"Me decía que mi hermano Antonio estaba en Córdoba vendiendo joyas"
Cuando alcanzó la adolescencia, J.R.D., la hija de Genaro Ramallo y J.L.D., decidió contactar con su hermano Antonio Ramallo Espejo. Su padre le había hablado mucho de él y ella llegó a buscarlo hasta en las redes sociales. Obviamente, sin éxito. La joven, que trabaja en Madrid, testificó ayer en el juicio por el asesinato de su hermano y Carmen Espejo por videoconferencia. "Mi padre siempre me ponía excusas" cuando intentaba localizar a su hermano y le hizo creer que estaba vivo: le regaló un bolígrafo de su parte en unas navidades y le contó que Antonio "tenía una novia, a la que había dejado embarazada, y que estaba en Córdoba trabajando de comercial de joyas".
Ella quería más y le pidió a Ramallo fotos recientes y el teléfono de su hermano (cinco años mayor que ella), pero "me dijo que tenía una foto que había perdido, igual que había perdido su último teléfono". La joven se preguntó ayer ante el tribunal de la Sección Tercera de la Audiencia que "qué padre pierde el teléfono de su hijo".
En el instante en que la Policía halló los cadáveres de Carmen y su hermano en aquel pozo, "me imaginé que mi padre tenía algo que ver". Y es que, cuando Ramallo supo que los investigadores estaban dispuestos a esclarecer el caso 18 años después de los crímenes (2011), se comenzó a comportar de una forma "rara". Describió L.R.D. cómo, sin explicarle nada más allá de que debía guardar silencio sobre sus intenciones porque se "mancharía el apellido de la familia", su padre le indicó que le iba a hacer un poder sobre sus pertenencias y le facilitó una cuenta de correo electrónico a la que ambos podrían acceder para comunicarse, "de forma que los escribía, pero no los mandaba". Así evitaba dejar rastro. El imputado la llamó en junio de hace tres años para pedirle el teléfono del propietario de la finca aledaña a la suya en Calabazares. Ella no se lo pudo facilitar. "Pensé que estaba detrás de algo gordo".
En el plenario compareció también el padre y abuelo de las víctimas, Manuel Bárcena, quien explicó que tuvo conocimiento de la desaparición de su hija el día en que otra de las testigos, A.E. (tía materna de la víctima), contactó con él para decirle que llevaba ocho meses sin saber nada de Carmen. Llamó a la casa de la calle Sancho Panza de Huelva donde vivía su hija, pero no la encontró. Le cogió el teléfono otra mujer. Contactó con el procesado y éste le informó de que madre e hijo se habían marchado a Madrid. Decidió entonces interponer una denuncia ante la Policía.
"Me dijo que a los seis meses iba a ver al niño; pasado ese tiempo volví a llamarlo, y me comentó que había estado con él y que ya no volvería a verlo hasta pasado un año"; entonces volvió a ponerse en contacto con él "y me pidió que no lo molestara más, que eso había terminado", relató.
Comenzó a sospechar que algo malo podía haber ocurrido a Carmen y Antonio cuando su hija no acudió al cementerio el día que iban a sacar los restos de su madre. La buscó por Madrid. Al niño, por los colegios. Ni rastro.
Admitió Bárcena que no puede aportar nada que inculpe a Genaro Ramallo y que su hija "nunca molestó" al acusado, "no había motivos para que la matara".
La hermana de Ramallo, J.I.R.G., dijo no recordar el año exacto, pero que "estaba en la playa, en verano, y cuando llegué a Huelva mi hermano me dijo que Carmen y el niño se habían ido; pensé que se habían peleado". La jefa de la víctima también se comunicó con ella "para preguntarme si le había pasado algo porque llevaba varios días sin ir al trabajo". Indicó al tribunal que al tiempo recibió una carta escrita a máquina y firmada por Carmen Espejo "con matasellos de Madrid" y que consideró que sí le pertenecía por "su forma de expresarse". Definió a su hermano como un "mujeriego", dijo que estuvo una vez en la finca de Almonaster y que no recuerda que otro de sus hermanos -que testificará antes del fin del juicio pero que se encuentra en Brasil- la llamara en 2011 para decirle que había visto a Genaro y que éste se quería esconder.
La sesión de hoy se centrará en los testimonios de once personas, entre ellas varios compañeros de trabajo de Carmen Espejo en la Delegación de Hacienda en Huelva o el vecino de parcela de Ramallo en Calabazares.
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