Los genes identifican a madre e hijo

El paso del tiempo borró ADN y huellas de tres vasos hallados en el pozo

A la izquierda, de espaldas, el acusado, oyendo ayer las periciales conjuntas de los expertos caligráficos.
A la izquierda, de espaldas, el acusado, oyendo ayer las periciales conjuntas de los expertos caligráficos.

El ADN ha sido clave para ponerle nombre y rostro a los restos óseos que fueron hallados por la Policía Nacional en septiembre de 2011 diseminados en el pozo de la inhóspita finca de Huerta del Cura, en la aldea de Calabazares (Almonaster la Real) y propiedad de Genaro Ramallo: pertenecen a Mari Carmen Espejo, de 26 años, y al pequeño Antonio Ramallo Espejo, de diez.

Tres expertos de la Unidad Central de Análisis Científicos de la Policía Nacional explicaron ayer en la vista oral que se sigue contra el profesor particular de Matemáticas por el doble asesinato cómo las primeras muestras con las que se cotejaron aquellos vestigios del cadáver de la mujer y el niño (todavía entonces sin nombre) localizados en la parcela fueron los del padre de la sevillana, Manuel Bárcena, quien ejerce la acusación particular en el caso.

Tras obtener la coincidencia en los 17 marcadores iniciales que establecen la criba (si uno sólo de ellos no coincidiera se descartaría la relación paternofilial), quedó claro casi al 100% -la estadística nunca contempla la verdad absoluta- que Bárcena y Espejo eran padre e hija y que esos restos pertenecían a la joven sevillana.

Paralelamente, pudieron verificar a través del material genético de Mari Carmen Espejo que los restos óseos del varón menor de edad localizado en el pozo corresponden a los de su hijo, Antonio Ramallo, de nuevo con una altísima tasa de probabilidad que roza el absoluto.

Con el perfil genético de Genaro Ramallo se hizo también lo propio. Los expertos en Biología de la Policía Científica narraron ayer al tribunal cómo en este caso se realizaron dos cotejos distintos: por un lado, el análisis convencional del ADN; por otro, el estudio centrado en el arquetipo del cromosoma Y, existente únicamente en los varones.

En ambos caso quedó demostrado que el cadáver pertenecía a Antonio Ramallo Espejo, lo que hace "prácticamente imposible que el menor no sea hijo de Mari Carmen y Genaro".

Por último, establecieron la cadena que relaciona a Manuel Bárcena, su hija y su nieto. De nuevo el dato fue positivo, con una altísima probabilidad de consanguinidad entre ellos.

En el plenario que se desarrolló ayer en la sala de vistas de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Huelva intervino además el policía científico que analizó los tres vasos de plásticos que fueron encontrados en el pozo de la finca de Calabazares. El agente señaló que, después de tratarlos con reactivos químicos y someterlos a todas las técnicas existentes a día de hoy para tratar de encontrar algún vestigio que los relacionara con las víctimas o con el autor del doble crimen, "por haber estado enterrados 18 años nos ha sido imposible hallar huellas o algún resto de ADN".

También intervino la subinspectora del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional hispalense que custodió los restos óseos de Carmen y Antonio desde la comisaría hasta el Departamento de Patología Forense del Instituto de Medicina Legal de Sevilla para que los analizaran los peritos de la defensa, así como otros seis botes con vestigios del crimen que trasladó hasta el Instituto de Toxicología sevillano. La testigo declaró que en todo momento estuvo controlando que no se rompiera la cadena de custodia.

Las pruebas periciales de los antropólogos forenses de la Policía Científica previstos para ayer han sido pospuestos y se celebrarán en la sesión de mañana.

En la jornada de hoy está previsto que declaren agentes de la Científica que realizaron inspecciones oculares en la finca de Genaro Ramallo, la directora del Instituto Nacional de Toxicología y varios médicos forenses, entre otros.

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