La falta de sombra y de parques en la Huelva de 1930 hacía insoportable el verano de los más pequeños

Crónicas de otra Huelva

Ponce Bernal asegura que le causaba un “dolor inmenso” el sufrimiento de los niños y apelaba al compromiso municipal y a la implicación de los ricos

Ponce Bernal se muestra ante los onubenses con un profundo y marcado carácter humanista

La canoa entre Huelva y Punta Umbría.
La canoa entre Huelva y Punta Umbría. / H. I.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza

16 de junio 2025 - 06:01

Besos al pan

Contra el olvido impuesto

La lectura de “Los besos en el pan”, de Almudena Grandes, nos ha recordado con cada relato a los artículos de Ponce Bernal sobre el sufrimiento humano de los obreros sin trabajo y de los niños sin pan, sin sombras donde jugar, sin cobijo para combatir el frío y sin acceso a una educación necesaria. Almudena Grandes sitúa al lector en una época muy reciente, tras la crisis de 2007. Sus relatos son “un alegato contra el olvido impuesto, contra el miedo paralizante y a favor de recuperar la rabia y la dignidad perdidas a través de fotografías reales de lo que ha sucedido en España y Europa tras la crisis”, dice Ana Rodríguez Fischer, crítica literaria.

Nuestro padre nos enseñó a besar el pan cuando caía al suelo, todo un símbolo del respeto a los alimentos. Por eso nos llamó la atención el título de la novela y nos animó a adentrarnos en ella. La autora relata en cadena dramas humanos que se ocultan en un barrio de Madrid. Igual que Ponce Bernal cuenta los dramas de su época. Lo que nos sorprende es que la historia se repita y aunque nos parezca que hemos evolucionado mucho, no lo hemos hecho tanto, porque miles de personas siguen sufriendo como lo hacían los coetáneos de Ponce. Uno de los relatos del Madrid del siglo XXI es el de los niños que iban al colegio sin su merienda, lo que hizo reparar a su maestra en el problema que habitaba sus casas. Ponce relata en sus crónicas el drama de niños desnutridos, carentes de abrigo y, como describe en este artículo que traemos a los lectores actuales este lunes, sin sombras para jugar y para combatir el tórrido verano de la Huelva de 1930.

Hoy tenemos sombras, parques, espacios de esparcimiento; las arboledas cubren calles y plazas. Se ha corregido bien ese problema. Pero el hecho de que haya asociaciones y constantes campañas de recogida de alimentos nos conduce irremisiblemente a condenar el fracaso de esta sociedad y de unos gobernantes que no han sabido afrontar con decisión y firmeza el problema del trabajo, la vivienda y las subsistencias. A Blanqui-Azul no le faltarían temas de análisis en la Huelva actual.

Pensemos un poco en los niños. Al llegar esta época del verano, como cuando llega la ola extrema del invierno, el dolor que nos causa pensar en el sufrimiento de los niños es inmenso.

Y con ser el invierno más triste, más cruel, tiene sin embargo el verano un algo más agobiador.

El proteger a los niños contra las inclemencias invernales es más caro, y se da el caso de que un mayor número de criaturas son atendidas.

Procurar remedio al calor es más barato, y el número de los pequeñuelos que pueden ser preservados es insignificante.

En invierno únicamente los muy pobrecitos quedan sin abrigo. En verano solo los ricos pueden librarse del calor. Los pobres “titulares” y los pobres con apariencias de que son ricos tienen que atravesar los horrores de la canícula.

La culpa de todo esto corresponde por entero a los mayores.

Diario de Huelva, 8-8-1930.
Diario de Huelva, 8-8-1930.

Huelva no se ha preocupado nunca de sus pequeñuelos. Si alguna vez lo ha hecho ha sido con una ruindad tan grande que casi más valiera no haber hecho cosa. Por todo lugar estival tenemos el Muelle. Pero el Muelle, para una mayoría grande está lejos, y además, en el Muelle solo hay la ventaja del iodo del mar.

Dentro de la ciudad y diseminados por sus distritos no hay nada, solo la Plaza de las Monjas con sus jardines minúsculos, de puro ornato y aprisionados entre barandas, inaccesibles para los niños.

Esto no puede llenar las necesidades de Huelva.

Nuestros pequeños sufren el calor, y sus pobres cuerpecitos son torturados por mil desazones, cuando no enfermedades graves.

Es necesario que la ciudad atienda a este mal. Hay que hacer lugares donde los niños puedan soportar el verano agradablemente y sin peligro.

¿En qué han quedado aquellos proyectos de parques infantiles, aprobados por la última Corporación Municipal?

En esta obra debemos cooperar todos. El Ayuntamiento disponiendo de lugares y enviando a ellos sus técnicos y obreros para que los acondicionen; los ciudadanos contribuyendo al sostenimiento de estos “parques de la infancia” cada cual con lo que pueda”.

Siempre será preferible dar una peseta al año por un parque que un duro diario en medicinas.

BLANQUI-AZUL

Diario de Huelva, 8-8-1930

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