¿Qué era esa figura plateada en mitad de la carretera? El inquietante caso OVNI que marcó a una pareja de Huelva hace casi cuatro décadas
Antonio Márquez recupera el enigmático caso del que fue testigo, cuando vio de camino a Valverde a una figura de proporciones extrañas en la carretera por la que viajaba
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Desde siempre, el fenómeno OVNI ha despertado tanto fascinación como escepticismo. A lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, miles de personas en todo el mundo han informado de encuentros con lo desconocido y este mismo fenómeno que han ido desde luces en el cielo hasta “objetos” que desafían las leyes de la física, o descripciones de seres que escapan de cualquier explicación lógica.
Algunos testimonios han sido recogidos en expedientes por el Ejército, otros descartados como ilusiones, bromas o simples errores de percepción. Sin embargo, hay casos que, por su extrañeza y la sinceridad de quienes los relatan, permanecen como enigmas sin resolver.
Lo que voy a contar sucedió hace ya más de tres décadas, en una noche cualquiera, en una carretera perdida de la provincia de Huelva, motivado por la lectura de un caso de similares características. El relato es directo del testigo y decía:
“No pretendo convencer a nadie, ni busco atención mediática. Simplemente necesito dejar constancia de lo que vi, porque a día de hoy, sigo sin poder explicarlo.
Era el año 1988, y serían alrededor de las 2:30 o 3 de la madrugada. Viajaba en coche con mi novia —hoy mi mujer— de regreso desde Ayamonte hacia Valverde del Camino. Conducía por una de aquellas estrechas y sinuosas carreteras nacionales, de doble sentido, oscuras, flanqueadas por pinares y de tramos largos. Habíamos pasado ya la zona del embalse y nos acercábamos, aunque aún lejos, a Valverde del Camino.
El trayecto era tranquilo, con muy poco tráfico. Mi pareja dormía en el asiento del copiloto, y yo iba concentrado en la carretera. En un momento dado, al tomar una curva amplia a la izquierda que daba paso a una recta considerable, algo llamó mi atención a unos 150 o 200 metros por delante.
Al principio pensé que era una persona caminando por el centro del carril, de espaldas a mí, en mitad de la noche. No sería raro encontrarse con algún vecino de una finca cercana, o un pastor, incluso un despistado. Pero enseguida algo no cuadró.
La figura avanzaba lentamente, como si flotara o se deslizara, con un movimiento raro. Estaba completamente cubierta por lo que parecía un traje o una superficie brillante, casi metálica, que reflejaba la escasa luz de los faros. No era un brillo normal, como el de una chaqueta reflectante. Era un resplandor uniforme, plateado, no tenía costuras visibles. Las proporciones del ser tampoco eran humanas: los brazos eran excesivamente largos, al igual que las piernas, y la forma de moverse era torpe, casi errática, como si no estuviera del todo adaptado al cuerpo en el que se encontraba.
Reduje la velocidad instintivamente, con la intención inicial de detenerme. Pensé que quizá necesitaba ayuda. Pero a medida que me acercaba, el miedo empezó a crecer en mí sin que pudiera controlarlo. Algo en esa figura me resultaba profundamente inquietante. Desperté a mi novia justo cuando estábamos a punto de pasar a su altura.
Pasamos a escasos centímetros de aquello, por mi izquierda. Nunca olvidaré el momento. No pude verle el rostro, si es que tenía uno. No giró ni se inmutó ante el paso del coche. El silencio era absoluto, como si el mundo entero hubiera quedado en pausa. En cuanto lo dejamos atrás, pisé a fondo el acelerador, pero el coche pareció responder con lentitud, como si algo lo estuviera frenando.
Mi mujer lo vio también. No dijo nada durante unos segundos, hasta que me preguntó: “¿Qué era eso?”. No supe qué contestarle. Seguimos conduciendo en silencio hasta llegar a Huelva, sin mirar atrás.
Nunca antes había compartido este suceso fuera de mi entorno más íntimo. No he vuelto a ver nada parecido en mi vida. He intentado racionalizarlo: un vagabundo con un traje reflectante, una ilusión óptica, incluso una broma pesada... pero ninguna de esas explicaciones encaja con lo que ambos vimos aquella noche”.
Antonio Márquez, el testigo, decía: “Treinta y siete años después, sigo sin saber qué fue aquello. Pero sé que lo vi. No tengo pruebas, ni fotos, ni grabaciones. Solo el recuerdo vívido de una figura imposible en mitad de una carretera onubense, a altas horas de la madrugada. Me hizo replantearme muchas cosas sobre la naturaleza de la realidad, sobre lo que creemos que sabemos del mundo que habitamos”.
Quizá fue un encuentro casual con algo que no pertenecía del todo a este lugar. O tal vez fue una manifestación de algo más profundo, más extraño, más inexplicable…
**Si has vivido alguna experiencia extraña no dudes en escribirnos y contárnosla a contacto@josemanuelgarciabautista.net
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