Fernando Araúz, director general de Atalaya Riotinto: “La minería debe generar valor y riqueza, pero sin repetir los errores del pasado”
Entrevista
Tras su paso por la Administración andaluza, Fernando Araúz vuelve a Riotinto para liderar los nuevos proyectos de Atalaya, en los que prevé invertir más de 400 millones
Si cerraran los ojos e imaginaran un paisaje minero, ¿qué verían? Casi no hay ni que pensarlo, ¿verdad? Una tierra rojiza, árida, con algunas motas de agua ocre, sucia. Un terreno exhausto, herido, roto. ¿Y si fuera a la inversa? Si imaginaran cómo era ese paisaje antes, cuando aún tenía su forma natural. ¿Qué verían entonces? Parece difícil, pero hay un grupo de expertos que se ha puesto manos a la obra y lo ha hecho posible estudiando la geomorfología del terreno hasta el punto de poder remodelar el relieve que existía hace cientos de años, y no contentos con eso, luego lo han arreglado incorporando suelo nuevo y replantando especies autóctonas hasta recuperar la funcionalidad hidrológica y ecológica de aquel viejo terreno minero, devolviéndolo a su estado original. Como si nada hubiera pasado.
Esto, que parece ciencia ficción o un experimento de laboratorio, se está haciendo en la vida real, y se está haciendo precisamente en Huelva, en uno de los paisajes mineros más reconocibles del mundo: Riotinto. Las antiguas escombreras cercanas a Corta Atalaya y Peña de Hierro están siendo las protagonistas de un proceso de restauración sin precedentes que constituye en sí mismo una curiosa manifestación de la gran paradoja que es hoy la minería, marcada por un intenso y “necesario” escrutinio ambiental y social que deja muy atrás las antiguas prácticas de un sector tan contestado como estratégico. En ese contexto se sitúa la nueva etapa de la mina de Riotinto, una de las más emblemáticas de Europa. La llegada de Atalaya Riotinto (antes Atalaya Mining), ha traído consigo la reactivación de las viejas cortas, pero también la restauración de un importante pasivo ambiental, un compromiso que la compañía asumió como parte de estas nuevas reglas del juego en las que hoy está obligada a desenvolverse la minería europea. Por delante, importantes proyectos de ampliación en los que la innovación, la sostenibilidad, la formación del talento local, la convivencia con el entorno social y la coordinación con las administraciones marcan el camino de una empresa llamada a ser punta de lanza en la redefinición del modelo minero andaluz. Al frente de esa tarea está desde hace unos meses el ingeniero Fernando Araúz de Robles, un profesional con más de veinte años de experiencia en el sector y que, tras haber ocupado el cargo de secretario general de Industria, Energía y Minas en la Junta de Andalucía, regresó “a casa”, como él mismo dice, hace cuatro años. Ahora le toca dirigir una etapa que define como “apasionante”.
-¿Cómo le ha sentado regresar a Atalaya Riotinto, y hacerlo ahora como director general?
-Estoy encantado. Estuve aquí durante la reapertura de la mina, entre 2012 y 2014, y guardo un cariño enorme por este proyecto, por eso aunque me dediqué a otras cosas, siempre he estado vinculado a Atalaya. Volver es lo que realmente me apetecía, y me hace muchísima ilusión dirigir ahora un proyecto que tiene un potencial enorme.
-El sector se queja a menudo de la lentitud de la Administración con respecto a los trámites. ¿Cómo lo valora ahora, tras su paso por la Junta?
-En Huelva tenemos mucha suerte. Contamos con una Administración que conoce la minería y sabe cómo manejarla. Andalucía en general ha apostado por el sector, pero hay provincias con más experiencia que otras, y en Huelva los técnicos saben perfectamente cómo funciona todo. Se está trabajando muy bien. Dicho eso, es verdad que los recursos con los que cuentan son limitados. Creo que hay que reforzar equipos, porque los plazos son vitales. A nosotros un permiso nos puede importar poco tardar un mes más o un mes menos, pero para un inversor, que no conoce el terreno, es crítico. El dinero es miedoso, y es muy importante dar certezas: si algo va a tardar diez años, que se diga, pero que se cumpla. No se puede prometer un año y luego tardar diez. Hay que fomentar la colaboración, pero también por parte de las empresas, ojo. En Atalaya tenemos una relación muy buena con la Administración porque trabajamos con transparencia. Los funcionarios saben que lo que decimos es lo que hacemos, y que nuestro objetivo es colaborar. Los proyectos deben presentarse perfectamente preparados para darles tranquilidad a quienes firman, porque sin eso es imposible avanzar.
“La exigencia puede ralentizar permisos, pero garantiza explotaciones sostenibles”
-En el contexto actual, con Europa buscando reducir su dependencia de materias primas críticas de terceros países, ¿qué papel juega Huelva?
-En este contexto, Andalucía es una privilegiada, y Huelva aún más. La Faja Pirítica es una de las zonas del mundo con mayor concentración de minerales estratégicos, y eso se nota, por ejemplo, en la llegada empresas muy relevantes a nivel internacional. En un escenario global de escasez de cobre, Huelva puede tener un papel fundamental. Su peso es ya muy relevante en el mundo.
-La conciliación entre la minería y la conservación del entorno sigue siendo un debate muy vivo en la provincia. ¿Eso es un handicap o una oportunidad para las empresas?
-Para mí es un valor. Es cierto que este nivel de exigencia puede ralentizar los permisos, pero garantiza explotaciones sostenibles. Se da mucha importancia a la seguridad, la sostenibilidad y el medio ambiente, y creo que es el camino correcto. Hay que generar valor para la empresa y para la región, pero sin repetir los errores del pasado. En Riotinto, por ejemplo, asumimos parte de los pasivos históricos de las antiguas explotaciones. Atalaya tiene depositados más de 75 millones de euros en garantías de restauración. La minería, bien entendida, puede ayudar a mejorar el territorio.
-¿Hasta qué punto se deben cumplir esos compromisos de restauración?
-Hasta el final. Antes de recibir autorización para cualquier proyecto hay que presentar un plan de restauración, que la Administración evalúa técnica y económicamente. Ese dinero se deposita como garantía, y si no restauramos nosotros, lo hace la Administración. En nuestro caso, tomamos una superficie ya degradada, la explotamos de forma controlada, generamos riqueza y, cuando terminamos, la dejamos mejor de lo que estaba. Atalaya adquirió un compromiso previo de restauración de ese pasivo y está cumpliendo el plan previsto con actuaciones espectaculares como las restauraciones geomorfológicas, capaces de reproducir el paisaje original. Es impresionante. En proyectos nuevos, como Masa Valverde, ya se planifica desde el inicio cómo deberá quedar el entorno cuando acabemos. En España, y especialmente en Huelva, se está haciendo una minería al nivel de los mejores estándares internacionales.
“Atalaya adquirió un compromiso previo de restauración del pasivo y está cumpliendo”
-Se ha referido al momento en que se marchen. Precisamente, otra objeción habitual a la actividad de la minería es que tiene fecha de caducidad…
-Recientemente hemos mantenido una reunión con los alcaldes de la Cuenca Minera en la que también hemos querido aclarar inquietudes. El permiso actual del proyecto de Riotinto dura hasta el año 2032, y es verdad que había cierta preocupación. Como les hemos explicado, la empresa no está en el final de su vida útil, ni mucho menos. Al contrario, invertimos unos 10 millones de euros al año en investigación de nuevos yacimientos. Tenemos proyectos como Masa Valverde, que esperamos iniciar pronto; San Dionisio; San Antonio, unos yacimientos aledaños a Cerro Colorado; y también Riotinto Este. Queremos garantizar un horizonte mínimo hasta 2040. En conjunto estamos hablando de unos 400 millones de euros de inversión prevista, incluyendo la apertura de nuevas minas y la mejora de nuestra capacidad de tratamiento de polimetálicos, que es otro proyecto esencial. Tenemos reservas importantes y estamos desarrollando tecnologías que permiten tratar minerales más complejos, aumentar la recuperación de metal y aprovechar recursos que antes eran difíciles de procesar. Eso ampliará las reservas y, por supuesto, el futuro de la mina.
-Una de esas tecnologías es la que está desarrollando Atalaya junto Lain Tech, el proyecto E-LIX. ¿En qué situación se encuentra?
-E-LIX está en fase de puesta en marcha y, como toda tecnología nueva, tiene sus dificultades iniciales. Está funcionando y necesita los ajustes propios de una instalación novedosa, pero su potencial es enorme.
-¿Cuáles son las previsiones para la puesta en marcha de los proyectos de Masa Valverde y San Dionisio?
-Hablamos de plazos muy cortos. Ya tenemos todos los permisos para arrancar y solo falta la disponibilidad del terreno, que será inminente. En paralelo hemos preparado ya el proyecto de la rampa. En el caso de San Dionisio, está diseñado en tres fases. La primera ya está autorizada; la segunda, de explotación a cielo abierto, que cuenta ya con el visto bueno de Medio Ambiente y esperamos tenerla aprobada en quince días o un mes, y una tercera, que incluirá la explotación subterránea y que vendrá más adelante. Con Masa Valverde tendremos dos o dos años y medio de construcción, y durante ese tiempo no habrá producción. Esperamos empezar a extraer mineral entre 2028 y 2029 y coordinarlo con el desarrollo de la planta de Riontinto. Gran parte del futuro de la compañía pasa por ahí.
“Con los nuevos proyectos esperamos superar los 2.000 empleos directos”
-¿Cuál es el plan con los residuos mineros?
-El almacenamiento de estériles de planta es un tema crítico para todos los proyectos. Si no tenemos capacidad de almacenamiento operativo, a partir de 2032 no podríamos seguir. Sin embargo, hemos diseñado un proyecto impresionante, muy innovador, que aparte de garantizar la continuidad de Atalaya, generará beneficios en la comarca y creemos que contará con un respaldo mayoritario. Es un ejemplo de innovación y seguridad del que no hay precedentes y que podremos presentar antes de que acabe el año.
-¿Qué previsión de creación de empleo nuevo tiene la empresa con estos proyectos?
-Actualmente, más de 1.100 personas entran cada día a la mina. Si sumamos los empleos inducidos, la cifra se multiplica por tres o cuatro. Con los nuevos proyectos esperamos superar los 2.000 empleos directos
“Cotizar en Londres le da a la compañía más visibilidad y también más responsabilidad”
-¿Sigue habiendo dificultades para encontrar personal cualificado?
-Tenemos un problema con eso en todos los sectores, y la minería no es una excepción. A través de la Fundación Atalaya damos formación a desempleados de la comarca, pero estamos planteando con la Junta y Aminer el impulso a centros de formación específicos, como los de la Fundación Santa Bárbara. Formar soldadores, mecánicos o técnicos beneficia no solo a la minería, sino a cualquier industria. Queremos dejar ese legado de profesionales cuando la mina acabe.
-Atalaya es desde el año pasado una empresa española que cotiza en el mercado principal de Londres. ¿Qué balance hace del cambio?
-Para la empresa ha sido un hito importantísimo. Hace unas semanas superamos los mil millones de capitalización bursátil, que era impensable hace dos años. Pasar a cotizar en el Principal de Londres le da a la compañía mucha más visibilidad y también más responsabilidad. Un mercado principal obliga a ser totalmente transparente y a tener procedimientos definidos en materia de auditorías y control. Es más exigente, pero el balance es muy positivo.
-¿Hay larga vida para el cobre?
-Mucha. Ahora mismo los precios son excelentes, y no creo que vayan a bajar mucho. La demanda ligada a la transición energética, la movilidad eléctrica y las nuevas infraestructuras garantiza precios altos durante muchos años.
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