Del fragor al cambio tranquilo
El Partido Socialista de Huelva ha conservado a lo más granado de su 'staff' histórico en puestos de relevancia pero con Mario Jiménez insufla un aire de juventud a su nuevo organigrama
A mediados de la década de los noventa, guerristas y renovadores libraban una cruenta batalla en Huelva que iba a tener un curioso desenlace. Una simple fotografía serviría de espoleta para convencer a los más ilustres guerristas de que había llegado su fin. Aquel día tres Land-Rover cruzaban las arenas cargados con una quincena de socialistas que habían quedado a tomar unas cañas con el mismísimo presidente del Gobierno, Felipe González, en su residencia de Doñana. El guía espiritual de aquella expedición no era otro que Javier Barrero, aspirante a la secretaría general del PSOE de Huelva al que se le había atragantado un hueso duro de roer: el dúo Carlos Navarrete-García Correa, en su camino. Junto a él viajaban Félix Soto, Genaro García Arreciado, Juan Ceada, Paco Bella…. Allí estuvieron desde las seis de la tarde hasta las nueve de la noche hablando de política y tomando unas fructíferas cañitas. Uno de ellos sacó una cámara de fotos y perpetuó el ilustre momento.
La imagen fue enviada a las agrupaciones locales del PSOE en la provincia para que la militancia palpara quién mandaba ya en el socialismo onubense. La famosa imagen obró el milagro y comenzó una cascada de adhesiones a la causa renovadora que dejó exhaustas las filas guerristas.
Poco tiempo después de aquella foto se celebraba el congreso que ungió a Javier Barrero como jefe de filas del socialismo onubense. Un cónclave que parió una ejecutiva donde estaban juntos pero no revueltos Francisco Bella, Juan Ceada, José Oria, Rosario Ballester, Francisco Sánchez, José Juan Díaz Trillo, Aurelio Barreda y José Cejudo... Todos apaciguados por el presidente del PSOE-H, Domingo Prieto.
La militancia respaldó aquella especie de solución final con un 87% de los votos y comenzó la 'era Barrero'. Pero cuando la paz se firmó ya era tarde: el PSOE había perdido el Ayuntamiento de Huelva, donde llevaba instalado desde que José Antonio Marín Rite ganara las primeras municipales. Su heredero, Juan Ceada, pagó los platos rotos.
Diez años después de aquella cita, el PSOE de Huelva no ha cambiado tanto como parece. Los ases de aquella baraja siguen situados en los cargos institucionales de mayor relevancia: Petronila Guerrero, como presidenta de la Diputación; José Antonio Marín Rite, presidente de la Autoridad Portuaria de Huelva; José Cejudo, senador, e Isaías Pérez Saldaña como presidente de Cartuja 93 después de varias legislaturas como consejero de la Junta de Andalucía. Precisamente Isaías Pérez Saldaña ha sido el único que se ha enfrentado, sin éxito, a Javier Barrero para liderar a los socialistas onubenses.
En una década, Javier Barrero, de sangre asturiana y avulense, ha tejido un PSOE a imagen y semejanza suya. Tantos pespuntes ha cuajado que es difícil encontrar un cargo institucional de relevancia que no haya pasado su aquiescencia. De hecho hoy sigue siendo así aunque ha ampliado la nómina de colaboradores y colaboradoras.
Ha situado a las figuras del socialismo onubense en puestos lustrosos pero ha captado sin descanso un grupo al que hoy está a punto de entregar una buena herencia: la Diputación de Huelva, 58 ayuntamientos, tres congresistas y tres senadores además de seis parlamentarios andaluces. Un poder omnívoro del que es difícil escapar sin que brillen los ojos en forma de dólares como al tío Gilito.
En apenas siete días, Barrero cerrará casi treinta años de vida en Huelva, a donde vino a trabajar con Carlos Navarrete de abogado y al que acabó jubilando, eso sí respetando sus galones en el Congreso de los Diputados. Una Puerta de los Leones que particularmente le gusta, se siente cómodo allí, y de donde quizás no salga nunca, cuando su egregia figura comparta retrato con Francisco Romero Robledo.
Como los grandes banqueros, ya ha dejado testamento, rubricado ante el notario público. Su primogénito, un joven moguereño nacido en 1971, poco antes de que Javier Barrero comenzara su carrera pública.
Al contrario que Barrero, que se ganó a pulso los congresos socialistas, a él ya se lo han preparado. No le importa. Está acostumbrado a escalar cuando le han asegurado la primera y la segunda cordada.
Mario Jiménez Díaz hizo sus pinitos en la Radio Municipal moguereña, de donde saltó al caballo de Juventudes Socialistas y de ahí a la entonces calle La Palma. Sus contactos con las altas finanzas a través de la vicepresidencia de El Monte le han acostumbrado a la opulencia política.
Junto a él, el secretario general del PSOE de Huelva ha colocado a Cinta Castillo, a la que subió hace poco a los altares de la Junta. Tampoco se ha olvidado de José Oria y de José Juan Díaz Trillo, a los que ha mantenido bajo su manto protector. Con el añadido de Antonia Moro, parlamentaria andaluza que ha jugado un papel muy activo durante la redacción y aprobación del Estatuto.
Ahora llega el turno de Mario Jiménez, que deberá montar equipo para jugar una partida en la que los grandes maestros Barrero y Cejudo seguirán a su lado para evitar en lo posible que no le maten a la reina. Mario tiene blancas y sale con el aire a favor.
Tras el Congreso que los socialistas están celebrando en Granada y que devolverá a la presidenta de la Diputación el protagonismo regional quedarán los huecos justos para buscar una secretaria (o) de Organización que le suceda a él mismo.
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