popular Bar Gambrinus, un recuerdo al rey de leyendas en la calle del Palacio que estaba en la otra esquina de la misma línea de edificaciones. Gambrinus, el mítico personaje de las leyendas europea que muestra su jovialidad con una gran jarra de cerveza, las historias hablan de él como un rey, duque o conde de Flandes y Brabante. Aquí, todo un personaje que daba nombre a un palacio de la gente de a pie, en el que se podía tomar “cafés, cervezas, helados y bebidas de las mejores marcas”, así figuraba en los anuncios de las revistas turísticas de la ciudad de los años treinta”. “En Palacio y Plaza de las Monjas”.

Un lugar no solo para una cerveza sino para otros gustos refinados. La cultura tenía aquí un hueco, al menos así lo anuncia la prensa de 1917, con los conciertos de fin de semana a cargo del Sexteto Bretón, a las 21:30. Un escogido programa que interpretaba la agrupación musical formada por los profesores señores Andrés Olivera, Beltrán, Daza, Morales y Figueroa (J. Y E.), nos dice La Provincia.

El programa lo abría el sábado con Juliska Czardas de G. Michiels. En la segunda jornada con apertura de El Grumete de E. Arrieta para cerrar con Capricho Andaluz de F. Bravo y J. Del Castillo.

Un bar tan ‘culto y elegante’ que tenía en esta época también su Five o’clock tea. La hora del té que puso en voga la reina Victoria y que de seguro seguiría la colonia inglesa que habitaba nuestra ciudad al amparo de la todopoderosa Rio Tinto Company.

El Bar Gambrinus lo regentaba Serafín López Díaz que pasó de aquí a la Cervecería Viena, hasta su fallecimiento en 1927 que pasa a su sobrino Ramón López García.

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