"El flamenco no es estático, pero tiene un compás que hay que respetar"

EDUARDO HERNÁNDEZ GARROCHO CANTAOR

Se despide del gran público en la Exaltación a la Saeta de Huelva después de cincuenta años Investigador de los cantes de la provincia, tiene varios discos y un libro inédito

Eduardo Hernández Garrocho asegura que en la actualidad hay en Huelva cantaores que prometen mucho.
Eduardo J. Sugrañes Huelva

16 de marzo 2015 - 01:00

Eduardo Hernández Garrocho o Eduardo Garrocho, como también se le conoce en el mundo flamenco, es uno de los cantaores señeros de Huelva. En su trayectoria le acompañan muchos premios y su vocación investigadora de los cantes, que tiene recogidos en un libro inédito y recopilados en el disco Besana. Cantará el día 19, a las 20:00, en la Exaltación a la Saeta de Huelva, que organizan Huelva Información e Hipercor en la parroquia de la Concepción, donde dirá adiós al gran público.

-¿De dónde nace su afición por el cante?

-De niño, con unos ocho años, iba a la romería de la Virgen de los Milagros con mis padres. Ellos no tenían tradición por el flamenco; mi padre era Guardia Civil, mi madre sí tenía facilidad para el cante, pero en aquella época era difícil para la mujer. Ahí empecé a escuchar los cantes.

-¿Qué recuerda de ese tiempo?

-Visitaba los chozos que tenían y me pedían que cantara un fandanguillo. Luego me hacían algún regalo, un caramelo. Más tarde entré en la Peña Flamenca, con unos 22 años, y empecé a clasificar los cantes, cada uno en su estilo.

-¿Quiénes fueron sus referentes?

-De chico, Antonio Molina, pero no tenía condiciones para imitarlo. Así que me fijaba en los que cantaban por Huelva, como Paco Garrido y la Niña de Huelva. Luego la Peña Flamenca se convirtió para mí en un gran abanico de posibilidades.

-¿Alguien especial en Huelva en su formación?

-La Niña de Huelva siempre me llamó la atención. Ella podía haber llegado a donde hubiese querido. Lo hacía todo bien. Extraordinaria con la saeta. Difícil que en Andalucía hubiese alguien con sus cualidades. Se murió en mis brazos en un tablao en Sevilla, donde estábamos cantando por Huelva.

-¿Y de los de hoy?

-Hay futuros artistas que pueden decir mucho, como Arcángel, Argentina, Regina o Jeromo. En Sebastián Cruz tengo puestas muchas ilusiones porque lo está haciendo bien, aprendiendo mucho. Rocío Márquez puede llegar a donde quiera. Es con la que más contacto he tenido en su formación: venía por casa dos o tres días por semana. Siempre se le vio que tenía posibilidades, constante, con mucho interés por el trabajo.

-La formación es también una de sus preocupaciones.

-En la Universidad de Huelva teníamos un aula permanente de flamenco. Funcionó durante ocho años, con Rocío Castilla al baile y Felipe al compás. Ocurre que ahora la Universidad no apuesta por esto, no había compromiso económico.

-El conocimiento de los cantes siempre ha sido una de sus constantes.

-Realicé una obra para la Bienal de Flamenco en la que se recogen todos los cantes, más de cien composiciones entre fandangos y tonás. Ahí está todavía. Los estamentos oficiales no se creen que algo de Huelva tenga valor.

-¿Qué grabaciones tiene?

-Saetas antiguas de Huelva y las actuales, donde están todos los estilos de nuestra provincia, y Besana, que recoge una treintena de fandangos y cinco tipos de tonás.

-¿Qué sitio tiene el cante de Huelva en el panorama flamenco?

-Lo ven mejor que nosotros mismos, de más categoría que los propios huelvanos. Creo en los valores que tienen nuestros cantes. Estábamos equivocados cuando referíamos que los cantes de Huelva no eran flamenco. Ahí están el pandero de Encinasola, las aceituneras de Cumbres Mayores, las tonás de Puebla de Guzmán, artillerito de Castillejos, con mucho valor musicalmente hablando. Se hace en estos pueblos. Que haya personas que los cante todos es difícil.

-¿Es partidario de la pureza o ve con buenos ojos las fusiones?

-No me importa que se hagan, pero hay que hacerlo bien. En los cantes de Huelva no se puede decir que está cantando por Rengel y sólo tiene la salida. Entonces lo mejor es callarse y cantar por Huelva, pero no diga que es de éste o del otro, porque no podemos hacerlo como ellos. ¿Quién puede imitar a Paco Toronjo? Lo revolucionó todo; no cantaba por Huelva sido por Toronjo. Hizo lo que quería. Para eso era un artista. No me fío de las fusiones: a un fandango de Rengel no se le puede poner nada, hay que echarle solo el coraje y el corazón de él. Si no vas a aportar nada, canta para cuando te afeites. Juan Ramón Jiménez decía: "Déjala que así es la rosa".

-¿Dónde está la clave del futuro del cante?

-En escenificarlo, llevarlo al teatro. Cantándolo como las obras que hicimos en el 92, Paloma flamenca o Y después América. Es una forma elegante y de mucho porvenir. Para eso haría falta que los cantaores fueran un poco más artistas teatrales y por ahí se puede desarrollar el flamenco. Es como hicimos también con Nostaljia, de Juan Ramón Jiménez, u Horizonte, la historia de un emigrante andaluz.

-¿Tiene en verdad su sitio el flamenco en el panorama cultural?

-Se debe cuidar como otras líneas de la cultura y está más olvidado. Algunas veces se actúa con deslealtad, como con las clases que se ofrecen en las asociaciones de vecinos dentro de Cultura en los Barrios. Se tenía que hacer a través de las peñas flamencas, que para eso están, cuando además hay infraestructuras repartidas por toda la ciudad y podían acoger esas clases.

-Hay quien dice de las peñas flamencas que no dejan evolucionar el flamenco.

-Las peñas se guían más por la pureza. No hay que olvidar los boicot que se le hacían a Mairena y hoy es de los grandes. Se rechazaba a Camarón en su juventud o a Caracol y los hemos ido aceptando. No lo veo estático, pero el flamenco tiene un compás de andar y no se puede alterar porque sí. Hay que respetar. La viveza de los cantaores cambia, pero no va corriendo. Hay quienes van pegando saltos.

-¿Con quiénes de los grandes ha cantado?

-Con Naranjo llegué a tener una gran amistad, lo mismo que con José de la Tomasa, que decían que era mi hermano por el parecido; también tuve buena relación con El Perejil.

-Alguna vez se habrá sentido cansado de los que sólo entienden el cante como una fiesta.

-No es solo para pasárselo bien. Manuel Tomé, cuando falleció su hijo, desapareció y al volver dijo que venía por esos caminos de cantar seguirillas. No siempre es diversión; es la amargura. A mí me entran ganas de cantar por seguirillas cuando tienes un momento fastidiado.

-¿Se siente querido por el público?

-Es una satisfacción enorme que la gente te reconozca por esto. Te pregunta qué estás preparado. Eso no me molesta sino que agrada. Es un componente sentirte respetado. A Huelva le ha costado trabajo; últimamente me siento más arropado. En otras ciudades como en Sevilla sí he sentido ese cariño, en el Lope de Vega.

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