Escribir para sanar

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¿Y si las palabras que no dijimos fueran las que más necesitábamos escribir?

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Escribir en la naturaleza.
Escribir en la naturaleza.
Gema Prieto León
- Coordinadora de equipos y especialista en gestión humana

08 de septiembre 2025 - 06:00

Sanar escribiendo no es tener respuestas perfectas, es permitir que las preguntas encuentren su forma en el papel. Cuando plasmamos nuestras vivencias, nuestros miedos y nuestras heridas en un texto —sea diario, poesía, relato o simple desahogo— iniciamos un diálogo sincero con nuestro yo profundo. La tinta se vuelve espejo, el papel, refugio.

Muchas veces nos cuesta hablar del pasado, pero la escritura ofrece una vía libre de juicios. Nos permite volver a caminar por nuestros recuerdos y resignificarlos. Nos ayuda a releer nuestra vida, desde otro enfoque, con otros valores, desde otro punto de vista, desde otro momento y otra madurez.

No es magia, pero se siente como tal, porque el dolor transforma su forma cuando lo convertimos en historia.

¿Por qué funciona?

La escritura activa regiones del cerebro relacionadas con la memoria, el lenguaje y la emoción. Al escribir, no solo expresamos, también organizamos y comprendemos. Es un acto íntimo que nos permite conectar con nuestro mundo interior sin miedo al juicio.

En cada palabra que elegimos dejamos una huella de lo que fuimos, pero también una pista de lo que podemos llegar a ser. Escribir nos revela y nos reconstruye.

Escribir sin filtros, sin juzgarnos, dejando que “nuestro yo” se exprese libremente con total honestidad, nos ayuda a entendernos mejor, a comprendernos y a que nuestra esencia se libere de tanta creencia limitante absorbida desde la infancia, sin darnos cuenta de que estaban ahí y esos juicios de valor que llevamos como losas a nuestras espaldas, se desvanecen y nos ayudan a expresarnos desde la libertad recobrando nuestro ser más primario del que estamos tan desconectados en estos tiempos que nos ha tocado vivir.

No requiere talento literario, solo valentía para mirar hacia dentro.

Cuando escribimos para sanar no buscamos perfección, buscamos verdad. Esa verdad que siempre estuvo dentro de nosotros pero que ha permanecido callada por miedos, muchos de ellos inculcados, pero que ya están hartos de seguir doliendo sin saber por qué.

La escritura usada de forma terapéutica es mucho más que poner palabras sobre el papel. Es una herramienta poderosa para el autoconocimiento, la sanación emocional y el crecimiento personal, nos invita a explorar nuestras emociones, pensamientos y recuerdos a través de la palabra escrita.

¿Alguna vez has realizado un listado de pros y contra para tomar alguna decisión?

¿Has escrito alguna carta y la has roto antes de enviar porque cuando has terminado de hacerlo ya no tenías la necesidad de enviarla?

El simple hecho de expresarnos nos libera de culpa, nos ayuda a darnos permiso a equivocarnos y a darnos la oportunidad de corregir y comenzar.

Por lo que podemos resumir en que escribir nos ayuda a:

Procesar emociones complejas: al poner en palabras lo que sentimos, damos forma a lo intangible. La tristeza, la rabia o el miedo dejan de ser caos y se convierten en relato.

Liberar tensiones internas: escribir lo que no decimos en voz alta nos permite soltar cargas emocionales que, de otro modo, se acumulan y nos dañan.

Fomentar el autoconocimiento: al escribir, nos descubrimos. Identificamos patrones, heridas, deseos y creencias que antes pasaban desapercibidos.

Otorgar sentido al dolor: narrar nuestras experiencias difíciles nos ayuda a darles un significado. El papel se convierte en testigo de nuestra resiliencia.

Mejorar la salud mental: estudios han demostrado que escribir sobre experiencias traumáticas durante varios días consecutivos puede reducir síntomas de ansiedad y depresión.

Si alguna vez sientes que no sabes por dónde empezar, comienza por lo más simple. Una palabra, una frase, una imagen que te ronde la cabeza. No necesitas escribir grandes textos ni seguir estructuras. Lo importante es que sea tu voz la que hable. Que sea tu verdad la que se asome. Porque en ese gesto, por pequeño que parezca, ya estás dando el primer paso hacia tu propia sanación.

Tal y como dijo Cervantes “La pluma es la lengua del alma”. ¿Te animas a descubrir que esconde la tuya?

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